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Crítica:TEATRO | El burgués gentilhombre
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Molière, el Rey Sol se ríe

Javier Vallejo

La forma también es contenido. Esta versión íntegra de El burgués gentilhombre, iluminada con velas de cera y declamada a la antigua manera, es un ejercicio de estilo que nos restituye el aroma y el sabor originales de las representaciones de la corte versallesca de Luis XIV. Sus artífices han emprendido una vuelta atrás sin complejos, siguiendo los pasos de Eugène Green, director francés de origen neoyorquino que a bordo de su Théâtre de la Sapience realizó en los noventa una inmersión profunda en el caladero olvidado de la puesta en escena barroca.

Sus intérpretes dicen los diálogos de la comedia ballet de cara al público, sin apenas mirarse, como era costumbre, imprimiendo al francés esa prosodia alejada del lenguaje llano que en la época de Molière utilizaban los actores, los curas en sus prédicas y los cargos políticos en su ejercicio público. Tal manera de decir procura una continuidad óptima entre partes cantadas y habladas: unas y otras se producen con idéntico artificio. La declamación tiene aquí una altura que no desmerece la vibrante interpretación musical del conjunto Le Poème Harmonique, cuyo director, Vincent Dumestre, es el alma del proyecto: sorprende la generosidad con que él y su grupo de músicos abordan un montaje centrado en un texto dramático.

EL BURGUÉS GENTILHOMBRE

Autor: Molière. Música: Lully. Dirección artística y musical: Vincent Dumestre. Luz. Christophe Naillet. Sastrería: Alain Blanchot. Escenografía: Adeline Caron. Coreografía: Cécile Roussat. Dirección escénica: Benjamín Lazar. Producción: Le Poème Harmonique. Teatros del Canal. Del 6 al 8 de mayo.

Este Burgués gentilhombre, cuya partitura original se interpreta íntegra, con instrumentos antiguos, y donde Cécile Roussat recrea los intermedios bailados, nos hace pensar en las obras mitológicas de Calderón, escritas para Felipe IV, en sus zarzuelas palaciegas con música de Hidalgo, y aún en la ópera china contemporánea de ambas, donde también teatro, canto y danza confluyen en un ritual escénico codificado minuciosamente: Lucile, hija del señor Jourdain, y Dorimène, hablan aquí con ese sobreagudo característico de las actrices de la ópera Kunqu, y gesticulan con parecido encanto ritual.

Benjamín Lazar, el director escénico, ha hecho un trabajo de ida y vuelta, en el que se reconocen las huellas de los cómicos italianos asentados en París durante el siglo XVII, pero también la evolución posterior de la pantomima, y su conocimiento del teatro oriental. Esa frontalidad arcaica que reivindica con tanta energía, siguiendo la pauta de Eugène Green, es hoy, curiosamente, un tópico del teatro contemporáneo: directores como Castorf y Thomas Ostermeier se sirven de ella en diferente medida en cada unos de sus espectáculos. Este de Le Poème Harmonique mereció la ovación cerrada de un público encantado con el rigor extremo de una propuesta donde la declamación de los actores orfebres, la luz mortecina y la ausencia de cambios escenográficos ponen el texto en primerísimo plano.

Una escena de <i>El burgués gentilhombre,</i> de Le Poème Harmonique.
Una escena de El burgués gentilhombre, de Le Poème Harmonique.MARCO BORGGREVE

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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