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Reportaje:

Intermediarios solidarios

El 'banco de alimentos' reparte comida y material de primera necesidad para 28.000 personas todos los meses

Una larga cola denota que en aquel gran almacén dan algo. Hay gente de todas las edades, muchas familias con niños y emigrantes de varios países. Todos esperan pacientemente. El termómetro, a primeras horas de la tarde marca 35 grados, pero no importa. Lo importante es conseguir el lote de comida que hoy adjudica el banco de alimentos a las familias más necesitadas.

"En total distribuimos material de primera necesidad para unas 28.000 personas al mes", comenta Jaume Serra, gerente y fundador de este gran almacén de recogida de alimentos y productos varios. Un contenedor que ocupa una nave industrial en la entrada de La Pobla de Vallbona.

Para ser equitativos, a partir de éste mes, exigen alguna identificación a las personas que llegan. "De esta forma", explica Maribel Navarro, secretaria de la ONG, "intentamos repartir comida al máximo de necesitados. Pretendemos dar un lote por familia y hasta ahora, algunas veces venían varios miembros de una misma familia y no podíamos evitar el abuso".

Su fundador, Jaume Serra, se queja de las escasas ayudas oficiales recibidas

Las primeras son las familias que ya están registradas. Un grupo de voluntarios comienza a atenderlas y a darles el lote que previamente han preparado. Este mes les corresponden varios paquetes de pasta, arroz, gel, una caja de zumos, kinders de chocolate, diez bricks de leche, varias cajas de galletas, yogures, y un kilo de jamón que han sacado de una de las cámaras frigoríficas.

"Por las donaciones no nos podemos quejar", explica Serra. "Las empresas responden muy bien. Hoy hemos recibido unos 30 o 40 palés de yogures, les faltan dos o tres días para caducar, así que hay que repartirlos rápido porque no damos nada en mal estado". Danone les distribuye yogures todas las semanas, pero no es la única empresa. También los grandes almacenes como Makro o Carrefour les traen aquellos paquetes que están bien pero que se han roto y no pueden venderlos. A Mercavalencia van dos veces a la semana y les dan frutas y verduras. Otros que también echan una mano son los transportistas. Transportes Arzak les trae gratis, desde cualquier parte del país, lo que les dan y un par de voluntarios se responsabiliza de hacerlo llegar hasta el banco de alimentos.

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Además, si llega alguna familia muy necesitada, la gran nave tiene dos duchas, para hombres y mujeres, y les dan ropa limpia para que puedan cambiarse. También pueden ayudarles regalándoles platos o cacharros de cocina para la casa.

Las aglomeraciones en el banco se producen la última semana del mes, pero si alguna familia muy apurada acude en cualquier momento, le dan lo que tengan. El resto del mes reparten a fundaciones de pobres, ONG, centros de ayuda... "En total atendemos unos 250 centros y también a barrios como la Punta en Natzaret", explica Serra.

Han decidido desplazarse porque hay gente que no tiene ninguna posibilidad de conseguir un vehículo para llegar hasta aquí. Los voluntarios no paran. Uno controla la identificación, dos o tres reparten la comida, mientras cuatro o cinco más van acercando la mercancía al mostrador. Detrás, se observan pilas de galletas, arroz, pasta y toda una serie de alimentos. Parece más una fábrica que un banco de donaciones. Todo está organizado y los voluntarios, a pesar del calor, no dejan de trabajar. Se hacen bromas entre ellos sin dejar de sudar la camiseta. "Vienes aquí y te sientes satisfecho de poder ayudar", explica uno de ellos. "La verdad es que nuestra mayor satisfacción", se sincera Serra, "es hacer de correa de transmisión entre los que se solidarizan con los más necesitados y los que necesitan de nuestra ayuda para poder vivir un poco mejor"

La idea del banco de alimentos le surgió a Jaume Serra cuando vio en televisión que en Madrid se había formado uno. "Soy una persona inquieta y al ver la posibilidad, pensé que en Valencia vendría muy bien una ayuda de este tipo. Me informé y vi que el banco formaba parte de un colectivo universal, los hay por todo el mundo", relata.

Sin contar con ningún tipo de ayuda, Serra se puso manos a la obra en 1995. "Empezamos en una pequeña planta baja que tengo yo en mi casa. Pero aquello se quedó pequeño y era evidente que necesitábamos cámaras frigoríficas para mantener mucha comida".

Así que decidieron comprar la nave industrial donde están ahora, pero como ninguna entidad financiera les dio un préstamo hipotecario como banco de alimentos, Serra tuvo que pedirlo a su nombre. "Lo estoy pagando con lo que gano de mi trabajo como constructor", explica. "Desde que estaba [Joan] Lerma en el poder, hasta la actual consellera de Bienestar Social [Alicia de Miguel], les he pedido ayuda a todos y no me han dado ni los buenos días. Todos te escuchan y te hablan de buenas intenciones, pero siempre se queda en nada". De momento, la única institución que les hecha una mano es el Ayuntamiento de la Pobla de Vallbona, que paga de un 15% a un 20% de los gastos. El resto, intentan cubrirlo con loterías y algunas ayudas particulares.

Poco para mantener todo el tinglado, según explica Serra. "Es poca cosa porque, por ejemplo, cuando instalamos las cámaras, el fabricante tuvo que esperar seis meses a cobrar. Además, estoy convencido que, si tuviéramos alguna ayuda, podríamos doblar las ayudas. Lo que ocurre es que hemos tenido que ponernos un límite porque no podemos endeudarnos más", se lamenta.

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