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Reportaje:

La nueva escena del Baix Llobregat

Viladecans apuesta por la cultura como motor de convivencia ciudadana

Que Cataluña está haciendo una apuesta importante en la ampliación de sus equipamientos teatrales es un hecho constatable por las inauguraciones que se van llevando a cabo año tras año y de ciudad en ciudad. Vista así, la inauguración de Àtrium Viladecans (Baix Llobregat) sería, en muchos sentidos, una noticia menor, que constataría simplemente el incremento del aforo global del teatro en España en 850 butacas (a las que se suman las 250 de la sala pequeña). En realidad, la noticia no está ni siquiera en el hecho de que el equipamiento del nuevo Àtrium sea equiparable al de los mejores teatros de Barcelona, como el Teatre Nacional de Catalunya, lo cual posibilita que pueda representarse allí cualquier tipo de espectáculo, por compleja que sea su maquinaria escénica. La noticia, en todo caso, está en el trasfondo político y sociológico por el cual un centro teatral y deportivo -en el que el Ayuntamiento ha invertido 13 millones de euros- puede llegar a convertirse en motor para la transformación de una ciudad.

"Viladecans era una ciudad por la cual nadie apostaba. Una ciudad típicamente metropolitana, con mucha inmigración, en la que hace apenas 20 años había calles que ni siquiera estaban asfaltadas". Así de tajante se muestra María Salmerón, la concejal de Cultura del Ayuntamiento de Viladecans, que en mitad del vestíbulo recibe, con sonrisa diáfana, a los invitados que han acudido a la inauguración del teatro. "El Àtrium es una auténtica apuesta por la cultura entendida como un espacio de convivencia. Un territorio que ya hemos explorado con otras iniciativas como la del Teatre al Carrer o el Festival de Músiques del Món".

En este sentido, Viladecans apuesta por un modelo que han venido ensayando desde hace algunos años otras ciudades industriales de Europa. Un modelo que hace de la cultura un elemento tanto de cohesión social como de regeneración e impulso cultural. El caso es que la apuesta de Viladecans se complementa con unas estupendas instalaciones deportivas y la biblioteca municipal, instalada justo frente a Àtrium. Todo ello supone, por una parte, integrar en la normalidad ciudadana el elemento cultural, y por otra consigue que este espacio sea un importante centro de atracción para la vida urbana.

Las dos salas me las muestra a la carrera Rafael Salinas, gerente de Àtrium y responsable de la programación, empeñado en mostrar personalmente las excelencias del teatro. Inmaculados, con olor a pintura, las baldosas casi demasiado brillantes, los espacios están en efecto perfectamente acondicionados. Con el nuevo teatro, que aspira a una programación que no se limite a los éxitos comerciales, Viladecans -ciudad de 60.000 habitantes- espera convertirse además en punto de atracción para otros municipios próximos de dimensiones tan respetables como Cornellà o Sitges. El verdadero reto, asegura Salinas comentando que ya ha agotado prácticamente las entradas para Paco Morán y Joan Pera (que estarán en Viladecans a mediados de octubre), es conseguir interesar al público con montajes de alto nivel cultural.

La inauguración tuvo su pregonero en la figura de Jordi Evole, guionista de El Terrat, y el espectáculo inaugural corrió a cargo de Dagoll Dagom, que presentó La Perritxola, un ingenioso juguete musical, pese a una adaptación teatral falta de fuerza de la opereta de Jacques Offenbach, que puso a prueba las buenas condiciones acústicas del teatro. Los primeros aplausos resonaron con fuerza en un teatro que quiere ser mucho más que un simple centro de ocio.

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