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Tribuna
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Contar y leer

Los ciudadanos han llenado las urnas y se han pronunciado con sus votos. Después de contarlos y cuantificar los apoyos de cada cual, es imprescindible leerlos, tratando de explicar y comprender el comportamiento de los electores y la voluntad que transmiten. Tras una dura confrontación entre los partidarios de la continuidad y los del cambio de mayoría, y en medio de un notable malestar de unos y otros, todos tendremos que seguir conviviendo. Los que tras el recuento de los votos han tenido motivos para celebrar su éxito y los que hemos sentido la decepción tendremos que leer juntos el sentido de los múltiples mensajes que han llenado las urnas. No debe haber sitio ni para la arrogancia ni para el abandono, ambos igualmente irresponsables. Las urnas han hablado, despejando algunas incógnitas y planteando nuevos interrogantes.

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Entre las incógnitas despejadas ha podido quedar claro que: 1) Los vascos han respondido y se han movilizado como nunca en unas elecciones autonómicas. 2) La coalición PNV-EA ha revalidado su política y ha sido la beneficiaria casi en solitario de estos últimos años, recuperando y reforzando su centralidad. 3) La estrategia de la alternancia combinada entre el PP-UA y el PSE-EE no ha conseguido sus objetivos. 4) Entre todos hemos derrotado en las urnas a los que apoyan o no condenan la violencia. 5) El nacionalismo en su conjunto, a pesar de su ligero retroceso relativo, ha mantenido su mayoría en la arena autonómica, reforzando su concentración moderada.

Si la reacción cívica contra la violencia ha servido para reforzar a las instituciones mediante la movilización electoral y la derrota de los violentos, la polarización y la confrontación de ambos bloques lo ha hecho para consolidar al polo que ha sido percibido como más moderado, coherente, seguro y útil. La radicalización de los discursos, la incertidumbre y la viabilidad de la alternancia, basada en una alianza compleja como la de los partidos autonomistas, han anegado sus objetivos políticos, mejorando sus apoyos electorales. El nacionalismo gobernante se ha beneficiado casi en solitario del desgaste político de EH, del voto útil de rechazo a la alternancia autonomista y de un voto moderado que ha preferido reforzar la estabilidad de la actual mayoría. El miedo y el vértigo a las consecuencias del cambio encabezado por Mayor Oreja no han convencido lo suficiente, por el contrario, a sectores igualmente moderados, deseosos de cambios en la política vasca y, muy particularmente, en Álava.

Sin embargo, quedan incógnitas importantes, tanto sobre las características del Gobierno como sobre las condiciones de la gobernabilidad. Entre ellas, las siguientes: 1) Cuál de las claves de su programa, soberanista o autonomista, va a inspirar la política del lehendakari. 2) Con qué apoyos va a contar la coalición PNV-EA para gobernar. 3) Qué política va a ofrecer el Partido Nacionalista Vasco a sus posibles socios para asegurar su apoyo y la estabilidad gubernamental. 4) Sobre qué bases y con qué condiciones se reconstruirá la unidad democrática frente a la violencia. 5) Cuánto va a pesar la gobernabilidad foral de Vizcaya y, sobre todo, Guipúzcoa, en la recomposición de las alianzas. 6) Cómo van a reaccionar los partidos de la oposición y qué lectura van a hacer de estos resultados. 7) Hasta qué punto va a haber frustración en los sectores cívicos más movilizados y sensibles ante la violencia. 8) Cómo van a normalizarse las relaciones políticas entre los partidos democráticos aliviando la tensión social.

Urge, por tanto, la concentración o la unidad democrática para concertar lo fundamental y urge una mayoría de Gobierno que lo haga con eficacia política y no se conforme con administrar un presupuesto. Decía que no es tiempo ni para la arrogancia ni para el abatimiento, porque, al fin y al cabo, todos los demócratas hemos mantenido nuestras posiciones electorales, aunque unos hayan perdido y otros hayan ganado en la competición por el Gobierno.

Ahora, a gobernar entre todos, sea desde el Gobierno o desde la oposición. Hoy, muchos ciudadanos tendrán más miedo y se sentirán más inseguros, y no será, simplemente, por la decepción de que los suyos no hayan ganado. La responsabilidad de tranquilizarlos es de todos y, sobre todo, de las instituciones democráticas, en las que deben de seguir creyendo y a las que han contribuido a legitimar con su generosidad. Dirimido el resultado de la competición, es de esperar que la responsabilidad política de los vencedores sepa entender y responder a la generosidad del compromiso y el coraje cívico de los perdedores.

Francisco José Llera Ramo es catedrático de Ciencia Política y director del Euskobarómetro de la Universidad del País Vasco (UPV).

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