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Tribuna
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Tres deseos

Querido futuro miembro del Parlamento Europeo:¡Felicidades! Va a ser mi representante en Europa, el garante de nuestra democracia. Como soy una persona modesta, sólo tengo tres deseos. Pero, antes de decírselos, ¿puedo confiarle algunos secretillos un tanto embarazosos? No me gusta admitirlo, pero no sé quién es usted, quizás porque fue seleccionado en una lista confeccionada por su partido, sin casi ningún influjo local. Y algo todavía más embarazoso: aunque, por supuesto, sabré qué partido habrá ganado las elecciones en nuestro país, no podré saber qué partido ha ganado en "mi distrito". Quizá no importe. No soy capaz de deducir de la campaña electoral qué defienden usted y su partido en las cuestiones de importancia a las que Europa debe hacer frente en el futuro y qué le diferencia de otros grandes partidos.

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Quizá desee usted compartir otro secretillo conmigo: que usted tampoco lo sabe. Y llego así a la más embarazosa de mis confesiones: como una mayoría del resto de los europeos, no voy a votar en estas elecciones. Quizá tampoco importe. ¿Cambiaría algo de lo sustancial que hoy ocurre en Europa que yo votara por usted o por su oponente?

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Éste es el primero de mis deseos: que la próxima vez que pida mi voto me diga por qué usted y su partido significan algo diferente para Europa. Es importante tanto para mí como para la democracia en Europa. A veces, los intelectuales tienen razón. El déficit político en los asuntos europeos es tan preocupante como el déficit democrático. Se dice que el principio de la reelección es la fuerza más potente en la política nacional. Haga que lo sea también en la europea. Usted es un político, ¡por favor, actúe como tal! Va a adquirir nuevos poderes, ¡utilícelos!

Mi segundo deseo es igualmente básico. Le ruego que le diga a sus colegas que dejen de hablarme de derechos, de cómo van a esforzarse para lograr que tenga más derechos y de cómo van a defenderlos. Los derechos son muy importantes, pero por el momento tengo los suficientes. Pero, como ciudadano europeo, ¡quiero poder! Poder para mí como individuo, para grupos de mi país, para nuestro Parlamento nacional, y no sólo para el Parlamento Europeo. De nuevo, los intelectuales tienen razón: el conocimiento y la información son la clave para el poder. Por lo tanto, ¿puede usted hacer de la transparencia el elemento más importante en la agenda de la reforma de la Unión? Con un poco más de transparencia no hubiéramos tenido que esperar 20 años para descubrir la corrupción en la Comisión. Con un poco más de transparencia podría quitarme de encima esa sensación de que algunos intereses poderosos tienen mayor acceso que otros a las decisiones europeas. ¿Promete usted fastidiar, importunar y censurar al poder hasta que Europa tenga una política y una ética de la transparencia que no sean un mero eslogan?

Finalmente, estoy seguro de que el euro es algo muy importante para Europa. También de que, a pesar de sus actuales problemas, tendrá un gran éxito y contribuirá a la fortaleza y prosperidad de Europa a largo plazo. Pero hemos comprado el euro a un precio elevado para nuestra democracia y puesto en peligro la tradición europea de una solidaridad social que nos diferencia favorablemente de, por ejemplo, Estados Unidos. Las instituciones que determinan la política monetaria de Europa escapan al control democrático normal. Y el Tratado de Maastricht hace de la estabilidad de precios (la lucha contra la inflación) su objetivo exclusivo. Así lo quisimos. Usted tiene un papel importante que desempeñar al respecto: el de recordar a aquellos que en Europa lo necesitan que sólo aceptamos la mitad del programa Thatcher-Reagan para la sociedad; esa parte que dice que debemos dejar que sea el mercado privado, y no el Estado, el instrumento principal para la creación de riqueza, y que una política monetaria relativamente rigurosa es una condición necesaria para un mercado sano. Pero nunca aceptamos la otra mitad de esa política que desdeña la tradición europea del Estado providencia y que llevaría a las autoridades públicas a abdicar de sus responsabilidades hacia los más débiles de la sociedad. La frontera entre lo que la Unión Económica y Monetaria significa y lo que no afecta al corazón de la identidad de Europa. Patrullar esa frontera debe ser una de sus tareas prioritarias. Suerte.

Joseph H. H. Weiler es titular de las cátedras Manley Hudson y Jean Monnet de la Universidad de Harvard.

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