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Cerebro, hígado y corazón, blancos de la cocaína en el cuerpo humano

En 1996 creció la demanda de tratamientos desintoxicantes

Distintos estudios han. intenta do poner de manifiesto hasta ahora que la cocaína, esnifada a grandes dosis, es la responsable de distintos grados de alteraciones mentales encontradas entre consumidores habituales Pero su relación con los accidentes cerebrovasculares también es un argumento clave para los profesionales de la medicina que empiezan a alertar sobre sus riesgos.Sin embargo, el aspecto más desconocido de este alcaloide natural, derivado de las hojas de coca, es que puede lesionar el hígado tanto o más que el alcohol, según las investigaciones que ha dirigido -de momento, a nivel experimental en ratones- María Cascales, jefa del Instituto de Bioquímica del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

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La capacidad de esta droga euforizante para atacar el hígado -el órgano encargado de depurar todo lo que le llega a través de la sangre- dependerá de varias circunstancias: de si ha soportado tratamientos con medicamentos, de las grasas que ha acumulado, de la edad y, sobre todo, de si tiene que soportar continuamente dosis elevadas de alcohol. "Y como no hay ningún heroinómano que no consuma alcohol a la vez, su hígado va a estar más predispuesto a padecer enfermedades que un hígado virgen", afirma Irma María Cascales.

Según la zona del hígado que elija la cocaína, el daño va a ser más o menos grave. Si un hígado ya está tocado, el alcaloide se fijará en su zona más rica: la zona periportal, la entrada por donde le llega todo. Por el contrario, si el consumidor tiene un hígado virgen, el daño se produce en la zona perivenosa, la última del escalafón.

El envenenamiento hepático también dependerá de la cantidad de tóxico que se consuma. Una raya diaria o dosis esnifada ocasionalmente -aproximadamente son 50 miligramos de cocaína- pueden no estropear en principio un hígado sano.

Pero tiene una trampa. Como hay que aumentar las dosis paulatinamente para conseguir el mismo efecto euforizante, el hígado se ve obligado a metabolizar a mayor velocidad. Y al final acaba dañándose, pudiendo desembocar en cirrosis. Lo difícil es calcular el tiempo que necesita este órgano para deteriorarse, reconoce la investigadora.

Sin dar la cara

"Pasa lo mismo con el alcohol. Es mejor una borrachera al mes que el consumo diario de un honrado padre de familia que empieza con una copa de anís, sigue con un vino y acaba el día con copas. Éste acabará tarde o temprano con su hígado", según Cascales.Curiosamente, otros experimentos aplicados en ratones a los que se les ha administrado heroína pura no desencadenan de una forma tan mecánica un deterioro hepático. Los ratones se quedaron impecables. "Pero la heroína presenta una adicción terrible", advierte la investigadora. A la hora de identificar la lesión, el hígado tiene una desventaja: cuando enferma no acostumbra a dar la cara.

Las dolencias que le afectan son degenerativas y, por tanto, difíciles de diagnosticar. "En los ratones, los efectos de la cocaína se ven hasta en el pelo, no hace falta ni abrirlos; pero en el humano son menos notorios y pueden pasar inadvertidos".

Sin embargo, hasta ahora, las investigaciones han puesto más interés en el conocimiento de los efectos de la cocaína en el cerebro que sobre el hígado. Y ,hasta finales de los años ochenta no se empezaron a estudiar. La investigadora del CSIC, que fue la primera mujer en ingresar en la Academia de Farmacia, opina que es porque, "desde el punto de vista social, los daños en el cerebro son más espectaculares y los primeros en aparecer".

Pero no hay que olvidar, señala la especialista, que, antes que por el cerebro, todo pasa por el hígado, "la cocina del organismo". Y lo que allí no se cuece sale en busca de otros órganos para refugiarse.

Casos llamativos

La cocaína ya es una vieja conocida en las urgencias hospitalarias y en las consultas de los cardiólogos. En especial cuando aparece relacionada con fallos cardiacos en consumidores de' temprana edad. "Son casos aislados, pero muy llamativos, porque son de personas muy jóvenes, que no tendrían por qué tener el corazón lesionado. Y he visto algún caso con 20 años", dice José Antonio Sobrino, jefe de cardiología del hospital La Paz, de Madrid.El efecto más frecuente de la cocaína en el corazón es, según este cardiólogo, la angina de pecho y el infarto de miocardio. "Hace que las arterias coronarias se constriñan, como un espasmo, y llegue mal el flujo sanguíneo al miocardio".

Si a esto se le añade el efecto típico de los estimulantes -aumento de la presión sanguínea-, el cóctel es explosivo. El consumo de cocaína continuado produce, además, una especie de miocarditis -inflamación del músculo del corazón- que provoca una disfunción en la contracción muscular.

Y en aquellos consumidores que ya padecían previamente alguna lesión coronaria, "la cocaína puede desencadenar una crisis, porque se le somete al corazón a una sobrecarga de trabajo", afirma Enrique Asín, jefe clínico de cardiología del hospital Ramón y Cajal de Madrid.

Sin embargo, las averías que puede ocasionar la cocaína en el corazón no dependen tanto de la cantidad que se consuma como del nivel de tolerancia del consumidor, añade Sobrino. "Y -tampoco quiere decir que todos los que esnifen cocaína vayan a padecer estos trastornos cardiacos", matiza.

El futuro de un corazón que ya ha dado alguna muestra de su intolerancia a este alcaloide "será mucho, mejor si la crisis no ha dejado lesiones en el corazón y se deja además el consumo de la droga", señala Enrique Asín.

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