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FERIA DE OTOÑO

Se bordeó la tragedia

No hizo más que salir el primer novillo y ya había un torero en el hule. El mismo novillo volteó a otro dos veces. Y aún continua ron los percances. La verdad es que se estuvo bordeando la tragedia, y si el saldo de enfermería se liquidó con una cornada grave la sufrió Carlos Pacheco- y una lesión de pronóstico reserva do -José Tomás-, en el fondo hay que felicitarse pues se llegó a témer lo peor.La cogida de José Tomás resultó especialmente dramática. Este excelente torero, triunfador el pasado domingo en Las Ventas, recibió al primer novillo con un aplomo propio de matador de alternativa. El novillo serio se le vénía andando, y le tendió con suavidad el capote para fijarlo. Al tercer lance, el animal metió inesperadamente la cabezada al bulto, prendió al torero por el abdomen, le volteó en lo alto, y cuando lo dejó, caía a la arena un cuerpo desmadejado e inerte.

Domecq / Tomás, Pacheco, Uceda

Novillos de Santiago Domecq, con trapío y encastados. 31 devuelto por inválido. Sobrero de Las Ramblas, con trapío, bravo.José Tomás: herido de pronóstico reservado al recibir al primero. Carlos Pacheco: estocada delantera y tres descabellos (aplausos y salida al tercio); pinchazo y estocada ladeada (silencio); pinchazo saliendo empitonado, estocada, rueda de peones -aviso con retraso- y dobla el novillo (vuelta qÍue da la cuadrilla); sufrió cornada grave en los testículos. Uceda Leal: cinco pinchazos -aviso- y estocada (silencio); estocada rueda de peones y descabello (escasa petición y vuelta); media y descabello (silencio). Plaza de Las Ventas, 26 de septiembre. 1ª corrida de feria. Cerca del lleno.

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Tres novillos se llevaban lidiados y la mayoría del público no perdía de vista la enfermería, por si había allí movimientos que pudieran ofrecer indicios de lo que pasaba dentro. Finalmente alguien dio el parte: "Ha sido sólo el golpe". Y corrió jubilosa la voz: ¡Sólo el golpe, sólo el golpe ... ! Como si se tratara de cualquier cosa. A veces los golpes son peores que las heridas. Se entiende el alivio, sin embargo,. pues tal cual sucedió la cogida, el torito podría haber rajado a José Tomás hasta las entrañas. En cambio el pitonazo que hirió a Carlos Pacheco al entrar a matar al quinto no pareció tanto, y resulta que el novillo le sacó de sitio un testículo.

Los alardes temerarios de Carlos Pacheco son como para escribir una novela. A ese toritotoro que había cogido a José Tomás, le inició la faena de muleta con el pase cambiado, el de verdad, aquél que prodigaba Antonio Bienvenida y una aciaga tarde en Barcelona le valió un cornadón casi mortal. El pase cambiado con la muleta plegada en la mano izquierda y, al llegar el toro a jurisdición, se le cambia por delante el viaje... Pero no quedó ahí, sino que citó Pacheco desde el centro del redondel y, además, de rodillas. Los pelos de punta se le puso a la afición y cuando el toro alcanzaba la pañosa a la velocidad de un tren expreso, y se rebozaba en ella, y se revolvía, y el torero continuaba de rodillas librando retador las acometidas, aquello era un terremoto.

Otros alardes temerarios menudeó Carlos Pacheco, entre ellos faroles y afarolados de rodillas, que no son la misma suerte: aquella va de capa, ésta de muleta. Y un estatuario en el que la guadaña del pitón le debió fundir los alamares; y entró en quites, y se marcó unas tijerillas. Se había llegado a Madrid Carlos Pacheco con la determinación de triunfar, al estilo de los novilleros antiguos, a quienes no importaba atropellar la razón en aras de una disyuntiva: o salir por la puerta grande o concluir en la enfermería. La valentía de Pacheco era incuestionable. Por eso no se explica que al interpretar las suertes fundamentales, fuera incapaz de quedarse quieto. Aguantaba firme el redondo o el natural, y al rematarlos, rectificaba los terrenos.

Algo similar le ocurrió a Uceda Leal, que instrumentó derechazos, naturales y trincherillas con una apostura, y una templanza fuera de serie, aunque sin cruzarse, la suerte descargada, renunciando a ligarlos. Se le, escapó el éxito, que le brindaban los novillos de Santiago Domecq.

La novillada entera, se incluye el sobrero de Las Ramblas, fue magnífica. Una novillada que no pudo lucir en toda su medida por culpa de esa harca salvaje que contratan para picar y sale a descuartizar. Acorralando a los novillos y apalancándoles el espinazo, los dejaban medio muertos. La casta les salvaba, no obstante, y se recrecían y acababan embistiendo con encastada nobleza.

.Un toreo hondo hubiera convertido la dramática tarde en maravilla, Ahora bien, los toreros no estaban por la labor. Los toreros prefieren hacer alardes temerarios, antes que parar, templar y mandar. ¿Será que lo verdaderamente difícil y arriesgado del toreo está en ejecutar con pureza las reglas del arte?

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