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Cesura

En ocasiones, durante este curso, vinieron personalidades españolas a dar conferencias en Harvard. No siempre fueron aburridas, pero, inexorablemente, se durmieron a razón de tres o cuatro asistentes por charla. El récord, dentro de lo que he podido constatar, correspondió, sin embargo, a un italiano especialista en el siglo XVII que dejó fritos a más de una docena de norteamericanos de edades distintas. Así como a los franceses les enseñan la técnica del exposé, a los americanos les adiestran en la práctica del speech. La primera encierra una voluntad de orden, la segunda es, ante todo, una estrategia contra el sueño.A estas alturas, no sería capaz de afirmar si el discurso es aquí fragmentario a causa de la influencia de la publicidad o si la publicidad y sus remedos han sido incorporados con una coherencia irremediable. En todo caso es presumible que esto conlleve importantes cambios en el cerebro.

No importa que se encuentre en pantalla un ministro o una madre que rompe a llorar por el suicidio de su hijo. En el instante correspondiente a la publicidad, cita que se cumple cada siete u ocho minutos, la escena pasa a unas alegres galletas que no se desmigan. El shock es inevitable, pero contribuye así a apartar el sueño. Ninguna emisora captaría publicidad si se le durmiera el público, y, a la vez, las emisoras llamadas públicas, con escasa publicidad, son las que menos audiencia captan. El asunto es que la publicidad, la fragmentación del argumento, el recurso a la anécdota inesperada, están tan presentes en la comunicación americana que deciden una cultura.

Al llegar aquí, algunos amigos me aconsejaron que a la pregunta de "¿cómo estás?" respondiera indesmayablemente "good". Si se contesta que estás regular y encima tratas de matizarlo, es posible que el interlocutor se desazone, dormite o termine por enviarte a los 45 minutos del psiquiatra. Cioran ha escrito que nadie es capaz de presenciar más de un cuarto de hora la desesperanza de otro sin llegar a impacientarse. Probablemente, el negocio de los comerciales y otras cesuras está basado en la amplia asunción de esta crueldad.

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