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Reportaje:

Prohibido en Argentina uno de los tangos de la "guardia vieja" por ser "prácticamente subversivo"

Que en Argentina, donde el tango es poco menos que una religión, se prohíba, o se "sugiera" que se abstenga de emitirse uno por la radio, y un tango de la guardia vieja, por añadidura, da la pauta de que todo empieza a ser aquí cabeza perdida, como en el poema de Kipling.

No hay indicación escrita, de momento; pero los jefes de las discotecas de las radios oficiales y privadas han admitido que, aunque no figura en la lista de músicas prohibidas este mes -la lista en cuestión se actualiza cada treinta días-, hay una "sugerencia" del Comfer, esto es, del máximo organismo rector de las emisoras de radio, para que no se dé el viejo y popular tango Cambalache, letra y música de Enrique Santos Discépolo, en cualquiera de las interpretaciones existentes. La "sugerencia" ha llegado a las disquerías, como llaman aquí a las tiendas donde se venden discos y casetes, que constelan la peatonal calle de Lavalle, una suerte de miniBroadway porteño a escala.La razón de la cuasi prohibición de un tango tan canyengue, tan incrustado en la mitología gardeliana, en la bohemia porteña -cada vez más periclitada, por cierto- es que su letra es "prácticamente subversiva por el inmenso escepticismo que emana de sus versos". Cambalache dice, entre otras cosas, que el siglo XX es un cambalache problemático y febril, "que el que no llora no mama y el que no afana es un gilí, que hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, colchonero, rey de bastos, maladrín y estafador". El tango recuerda que "todo es igual, nada es mejor: lo mismo un burro que un gran profesor (...) los ignorantes no han igualao, y es lo mismo el que labura (trabaja), noche y día como un buey que el que afana, que el que es cura o está fuera de la ley y el que vive de las minas (de las mujeres)". . .

El tango de Discepolín, como se llamó por autonomasia a Discépolo, uno de los grandes valores del tango, concluye que "allá en el horno", en el infierno, "se vamo (nos vamos) a encontrar", y que "hacete a un lao, que a nadie importa si naciste honrao". En las estrofas finales dice que "como en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches se ha mezclado la vida, vivimos revolcaos en un merengue y el mismo lodo, todos abrazaos", y luego eso de que la biblia está junto al calefón (el calentador).

Son muchos aquí ahora quienes piensan que el tango de Discépolo es la biblia -sin el calefón-, y que si el popular poeta levantara la cabeza comprendería que se había quedado corto. Estrofas de Cambalache se citan todos los días en el mercado, a la hora de pagar el alquiler de la casa -que se incrementa de acuerdo con el galopante coste de la vida y puede llegar a consumir un sueldo-, en la oficina, en las redacciones, incluso en la city -ante las pizarras de las casas de cambio, con la cotización del dólar y las otras divisas extranjeras- y el propio hogar, donde faltan cada vez más cosas, porque la vida éstá cada vez más cara y ya no hay sueldo que alcance.

La "sugerencia" de que se erradique Cambalache de las radios y las disquerías ha caído como una piedra en un estanque, y el diario Convicción -que pasa por reflejar los puntos de vista de la Marina de guerra- dijo editorialmente, nada más conocerse la "sugerencia", que podría conjeturarse que el Gobierno "se apresta a prohibir la desesperanza, la falta de fe y el escepticismo en cualquiera de sus formas, incluso en la de un tango clásico integrante de la cultura nación".

"Lo que no queda claro para los ciudadanos", dice irónicamente Convicción, "es si la supresión del pesimismo lírico tiene por objeto no acentuar el ya existente, con música o sin música, o si bien la medida tiende a que la amargura de los versos de Cambalache no empañe la alegría y felicidad generalizadas que se advierten por doquier".

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