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"El tratamiento que da la Constitución al medio ambiente está trucado"

El sociólogo navarro Mario Gaviria considera que la Constitución no protege adecuadamente el medio ambiente y, por tanto, preconiza una postura abstencionista para el referéndum del 6 de diciembre. Desde la perspectiva que le ofrece el ser autor de quince libros en torno a la defensa del espacio rural y urbano, enjuicia así el proyecto constitucional.Pregunta. ¿Le parece adecuado el tratamiento que da la Constitución a la defensa del medio ambiente?

Respuesta. Para mí la Constitución es un bote de humo, y a los ecologistas no nos gusta la contaminación. El tratamiento que da la Constitución al medio ambiente está trucado. El artículo 45 se limita a una mera declaración de buena voluntad. En realidad, el ecologismo no es sólo el medio ambiente, sino una concepción de la vida y de la sociedad. La Constitución es desarrollista, crecimiento económico a ultranza. Esta Constitución cierra todos los pasos para la democracia directa y asamblearia. También es prácticamente imposible el presentar un proyecto de ley que tenga en cuenta las minorías, ya que se requieren nada menos que 500.000 firmas para someter un proyecto de ley a referéndum, por ejemplo, las centrales nucleares, mientras que en Suiza, el país más capitalista del mundo, basta con 10.000 firmas para someter a referéndum cualquier proyecto de ley.

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P. Un texto destinado a regular el ordenamiento básico del Estado y exponer los derechos fundamentales, ¿debía haber ido más lejos en materia ecológica?

R. La Constitución establece tantas obligaciones o más que las libertades que dice otorgar. Por ejemplo, la Constitución obliga a todos, quieran o no ser españoles, a defender a España con las armas, a hacer el servicio militar o su sustituto, a trabajar, sin garantizar el pleno empleo, a la escuela básica, a pagar los impuestos, etcétera.

P. ¿Cuál es el aspecto más regresivo del proyecto constitucional respecto de la ecología?

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R. La Constitución es desarrollista, crecimiento económico a ultranza, como si la hubiera hecho sólo López Rodó en sus mejores tiempos con Carrero. La Constitución no garantiza como uno de los derechos humanos el derecho a un medio ambiente equilibrado y sano, se limita a decir algo parecido a lo que decía la Constitución de 1812; aquello de que «los españoles serán buenos y generosos...».

A los ecologistas por definición no les gusta el estado centralizador y todopoderoso, y en la pugna entre el Estado y el pueblo están junto al pueblo.

P. Las comunidades autónomas a las que la Constitución faculta para asumir, la gestión en materia de protección del medio ambiente, ¿podrán paliar ellas imprecisiones y errores?

R. Pienso que no. El Estado central se reserva poderes definitivos y autoritarios sobre los principales elementos que los ecologistas desean autogestionados y descentralizados, es decir, las decisiones finales sobre grandes ríos interregionales y trasvases de agua, grandes centros productores de energía y el transporte de la electricidad (léase la verdad, es decir, las centrales nucleares) ante las que los afectados no podrán constitucionalmente hacer nada dentro de la legalidad. El Estado se reserva toda la legislación básica sobre minería, bosques y el resto de los recursos naturales básicos, por lo que hace imposible esta Constiución la llegada de una sociedad ecológica futura.

P. En consecuencia, con esto parece claro que no votará sí.

R. Me abstendré porque, entre otras cosas, ésta ha sido una Constitución redactada bajo el miedo. Un auténtico proceso constituyente es consecuencia de la soberanía del pueblo, y una Constitución no es válida si es redactada y aprobada bajo amenaza de golpe militar latente. Me abstendré también porque en España hay una serie de grupos sociales que no han sido todavía recibidos ni por Suárez ni por el Rey y que tampoco tienen cabida en la Constitución. Por ejemplo, las asociaciones de vecinos, que la Constitución se carga legalmente al no ser admitidas al mismo nivel que los municipios o las provincias, en el caso de los barrios. Los mismo sucede con los feministas, los homosexuales, los gitanos y quinquis, los agricultores, la Copel.

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