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Djokovic, un lobo de madrugada, pero, ¿medio lleno o medio vacío?

El número uno firma una memorable reacción ante Musetti, doblegado en cinco mangas y tras 4h 29m, pero vuelve a generar dudas en dirección a los octavos

Djokovic celebra el triunfo contra Musetti en la central de Roland Garros.
Djokovic celebra el triunfo contra Musetti en la central de Roland Garros.Gonzalo Fuentes (REUTERS)
Alejandro Ciriza

Eran las 3.06 de la madrugada cuando Novak Djokovic, modo lobo, aullaba en la central de Roland Garros después de atrapar una sufridísima victoria contra Lorenzo Musetti, fantástico el de Carrara hasta que el episodio entró en la zona Nole; esto es, cuando a la gran mayoría empieza a fallarle las fuerzas y se le encoge el brazo, el serbio se crece y procede: de la angustia a un demoledor parcial de 10-1, de los vértigos y de verse fuera a la grandeza y a estar ahí otra vez, infinitamente posicionado, ya en los octavos de Roland Garros. 7-5, 6-7 (6), 2-6, 6-3 y 6-1, después de 4h 29m. ¿Qué esperar de él?

“Quiero dar las gracias a todos vosotros, al público y a todo el mundo que se ha quedado hasta estas horas. He escuchado que es el partido que más tarde ha acabado aquí [el límite lo fijaba el Nadal-Sinner de 2020, entonces resuelto a las 1.26], así que estoy encantado de ser parte de la historia”, agradecía el número uno, que no da puntada sin hilo y además de haberse convertido en el nuevo plusmarquista de la noche parisina, cazaba otro récord, este todavía de mayor valor; con 369 victorias, las mismas que registró el suizo Roger Federer antes de su retiro, ya es el tenista con el registro más elevado en los Grand Slams.

A Djokovic no le quedó más remedio que intervenir cuando el foco de París ya estaba en las brasseries del centro. Noctámbulo a la fuerza, debido al pequeño desaguisado que ha originado la lluvia esta edición, saltó a la pista a las 22.40 de la noche, cuando debería haberlo hecho hacia las 20.15. La organización, sin embargo, recolocó el partido entre Bergs y Dimitrov —aplazado el día previo por el agua— en la central y ahí comenzó el enredo que acentuó después él mismo, al no ser capaz de sellar el desempate del segundo set y sumirse en uno de esos remolinos en los que cae de vez en cuando.

En cualquier caso, escapó del lío con una majestuosa reacción final que le guía hacia el choque del lunes con el argentino Francisco Cerúndolo. “Es imposible irse a dormir ahora con toda esta adrenalina, así que, si alguien monta una fiesta, ¡me apunto!”, bromeaba antes de retirarse de la pista, aplaudido por los presentes y también por su esposa y los miembros de su equipo, a los que reclamó varias veces ayuda en busca del volantazo que finalmente se dio; pero, esta vez, nada de malos modos. Sencillamente necesidad pura y dura.

Del apuro a “la gran ola”

“He estado en verdaderos problemas. Hubo momentos en los que no sabía qué hacer… Realmente han sido los aficionados los que me han aportado la energía necesaria para remontar. Cuando empezaron a corear mi nombre, me convertí en un tenista distinto”, exponía a los periodistas que aguardaban sus respuestas en una improvisada zona mixta, mordiéndose la lengua —”tengo mi opinión [sobre el horario], pero no quiero entrar en esto; hay cierta belleza en ganar a estas horas”— y asegurando que, en la recta final del pulso, había sentido una sensación similar a la de “surfear una gran ola”.

Djokovic, pues, ya se ha adentrado en la zona franca del torneo, pero de esta última aparición se extrae una doble lectura. Los hay quienes anteponen la exhibición final de músculo, esa capacidad para rehacerse y voltear las cosas tan suya; pero, al mismo tiempo, están esos otros que siguen insistiendo en el difícil momento por el que atraviesa el balcánico, prácticamente irreconocible en un curso en el que todavía no ha alzado ningún título y que guerrea ahora en el Bois de Boulogne convertido en una verdadera incógnita, un día más a trompicones y con susto de por medio. La dinámica del presente.

Al aterrizar en París, el jefe del circuito —expuesto estos días a la pérdida del trono, en favor del italiano Jannik Sinner— deslizó una frase que pasó inadvertida, pero que describe la realidad del momento, enigmático a más no poder. “Son varias cosas las que han sucedido en los últimos meses, pero no quiero entrar en eso. Espero que lo entiendan. Es solo que no quiero abrir la caja de Pandora y hablar de eso”, afirmó misterioso, diciendo sin decir. Por eso, y por la extraña secuencia firmada esta temporada, la pregunta flota en el ambiente: ¿Ante qué Djokovic estamos hoy? ¿Medio lleno o medio vacío?

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.
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