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Mundial de Fútbol
Tribuna
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México en Qatar: el meme de Spiderman

Una vez más, el tricolor jugó contra sus propios fantasmas y no contra Polonia, y ahora debe enfrentar una Argentina dolida y en estado de emergencia

El mediocampista Luis Chávez se arrodilla después del partido contra Polonia.
El mediocampista Luis Chávez se arrodilla después del partido contra Polonia.Mohamed Messara (EFE)

El himno que estremece, el Chapulín Colorado en las tribunas, el ingenio que se vuelve viral —un aficionado que recorre Doha con una bocina gigante para reproducir el tradicional ‘se compran colchones, tambores, refrigeradores…’—, los miles de kilómetros recorridos para ver a su selección en cualquier rincón del mundo, la venta millonaria de camisetas, el arrastre comercial… México parece tener todos los elementos que necesita para destacar, para convertirse en una de las selecciones más llamativas en cualquier evento. Pero carece de la capacidad más importante para trascender en un Mundial: la de imponerse con categoría en los partidos en los que debe hacerlo. El rival más complicado para el seleccionado mexicano ha sido siempre su propio reflejo. En términos de memética —el segundo o incluso primer idioma oficial del país—, podríamos pensar en la selección nacional como aquel meme de los tres hombres araña apuntándose entre ellos, cada uno con una camiseta oficial distinta, respondiendo a la pregunta de quién es el culpable.

La jornada mundialista no comenzó a las 10 de la mañana de México con el partido ante Polonia: comenzó con la sorpresiva derrota de Argentina frente a Arabia Saudita. No solamente en el Cono Sur se madrugó. En México desde muy temprano se prepararon los chilaquiles, los tamales y una que otra michelada. Algunos para mitigar la ansiedad con carbohidratos, otros para llegar al examen del sábado con los apuntes en limpio y un poco más de calma. El fútbol, que siempre encuentra metáforas en el mundo animal, en el amor o en el cine, respondía en este ritual cíclico a la descripción precisa de una amiga: “Ver a México cada cuatro años es como volver a juntarte con tu ex tóxica que te pidió perdón y dice que cambió, pero te va a volver a engañar en la primera fiesta…con tu mejor amiga”.

Una vez más, México jugó contra sus propios fantasmas y no contra Polonia, que por momentos parecía no adormecida en su propia área. Es verdad, hubo algunas transiciones y contraataques que complicaron a la selección mexicana pero nada como para escribir a casa con preocupación.

México, en cambio, logró hacerse de la tenencia de la pelota —un elemento clave para el tricolor— aunque después no pudiera hacer mucho con ella. Faltó la definición, la aparición punzante de algún futbolista que se destacara y tomara la decisión adecuada. Alexis Vega e Hirving Lozano lucieron en el último tercio de la cancha pero su velocidad, desbordes y trato de balón se convierten en conceptos anecdóticos cuando nadie aparece para mandar la pelota al fondo. Mucho ruido y pocas nueces, en lo micro y en lo macro.

Luego de una primera mitad esperanzadora, vinieron los problemas. Después de algunos avisos en el primer tiempo, llegó nuevamente una pérdida de balón crucial. En los primeros 45 tanto Herrera como Sánchez habían entregado la esférica en ocasiones clave y en esta ocasión la responsabilidad sería de quien quizás más se espera en este mundial: Edson Álvarez. Falta de Moreno, revisión en el VAR (ese poderoso receptáculo de frustraciones colectivas) y penal en contra de México. Los espíritus no se quedaron en Barcelona y viajaron hasta Catar con Robert Lewandowski, quien envió por telégrafo la localización de su disparo para que Guillermo Ochoa se convirtiera, una vez más, en el héroe nacional. Llanto, emoción y entrega, esa que agradece y promete cualquier cantidad de mandas pero no aquella que estalla como con un gol. Por ello los delanteros son siempre las grandes estrellas de este deporte, porque son aquellos que aprietan ese otro botón, el que desata la locura del triunfalismo y no la de la sobrevivencia.

Es ese tal vez el departamento más preocupante en la muy cuestionada gestión de Gerardo Martino, quien se ha decantado por delanteros que no han convencido al público. Por un lado Raúl Jiménez, quien entró de cambio y tuvo poca lucidez; y sobre todo por Rogelio Funes Mori, quien con su presencia ha avivado el debate sobre la participación de futbolistas naturalizados en la selección y hoy no entró al partido a pesar de que el entrenador dijo que estaba en mejores condiciones que otros colegas, como el ausente Santiago Giménez.

Sin la tarea hecha frente a la selección que en apariencia era más parecida a su nivel, México deberá enfrentarse ahora a una Argentina dolida y en estado de emergencia. El reencuentro con la ex está cumpliendo con todos los elementos marcados en el guión. La venta de pelucas y citas para hacerse la permanente en homenaje a Paco Memo seguramente irán a la alza, aunque con eso no alcance para ser campeones en fútbol, pero sí en chistes y creatividad.

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