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Perder ocho kilos por estrés: el precio de salvar a tu equipo

Fulgencio Angosto: “En 2015 nos tocó luchar por la supervivencia del FC Cartagena. Ahora recorro España con mi familia siguiendo al equipo porque creemos en el turismo vinculado al deporte”

Mi historia con el FC Cartagena comienza, como la de muchos otros aficionados, con las excursiones dominicales al estadio, agarrado de la mano de mi padre y de mi abuelo. Lo más singular de mi caso, quizá, es la envergadura de mi compromiso con esos colores. A finales de los ochenta, con solo 18 años, fundé una primera peña. En 2007 creé la primera federación de peñas del club, que presidí hasta hace poco. En 2009 seguí al equipo en todos sus desplazamientos ligueros (excepto a Las Palmas). Y en 2015 me tocó afrontar la situación más complicada como aficionado efesista: ponerme al frente de una plataforma de aficionados para salvar a una institución que ese año entró en concurso de acreedores.

Fue una época muy difícil para el club y también para mí porque me impliqué a fondo para evitar su desaparición. Cada una de las horas en las que no estaba en mi puesto de trabajo como administrativo en Navantia las dediqué a buscar soluciones, a reunirme con gente, a movilizar a otros aficionados. Casi no pasaba por casa. Falté al cumpleaños de una de mis hijas e incluso puse dinero de mi bolsillo para la causa. Estaba tan preocupado que llegué a perder ocho kilos durante esos meses de incertidumbre.

Por suerte, la situación se resolvió felizmente. Una nueva propiedad, la actual, se hizo con las riendas del equipo y logró en pocos años una doble victoria que parecía imposible: sanear sus cuentas y devolverlo a LaLiga SmartBank, donde esta temporada está rondando puestos que dan acceso a los Playoffs de ascenso.

Fulgencio Angosto junto a su mujer y sus dos hijas con bufandas y camisetas del FC Cartagena.
Fulgencio Angosto junto a su mujer y sus dos hijas con bufandas y camisetas del FC Cartagena.Fulgencio Angosto

En todo este tiempo nunca dejé de apoyar al equipo, tanto en casa como fuera. Con mi mujer y mis dos hijas, que ahora tienen 18 y 21 años, nos encanta recorrer la geografía española con nuestras bufandas y nuestras camisetas blanquinegras. Yo, de hecho, soy un firme defensor del turismo vinculado al deporte. Cuando salimos de viaje nos consideramos embajadores de nuestra ciudad y por eso siempre aprovechamos para hacer amistades y hablarles bien de Cartagena.

El fútbol, en resumidas cuentas, es nuestro modo de vida. Una pasión inalterable de la que no me apartó ni un ictus que sufrí durante la pandemia.

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