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Cómo convivir armoniosamente con un hijo del Atleti y una hija del Madrid

Mario Velasco: “Al salir de un partido en el Vicente Calderón en 2015, Mario, mi hijo, me dijo la fatídica frase: “Papá, a partir de hoy soy del Atleti’”

Si hay partidos que te cambian la vida, el mío sin duda fue un Atlético de Madrid-Real Madrid de abril de 2015. Ese duelo en el antiguo Vicente Calderón marcó el comienzo de un cisma futbolístico en la familia que separó a mis hijos en dos bandos: el colchonero y el madridista. Bien avenidos, sí. Pero irreconciliables.

Mario Velasco junto a sus dos hijos, Mario y Diana.
Mario Velasco junto a sus dos hijos, Mario y Diana.M.V.

Todo se desencadenó porque mi hija, Diana, entonces de seis o siete años, fue una de las niñas elegidas para salir de la mano de los jugadores en ese encuentro de Champions League. Como en casa siempre fuimos del Real Madrid, ella iba con la ilusión de cogerle la mano a Cristiano Ronaldo, la estrella blanca. Sin embargo, le tocó acompañar a Koke, el capitán rojiblanco.

Imagino que estaréis pensando que después de estar tan cerca de uno de los emblemas del Atlético, de tener esa vista impresionante desde el césped de la afición rugiendo, se pasaría al eterno rival. Pero no fue así. Ese episodio no la desvió ni un milímetro de sus convicciones. En realidad, mientras esperábamos a que Diana subiera a la grada después del himno para ver el partido, el que estaba experimentando una especie de conversión fue mi otro hijo, Mario.

En los prolegómenos ya me di cuenta de que algo le estaba sucediendo. Las bengalas, los cánticos, el empuje de la gente. Todo lo miraba como ojiplático. Y ya cuando nos sentamos en nuestras localidades y vio ese estadio que casi temblaba de tanto fervor, que no desfalleció en ningún momento de los 90 minutos, se quedó maravillado. El partido acabó 0-0 y al salir me dijo la fatídica frase: “Papá, a partir de hoy soy del Atleti”.

Ha pasado ya bastante tiempo desde aquello, él ahora tiene 14 años, y sigue en sus trece. Algunas veces, en cachondeo, le digo que aún está a tiempo de recapacitar y me lo llevo a la peña madridista de Rivas, la localidad madrileña donde vivimos. Otras, me he prestado incluso para acompañarle al Cívitas Metropolitano para que pudiera ver a sus admirados Griezmann y Oblak.

Haga lo que haga creo que a estas alturas ya no le voy a cambiar. Y tampoco me parece tan mal, la verdad.

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