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Ona Carbonell: “Mis padres me pidieron, llorando, que lo dejara 5.000 millones de veces”

La mujer con más medallas en la historia de los mundiales de natación se retira. Lo hace preocupada por la salud mental de los deportistas tras sufrir a Anna Tarrés y dispuesta a concienciar sobre la maternidad real y la conciliación

Ona Carbonell, en la terraza del Hotel Only You de Atocha, días después de anunciar su retirada. Foto: ÁLVARO GARCÍA
Nadia Tronchoni

Creció obsesionada con tener unos empeines curvos, cual bailarina, y unas piernas que no se arquearan. Le pedía a su madre que se las atara a la altura de las rodillas para corregir esa imperfección mientras dormía. Así es Ona Carbonell (Barcelona, 32 años). Pertinaz. La mujer con más medallas en la historia de los mundiales de natación se retira. Lo hace con algún que otro mensaje, preocupada por la salud mental de los deportistas y por la equivocada idealización de la maternidad.

Pregunta. ¿Cómo acaba una niña de hace 20 años haciendo natación sincronizada cuando nadie sabía qué era eso de la sincronizada?

Respuesta. Por Menorca. Me pasaba los veranos dentro del mar. Mis padres dicen que no me sacaban del agua ni para ir a comer. Aunque, no sé muy bien cómo acabé en la piscina. Entonces, no sabíamos nada de la sincro. Pero lo probé y me enamoré.

P. Ya está retirada, ya ha salido de la piscina, ¿qué es lo que más echa de menos?

R. Al equipo, ese componente humano tan intenso del día a día y esa sensación de estar peleando por un reto tan guay. También la adrenalina de la competición. He renunciado a muchas cosas, pero lo que te da el deporte de alta competición es muy único. Aunque hay otras cosas que no añoro en absoluto. Ahora miro a mis compañeras y pienso: buah, qué duro.

P. A los deportistas, cuando se retiran, no se les queda muy buen cuerpo. ¿Cómo se siente?

R. Estoy bien. He tenido suerte de no tener muchas lesiones, ninguna de ellas, grave. Y como la sincro es un deporte sin impacto, no llegas a sentir el cuerpo dolorido. He de decir, sin embargo, que ahora hecho de menos tener agujetas.

P. Ahora que ya no es su día a día…

R. Me gustaría tener agujetas de vez en cuando. Con la maternidad, no encuentro tiempo para hacer deporte. Y me siento mal. Tengo la barriga fatal, celulitis y he perdido todo el músculo. De peso estoy bien, pero estoy fofa. Y no encuentro un momento para hacer deporte. Priorizo el trabajo (los 15 trabajos que tengo) y viajo mucho. A veces, veo a mujeres que acaban de parir, que están estupendas y que aparecen maquilladas y perfectas… Yo tuve un parto de 24 horas y otro de 30. Y, oye, vamos a ser reales con la maternidad y con todas sus etapas. Yo, casi un año después de dar a luz, no estoy bien. Y veo a gente que después de tres meses está estupenda.

P. ¿No será que siempre creemos que la otra está mejor que nosotras, aunque no sea así?

R. Es que las redes sociales hacen mucho daño. Por eso yo, que soy deportista de élite y que he tenido un buen cuerpo, cuando me preguntan: respondo. Y no, no tengo el cuerpo que tenía; si no entrenas y sin profesionales que te ayuden, el cuerpo es el que es. Después de tener a Kai, me quedé estupenda, pero porque me preparé para ir a los Juegos de Tokio. ¡Me entrenaba diez horas al día, solo faltaría! Pero ahora no hago ni el huevo.

P. ¿Qué era lo más duro de pasarse horas y horas en el agua?

R. El frío. Desde pequeña me autodiagnostiqué criofobia, fobia al frío. La temperatura del agua en la piscina es de unos 27 grados; pero a la hora de estar a remojo, con una humedad constante, la temperatura corporal desciende. Incluso en un jacuzzi, a 33 grados, acabarías pasando frío si te pasas cinco horas ahí dentro.

P. Durante su acto de despedida hizo referencia, aunque sin citarla, a su exentrenadora Anna Tarrés. Habló de unas condiciones de trabajo que afectaron a su salud mental y a la de sus compañeras.

R. De todas mis entrenadoras he aprendido muchísimo, incluso de Anna aprendí mucho. Pero no todo fue bueno. Cuando tú lideras a un grupo de mujeres, muchas de ellas jóvenes, menores de edad incluso, que viven fuera de casa, y solo de ti depende que vayan a unos juegos olímpicos, tienes un control y un poder tan absoluto que debes ir con mucho cuidado. Para mí, el método no era el adecuado. Nunca me quejaré de la exigencia que sentí dentro del agua o en el gimnasio, de las horas o del esfuerzo. Siempre he sido trabajadora. Pero he visto a muchas compañeras sufrir y tener problemas de salud mental que les acompañan todavía hoy, a sus 30 y 40 años. Eso me parece intolerable. A mí, mis padres me pidieron, llorando, que lo dejara 5.000 millones de veces. Los dos son médicos y temían por mi salud, y eso que no les contaba ni la mitad. ‘Después de todo el esfuerzo, de todo el sufrimiento, no me pidáis que renuncie’, les decía. Es un pez que se muerde la cola.

P. Cuando la federación destituyó a Tarrés algunas exnadadoras denunciaron haber sido maltratadas, extremo que ella siempre negó. ¿Entre la exigencia máxima y el maltrato, dónde hay que poner la raya?

R. Es difícil. Hay maneras y maneras de hacer las cosas. Yo creo que se pueden lograr éxitos y ganar medallas de otra manera. He alcanzado el récord de medallas y he ganado metales en mundiales y europeos con otra metodología. Creo que es importante valorar a la persona, entender las circunstancias de cada uno.

P. Tarrés logró poner a la sincronizada española entre las mejores del mundo, la revolución generacional y la agitación en el equipo nacional han dificultado volver a esas cotas de excelencia.

R. Es innegable lo que consiguió Anna para la sincro española, pero la clave es cómo. El fin no justifica los medios. Además, después de ella se han conseguido grandes cosas también: se han ganado siete medallas en los mundiales de Barcelona, se ha ganado en un Europeo, se han alcanzado los diplomas en los Juegos… Pero hemos vivido un cambio generacional y también cambios en el propio deporte. Además, asumo que según cómo aprietes a las deportistas es más fácil sacar resultados. Es mucho más difícil para un entrenador valorar al deportista y ayudarlo a crecer sin presionarlo al máximo. Eso influye.

P. ¿Sigue pasando?

R. Sí, se han visto más casos como el que vivimos aquí, en México, en Canadá… El deporte está cambiando mucho, pero hay disciplinas como la sincro o la gimnasia en las que se ven recurrentemente historias similares, como la de Rita Mamum [la gimnasta rusa, cuyo calvario narra el documental Over the limit]. Viendo el documental lloré en varios momentos porque lo que vi me recordó a algunos episodios vividos en la piscina. Situaciones como las que se ven en ese documental siguen pasando, en muchos países y en muchos deportes, por eso en mi despedida quise poner en valor que la salud mental debe estar por delante.

Ona Carbonell posa tras la entrevista.
Ona Carbonell posa tras la entrevista. Álvaro García

P. Ya en 2021 tuvo que viajar a los Juegos de Tokio, en plena pandemia, sin su hijo Kai, de un año de edad y que se alimentaba de lactancia materna. ¿Cómo vivió aquellos Juegos?

R. Fue más duro el antes y el después, que el durante. Meses antes me puse a sacarme leche para dejar tomas suficientes en mi ausencia; llené el congelador de leche. Cuando asumí que Kai no podía estar allí conmigo me concentré disfrutar de estar en unos juegos olímpicos. Pero fueron unos juegos muy extraños, sin público, con mascarillas… todas estábamos más preocupadas por no dar positivo que por la competición en sí.

P. Su caso sirvió para visibilizar un problema, el de la conciliación en el deporte de élite. ¿Qué medidas pretende impulsar desde la Comisión de Maternidad y Deporte?

R. Reivindicamos que la maternidad y el deporte de élite sean más reales; y estamos intentando, con Alejandro Blanco, presidente del COE, y con otras deportistas que también han sido madres, como Maialen Chourraut o Teresa Perales, que salgan adelante algunas medidas. Hemos escrito una carta a los Reyes Magos. Nuestras prioridades son tener guarderías en los centros de alto rendimiento y salas de lactancia; poder llevar a los niños de hasta 18 meses a las competiciones y tener allí a cuidadores para ellos; contar con profesionales para el embarazo y el postparto e intentar que esos fisios, entrenadores o preparadores físicos especializados en temas como el suelo pélvico estén incluidos en las becas, por ejemplo. Contar también con asesores de lactancia. Yo me mareaba constantemente en los meses previos a Tokio: me acaba de sacar 300 ml de leche y me tiraba a la piscina. Necesitas ayuda profesional.

P. Ganó más medallas de nadie en la natación española, ganó Masterchef y ya terminó sus estudios de Diseño de Moda. ¿Hacia dónde se encamina su futuro?

R. Tendré que empezar a enfocar, porque hago cosas muy variopintas, pero ahora que después de 10 años por fin soy diseñadora: he creado mi propia marca, con una línea de bañadores.

P. ¿Cuánto tardará en volver a tirarse a una piscina?

R. Nada. He colgado el bañador, pero solo el de competición. No puedo vivir sin meterme en el agua, no sé estar sin ingravidez. Me he apuntado a la piscina municipal y he cambiado a las deportistas de élite por mujeres más mayores y bebés, que es lo único que tengo alrededor. Voy muy de vez en cuando. Pero cuando voy y no hay mucha gente hago algo de sincro, que tengo mono.

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Sobre la firma

Nadia Tronchoni
Redactora jefa de la sección de Deportes y experta en motociclismo. Ha estado en cinco Rally Dakar y le apasionan el fútbol y la política. Se inició en la radio y empezó a escribir en el diario La Razón. Es Licenciada en Periodismo por la Universidad de Valencia, Máster en Fútbol en la UV y Executive Master en Marketing Digital por el IEBS.

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