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Pista Libre
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El Barça despacha por fin sus fantasmas

El equipo que solía ganar casi todo se acostumbró a perder, por lo general, donde más evidente se percibía la decadencia

FC Barcelona - Real Madrid
Luka Modric y Frenkie de Jong durante el Clásico de la Liga en el Camp Nou, el domingo.AFP7 vía Europa Press (AFP7 vía Europa Press)
Santiago Segurola

Cada jornada es un mundo en el fútbol, pero algunas son especialmente sustanciales. Con 12 partidos por delante, el Barça es campeón in pectore. No se discute, no se escucha el hay Liga por ninguna parte. Venció al Real Madrid y ha abierto una brecha de 12 puntos, diferencia que jamás se ha volteado. El Valencia, que a estas alturas del 2004 figuraba en segunda posición, a siete puntos del Madrid, remontó y se proclamó campeón. Es el mayor margen remontado hasta ahora.

Estamos ante una de las temporadas más sorprendentes de la historia, tanto por la luz que arrojan los datos como por los protagonistas de la película. Produce vértigo hablar a mediados de marzo del ganador del campeonato, que termina dentro de dos meses y medio, el 4 de junio. En este siglo y a estas alturas de la Liga, no existen noticias de una distancia tan grande entre los dos primeros clasificados. Es un océano en toda regla.

Se podría pensar, por tanto, en un líder de época, de equipo de magnitud histórica, de los que no dejan ni una miga en la mesa, pero cuesta referirse en estos términos al Barça actual, eliminado en la primera fase de la Liga de Campeones y en el ingreso a la Europa League, sometido a toda clase de miserias, de las deportivas a las institucionales. Una de ellas, el caso Negreira, ya pesa como un elefante sobre el club.

La realidad se impone, pese a todo. El vulnerable Barça que patina repetidamente en Europa, encabeza la Liga con unos números prodigiosos. Con la proyección de su promedio de puntos (2,61 por partido), alcanzaría una cifra final de 99,5, frontera que sólo ha superado una vez en su historia. En la temporada 2012-2013, dirigido por Tito Vilanova, sumó 100 puntos. Era el imperial Barça de Messi, Iniesta y Xavi, nada menos. Nadie se atrevería a comparar esta edición del equipo con aquella, pero el mérito no se discute. Al fin y al cabo, su distante perseguidor es nada menos que el campeón de Europa, decidido a preservar la corona por lo que vimos en Anfield. Por lo que se vio en el Camp Nou, el Madrid es un equipo atascado, sometido a un complejo proceso de transición generacional y empeñado en un clamoroso caso de monocultivo. Su dependencia de Vinicius se ha vuelto adictiva.

La victoria del Barça arrojó una lectura novedosa, quizá decisiva para restablecer el empaque perdido. Por primera vez en años, el Barça ganó el partido que obligatoriamente tenía que ganar. No una final de la Supercopa, ni una de Copa, no un buen encuentro cualquiera, sino el partido con mayúsculas. Su aparatoso derrumbe se explica menos por la incapacidad de conseguir los grandes títulos como por sus repetidas hecatombes, un historial de destrozos marcado por escenarios (Olímpico de Roma, Da Luz, Anfield, Allianz Arena, San Siro, Old Trafford) y rivales: Roma, Liverpool, Bayern, Benfica, Inter y Manchester United.

El equipo que solía ganar casi todo se acostumbró a perder, por lo general donde más evidente se percibía la decadencia. No se permitió una nueva tragedia en esta ocasión. El partido midió más su espíritu que su juego. Mereció la victoria porque le urgió más que al indolente y plano Madrid de la primera hora. Rechazó el desánimo del temprano autogol y remontó, inexistente dato de carácter en las últimas temporadas del Barça. No deslumbró, cometió errores y en los últimos minutos se enredó en un plan que beneficiaba al Real Madrid, pero sus virtudes fueron superiores a sus defectos. Se enfrentó al Madrid y a un dilema: la Liga o el drama. El Barça despachó sus fantasmas y agarró la Liga.

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