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Alienación Indebida
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El clásico en una maleta

Este Barça zarandeado por los escándalos necesitará la tierra para dejarse tragar o enterrar, de nuevo, al máximo rival

real madrid - barcelona
Xavi Hernández, durante la rueda de prensa previa a la semifinal de Copa del Rey entre Real Madrid y Barcelona.PAU BARRENA (AFP)
Rafa Cabeleira

A pocas horas de una nueva entrega del clásico, Xavi Hernández asegura estar eufórico: sus motivos tendrá. No suena eufórico. No luce eufórico. No se le intuye eufórico. Nos creemos que está eufórico porque él mismo lo dice —se conoce como nadie— y porque discutir según qué afirmaciones no aporta beneficio alguno salvo a los amantes del sadismo. “Me pone ir al Bernabéu”, insiste el entrenador del Barça.

A mí, que apenas lo conozco de nada —lo amé en la distancia, sí, y fui feliz acumulando grandes recuerdos al son de su batuta—, Xavi Hernández me recuerda al tipo aquel que “bailaba sin soltar de la mano una maleta con tierra para su propia sepultura”. Así eran los personajes del Savoy, el tugurio que se inventó José Luis Alvite para no tener que lidiar en exceso con la realidad. Y así es también este Barça zarandeado por las herencias, las deudas, las intrigas, las multas, las despedidas, las lesiones, las promesas, los escándalos y que, pese a todo, se mantiene en pie —al menos por ahora—, bailando con su maleta en la mano: necesitará la tierra para dejarse tragar o enterrar, de nuevo, al máximo rival.

Ese máximo rival —que resulta ser el Real Madrid por cuestiones sociopolíticas, más que futbolísticas; ya está bien de estirar según qué chicles—, llega al partido con el mismo rictus irritado de los últimos años. Nada parece calmar a un equipo de corte enfadado, sentimentalmente a la defensiva, necesitado de un incendio diario para mantenerse cuerdo, de un nuevo enemigo en cada esquina, y de una nueva esquina en cada fecha que le tuerce al calendario. Su última cuita tiene que ver con unos premios que no interesan a nadie, incluido un seleccionador nacional (el nuestro) que votó como si estuviera en una fiesta con amigos donde se reparten los premios naranja y limón al final de la noche. El rejón de fuego, sin embargo, se lo llevó un David Alaba que prefirió a Leo Messi antes que a Benzema, Vinicius, Cristiano Ronaldo, Arjen Robben o Robinho, con todo lo que esto implica en un club de sólidas tradiciones y lealtades debidas.

Llega mejor el Madrid en lo deportivo pese al reprobable espectáculo del pasado sábado frente al Atleti. No era su guerra la Liga, pero podría volver a serlo en menos de una semana. En su mano tiene asestarle un golpe muy severo a este Barça del Xavi eufórico (supuestamente) que se cae de la impresión cada vez que abre los ojos y se descubre compitiendo sin Pedri o Araujo en los castillos de proa y popa. Parece que el uruguayo sí será de la partida, por lo que su previsible duelo con Vini Jr. podría marcar una eliminatoria en la que se juegan más títulos que una simple Copa: haría bien Ancelotti en explicárselo a Alaba más de una vez, por si acaso.

En la grada, que es donde se vive y muere según lo acordado en piedra, sigue sin prender esta idea de los clubes amigos que Pérez y Laporta fomentan con la boca pequeña por aquello de los intereses comunes. El caso Negreira es una prueba más de tan curiosa entente cordial, con el Real absteniéndose de gesticular en exceso mientras sus bases agotan las sopas de letras para denunciar corruptelas hasta en el borde del plato. “Es como enterarse de que Unidas Podemos está repartiendo caramelos en el barrio de Salamanca”, me analiza el caso un amigo culé. Se le ve eufórico, como a Xavi, aunque en lugar de maleta porte una mochila: salir corriendo, a menudo, también es una opción.

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