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El Malecón
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El caso Barça-Negreira, un hedor insoportable

Corresponde a Laporta y sus predecesores salpicados explicar sin demora cómo demonios se podía pagar semejante barbaridad por recibir informes verbales

FC Barcelona
Joan Laporta, durante una rueda de prensa en 2021.Alejandro García (EFE)
José Sámano

Una bomba nuclear ha caído sobre el Barça y el fútbol español. Y la respuesta no ha podido ser más desalentadora y vacua. De un lado, Joan Laporta, de repente conspiranoico, como si el foco debiera ponerse en una supuesta conjura que oportunamente ilumina ahora hechos tan turbadores justo cuando el Barça remonta en el campo. Una respuesta presidencial de traca, un regate irresponsable. Corresponde a Laporta y sus predecesores salpicados explicar sin demora cómo demonios se podía pagar semejante barbaridad (siete millones desde 2001) por recibir informes verbales. Y encima al que fuera vicepresidente del Comité Nacional. No hay un simple asesoramiento que cuele, insinúe lo que insinúe Laporta sobre no se sabe qué conchabanza. De existir tal conciliábulo filtrador, ello no rebajaría la extraordinaria relevancia de esos pagos que se iban disparando año tras año, tan documentados como asumidos por la entidad azulgrana. La perpetuidad de las facturas y su constante subida corroboran la satisfacción del Barça con los servicios.

Laporta, tan dicharachero habitualmente, tiene mucho que decir, porque justificar no podrá justificar lo injustificable. Cualquier estadístico becario es capaz de contabilizar cuántos penaltis o tarjetas promedia tal o cual colegiado. Y basta con preguntar a los jugadores, o a colegas arbitrales, de los que tanto abundan hoy en los medios, por el carácter de unos y otros. Al Barça quizá le pudo su rancio victimismo y quería contrarrestar lo que presumía influencias ajenas. Al parecer, ni el mítico Johan Cruyff pudo acabar con tanto martirio intramuros. Tan chapucero, que el Barça palmaba más de una Liga, incluso alguna por un gol mal anulado a Messi, como en el partido clave con el Atlético campeón de 2014. En los tres cursos que alertaron a Hacienda, el Madrid le ventiló el trono en 2017.

Cabe tan poco argumento razonable que esa función que facturaba Enríquez Negreira ya se ejerce desde el propio club. Curiosamente, hasta que el trencilla catalán dejó la vicepresidencia en 2018. Hay otros conjuntos que para dar con el perfil de los colegiados alistan como delegados a árbitros ya jubilados. Lo hizo el Madrid con Megía Dávila, lo hace el Getafe con Mejuto González o el Valladolid con Santamaría Uzqueda. Que se sepa, como empleados, sin cargos en el Comité Nacional y por precios consecuentes. Práctica común eso de espulgar a los árbitros, sostuvo Xavi. Claro, pero sin abonos desorbitados a un dirigente de la corporativa cofradía arbitral.

A la increíble réplica barcelonista siguió otra no menos alarmante, la tibia respuesta del colectivo arbitral. En la demoscopia popular ha impregnado que el club azulgrana fue beneficiado con estas artimañas, lo que deja igual de maltrechos a los jueces futboleros. De ser cierta la suspicaz causa-efecto —que los insólitos sobrecargos fueran por gracias arbitrales— habría que preguntarse: ¿es que ninguno de los muchos y muchos a los que presuntamente pudo haber presionado Enríquez Negreira lo denunció en activo o, al menos, ya retirado? ¿Es que nadie lo sabía en el sector? ¿Es que ninguno se intranquilizó cuando el hijo del vicepresidente hacía de coach para el gremio? ¿Está Sánchez Arminio, presidente del pretoriano Negreira? Que se ponga.

Desde el miércoles sabemos que Javier Enríquez hijo —que hacía vídeos de entrenamientos de la selección en tiempos de Luis Aragonés, además de otros servicios audiovisuales para distintos equipos— se molestaba en acompañar a los árbitros desde su hotel al Camp Nou sin que se conozca si alguien lo puso de relieve. Así lo ha revelado el exárbitro Andújar Oliver. Un hedor insoportable que requiere una investigación contundente de la Federación, el Consejo y la Liga, por mucho que no se contemplen posibles sanciones deportivas porque el caso haya prescrito (según el artículo 112 de la nueva ley del deporte, las infracciones graves vencen a los tres años). Mientras, pase lo que pase, se levanten o se entierren las alfombras, cabe proclamar que Enríquez Negreira, al menos por la gran mancha popular del caso, ha sido el peor fichaje en la historia del Barcelona. Y miren que…

Son Laporta y sus antecesores quienes, con máxima transparencia, deben evitar que la mugre se extienda. El Barça no lo merece y el fútbol en general, tampoco. Caiga quien caiga.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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