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Los abusos en la gimnasia rítmica italiana: “Jamón, culo gordo. ¿No te da vergüenza?”

Anna Basta, exgimnasta, relata los humillaciones que sufrió con el equipo italiano. La justicia deportiva y la Fiscalía de Brescia han abierto una investigación tras las denuncias

Gimnasia ritmica italiana
La gimnasta italiana Anna Basta en una foto cedida por ella.
Eleonora Giovio

”Jamón, levántate del suelo. Mira que culo gordo tienes. Hace 40 grados, sudas y pese a ello nunca adelgazas”. La que escuchó —y relata a EL PAÍS— estas palabras por parte de sus entrenadoras en el equipo italiano de gimnasia rítmica es Anna Basta que vivió un calvario de abusos psicológicos en el conjunto nacional durante tres años. Ganó cinco medallas mundiales y tres europeas con Italia, el equipo conocido como Le Farfalle [las mariposas] entre 2016 y 2020. Basta tiene 21 años. Lo dejó con 19, antes de los Juegos de Tokio, “destrozada” porque no podía más. Su denuncia se une a la de otras dos gimnastas de la selección (Nina Corradini, de 19 años y Giulia Galtarossi de 31) y ha hecho que la Fiscalía de Brescia y la procura Federale (el organismo de justicia deportiva del Comité Olímpico Italiano) abran sendas investigaciones.

Los relatos de las tres son duros: denuncian haber sufrido abusos psicológicos, ayunos forzosos, ofensas y humillaciones sobre el peso y, en el caso de Galtarossi trastornos de alimentación diagnosticados en centros específicos. A Basta, cuenta, le dijeron cuando sufrió una grave lesión de rodilla que había sido por “por gorda”. Todo lo que hacía mal era por gorda.

La gimnasta italiana confiesa en conversación telefónica que después de 13 meses de terapia con una psicóloga vuelve a estar en paz consigo misma. “Durante meses y meses me odié, llegaron a hacerme sentir inútil, a hacerme dudar de la utilidad de mi existencia, a odiar a la gimnasia, que era mi pasión… Llegué a tener ataques de pánico, ansiedad, insomnio. Por las noches cuando me dormía soñaba con la báscula y me despertaba llorando”.

Empezó con la rítmica con cuatro años, después de que sus padres la apuntaran, sin éxito, a natación. Comenzó en el club Polisportiva Pontevecchio de Bolonia. Con ocho años pasó a formar parte del grupo de competición de ese club, con 13 ya se entrenaba seis días a la semana y cinco horas diarias. En 2016, con 15, la selección, que la ya la tenía en su agenda de talentos, la ficha para el equipo nacional, que se entrena en el centro de tecnificación de Desio (provincia de Monza). Dice Anna: “Nunca me pesaron las horas y horas de entrenamiento, nunca lo viví como un sacrificio, porque la gimnasia era lo que amaba. Desde pequeña sentí una conexión especial con este deporte. Me fascinaban las gimnastas, ver que competían con una sonrisa”.

La suya se apagó un tiempo después de entrar en el equipo nacional. ¿Cuándo empezó a no sentirse bien? “El primer año noté situaciones raras, que nunca me habían pasado antes, pero me adapté a ellas porque no me pasó nada traumático, estaba tranquila porque estaba donde siempre soñé estar y porque nunca había tenido problemas con mi peso ni con mi cuerpo”. ¿A qué se refiere con situaciones raras? “El hecho de que después del desayuno nos pesaran delante de todas en bragas. El hecho de que te miraban raro si comías algo en público, nadie lo hacía, todo era a escondidas. Hice lo que hacía la mayoría, empecé a sentirme incómoda comiendo un plato de pasta delante de las entrenadoras”.

Basta relata que en 2017, sus entrenadoras —de las que no quiere dar nombres— le mandaron un mensaje tras ver una foto de sus vacaciones. “Has engordado, no está bien”. Ahí empezó el calvario. “Me hacían notar todo el rato lo, según ellas, gorda que estaba. Si me torcía el tobillo pisando la pelota y me hacía daño, era porque estaba gorda. Si un día las cosas no salían como ellas consideraban, era porque estaba gorda. Si me veían apagada en un ejercicio, es porque estaba gorda. Empezaron a hacerme comentarios desagradables delante de todos: eres como un jamón. Tienes el culo gordo como un Pandoro [dulce típico navideño italiano]”. Mide 1,69 y en esa época pesaba 53,5 kilos.

Esos comentarios hicieron que Anna empezara a sentir ansiedad. “En 2018 recuerdo que después del Mundial no me cogí vacaciones, porque así seguía a régimen estricto y no corría el riesgo de engordar”. Se lesiona justo a finales de ese año. “No desconecté, no paré y me lesioné la rodilla. Se me hinchó la pierna desde el muslo hasta el gemelo. En el hospital me detectaron un trombo y lo cogimos justo a tiempo. Por supuesto, las entrenadoras también achacaron esa lesión a que estaba gorda. No sabe el peso que me quité de encima cuando fui a casa y me dijeron los médicos: ‘su cuerpo ya no tiene de donde tirar y está tirando de cartílago y músculo, su rodilla dejó de tener su sustento, por eso se ha lesionado”.

La rutina del pesaje no paró ni siquiera cuando Anna estaba lesionada. Subían a la habitación y ella tenía que subirse a una báscula. El mensaje era el mismo de siempre: “no puedes engordar”. Volvió a entrenarse a los pocos meses, recuperó ritmo de competición. Pero nunca era suficiente. “Tenía que adelgazar más y más. Además, todo eran gritos desde la mañana hasta la noche. Me decían: ‘mírate al espejo, mira qué vergüenza”.

Era tal el nivel de presión que, cuenta Anna, si iba al baño, se pesaba con la báscula del vestuario para ver cuánto había perdido con medio entrenamiento. “Más, más, tengo que hacer más, me decía mi misma”. Tomó laxativos naturales, hasta seis pastillas al día. “Si por la tarde me pesaba y no había perdido nada, no cenaba, o hacía zumba o salía a correr”.

Así llegó hasta 2020, aguantando, como han hecho muchas víctimas de abusos. “Aguanté hasta 2020 porque la rítmica siempre había sido mi sueño. Yo estaba destrozada, lo sabía, pero no quería tirar la toalla porque no quería hacerle un roto al equipo antes de los Juegos. Cuando anunciaron que aplazaban Tokio 2020 me dije: ‘gracias a Dios puedo volver a mi casa”.

Volvió. Y ahora tiene en Instagram un canal en el que, con una nutricionista, conciencia a todo el que la quiera escuchar, sobre alimentación y comportamientos que no se deben tolerar. Desde que sus compañeras y ella hicieron públicos los abusos que sufrieron, en Change The Game, organización sin ánimo de lucro que fundó en 2018 la periodista Daniela Simonetti para proteger a los deportistas de violencias físicas, sexuales y psicológicas, no paran de recibir llamadas. “Centenares y centenares de gimnastas de todas las edades que nos cuentan casos como el de Anna”, cuenta Simonetti. La Federación italiana de gimnasia publicó un comunicado diciendo no tolera ninguna forma de abuso y que había avisado a la Procura Federale y al Safeguarding Officer para las pertinentes aclaraciones.

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Sobre la firma

Eleonora Giovio
Es redactora de sociedad especializada en abusos e igualdad. En su paso por la sección de deportes ha cubierto, entre otras cosas, dos Juegos Olímpicos. Ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS; ha sido colaboradora de Onda Cero y TVE. Licenciada en Ciencias Internacionales y Diplomáticas por la Universidad de Bolonia y Máster de EL PAÍS.

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