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Opinion
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El salto de Militão

Cuando el joven central brasileño ahora en el Madrid sale de la cueva, recuerda el niño goleador que fue

Eder Militao celebra su gol ante el Getafe el pasado domingo.
Eder Militao celebra su gol ante el Getafe el pasado domingo.Bernat Armangue (AP)
Manuel Jabois

En el minuto 2 de partido entre el Getafe y el Real Madrid, Luka Modric se dirigió a lanzar un córner. En el área, fijados con sus marcas, estaban Tchouameni, Alaba, Rüdiger, Vinicius, Rodrygo y Eder Militão. Un arsenal. A Militão lo agarraba Stefan Mitrovic. Es interesante el acompasamiento que se produce entre el momento en el que el jugador que tira el córner y los halcones que lo buscan en el cielo. De esas décimas de segundo que hay entre la distancia del lanzador con el balón y su golpeo depende la coreografía que se produce en el área, tan importante como saber el momento en el que saltar. Lo que hizo Militão, echado al segundo palo, fue salir hacia afuera despegándose de Mitrovic, que lo persiguió quedando atrapado en una pequeña maraña de jugadores, y para cuando el balón de Modric iba al primer palo, Militão ya estaba solo dispuesto a atacarlo y marcar el primer gol mientras Mitrovic, detrás, lo observaba impotente.

No fue el salto más poderoso de Militão, ni le hizo falta. La relación del líder de la defensa del Real Madrid con el viento es antigua; de niño, su principal pasatiempo era poner a volar cometas en Sertãozinho, una ciudad de São Paulo. De ahí viene un apodo que le pegaron de crío, Kite Boy. Luego, en cuanto creció y sus piernas se estiraron como muelles, dejó la cometa para ponerse a volar él mismo. Como mediocampista y lateral derecho primero, como central después. La elasticidad, la zancada, la posición y el Oporto (y el dinero récord del traspaso) hizo que se le comparara pronto con Pepe. Un par de actuaciones entre discretas y calamitosas en los primeros partidos lo metieron en el mismo cajón que Vinicius: hay pocas cosas que unan más en el antimadridismo que un fichaje caro del Madrid que salga mal. En los últimos años las cosas están tan espesas ahí fuera que hay temporadas de los clubes rivales salvadas por un partido malo de Vinicius, unas risas, un jajá como el de Nelson en Los Simpsons. La cosa acabó como acabó.

El traspaso de poderes entre Militão y Ramos trajo también consigo un traspaso en la manera de entender la defensa. Militão, como Pepe, abarca campo y más campo, defiende mejor en aguas abiertas, encima al contrario, le reta en el sprint, fía a la explosividad y la anticipación sus duelos con los rivales. Ramos, un prodigio físico, tenía más cuerpo y más gol, ganaba en el choque, era mejor con el balón y ocupaba otro lugar en la jerarquía del Madrid del que puede ocupar Militão (24 años). Que el brasileño se haya hecho tan rápido con la zaga y en plena descomposición (se fue Varane, se fue Ramos, se fue Marcelo, queda Carvajal) es la mejor noticia que pudo recibir el Madrid, un equipo construido históricamente de arriba abajo. Con pocos problemas a la hora de martillear arriba y muchos cuando le roban la cartera al contragolpe, precisamente la especialidad de Militão: mucho campo y un contrario con balón al que aterrorizar.

Eder Militão no es producto de una vocación. Nunca le interesó el fútbol, pese a que su padre fue futbolista y quería que el chico continuase la tradición. “Éder no era muy fan del fútbol. Nunca fue de jugar en la calle. De niño, lo único que quería hacer era andar en bicicleta y jugar con la cometa”, dijo su padre al portal portugués Maisfutebol. Cuando empezó, goleó; jugaba de medio y tenía remate y facilidad para marcar. Se fue acomodando atrás. Pero cuando el joven dragón del Oporto ahora en el Madrid sale de la cueva, recuerda el niño goleador que fue.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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