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Ante el vacío, la garantía de la campeona Swiatek

La número uno logra su tercer grande (6-2 y 7-6(5) a Jabeur) y se reafirma como clara dominadora del circuito, jefa en la tierra batida y también sobre el cemento

Swiatek luce el trofeo de campeona en la Arthur Ashe de Nueva York.
Swiatek luce el trofeo de campeona en la Arthur Ashe de Nueva York.TIMOTHY A. CLARY (AFP)
Alejandro Ciriza

Conforme Iga Swiatek impone su puño de acero (6-2 y 7-6(5), en 1h 51m) y volatiliza toda esperanza para a tunecina Ons Jabeur, el orgullo africano de estos días en el tenis, hay quienes se plantean la posibilidad de que Nueva York haya supuesto un torneo bisagra entre el ayer y el mañana. Ya hay campeona, y quién sabe si relevo de verdad. Se marchó por todo lo alto Serena Williams, es decir, se fue una época, un imperio, una ganadora imposible de reproducir, y sigue ahora elevando el vuelo la polaca, que por primera vez hace cumbre en Nueva York y se redimensiona: son 21 años en el DNI, ya tres grandes en dos superficies distintas, obtenidos en un margen de tres años. ¿Quién da más? Fácil: Nadie.

La final es el vivo retrato de lo que lleva sucediendo casi toda la temporada. Jabeur, que como ya le ocurriera hace dos meses en Wimbledon ha salido a la final demasiado tensa, un saco de nervios otra vez, es un quiero y no puedo que choca una y otra vez contra un valladar de titanio. Swiatek ejerce de roca. La número uno abre brecha rápido y cada vez que la rival intenta acercarse, da un acelerón. Enseña el caramelo y lo esconde. Lo aplica en el primer parcial y en el segundo, cuando la africana se ha revuelto, la reduce con una bofetada –en el desempate, después de que Jabeur haya sorteado un punto de partido antes– que sella el duelo y vuelve a elevarla de nuevo.

Decía la australiana Ashleigh Barty en marzo, cuando se retiró estando en la cima, que si había una jugadora capacitada parar recoger el testigo era ella, Swiatek. Y no decepciona la polaca, sino todo lo contrario. Espoleada por el discurso de su predecesora a los mandos del circuito, puso el turbo y encadenó 37 victorias consecutivas, lo que lo concedió los títulos de Doha, Indian Wells, Miami, Stuttgart y Roland Garros; no logró franquear la barrera de la tercera ronda en Wimbledon, pero ahora da otra vuelta de tuerca al presente en Nueva York. Ante la duda, los vaivenes y el vacío dejado, Swiatek.

“Este torneo suponía un gran desafío, porque después de ganar un grande [su segundo Roland Garros, en junio] es complicado volver a ganar otro”, dice la campeona, que en el trazado hacia el título tan solo ha cedido un set (en la tercera ronda) y que se convierte en la primera número uno que es capaz de ganar el torneo neoyorquino desde que lo hiciera Serena Williams en 2014. En una final, Swiatek casi no falla; a excepción de la primera que jugó, en Lugano (2019), las otras diez se recuentan por victorias.

Frente a la indecisión del resto de las jugadoras, ella y la creativa Jabeur han dado un paso al frente. Son las mejores del curso, las más regulares –encabezan la lista de triunfos, con 55 y 44 respectivamente– y las dos primeras del ranking; ahora bien, entre una y otra hay un abismo de 5.300 puntos.

La polaca, nacida en Varsovia, hace gala de un juego sólido y físico, impulsada por un extraordinario manejo de piernas y su capacidad para escapar a los instantes críticos. Antes de que comenzase esta temporada, se la recriminaba que sufría demasiado lejos de su zona de confort, la tierra batida, pero su versión más incisiva le ha otorgado brillo también sobre el cemento; ahora, la mitad de sus trofeos proceden de la superficie dura. Cada vez más asentada, cada vez más fuerte, Swiatek levanta definitivamente el brazo: hoy por hoy, aquí manda ella.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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