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El Montañista
Coordinado por Óscar Gogorza
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Un récord de velocidad descomunal en una montaña de 8.000 metros

El francés Benjamin Védrines asombra al mundo del himalayismo firmando en el Broad Peak (8.047 m) una ascensión a un ritmo desconocido en el ser humano

Benjamin Védrines, en la cima del Broad Peak.
Benjamin Védrines, en la cima del Broad Peak.

Hermann Buhl, el hombre que desafió en 1953 todas las leyes escritas, y también a su jefe de expedición, para firmar en solitario el primer ascenso del Nanga Parbat (8.125 m), nunca hubiese imaginado que inspiraría a tantos alpinistas ávidos, como él, de ligereza y velocidad; tal fue el caso de Reinhold Messner y Peter Habeler. Los franceses, también, siempre deseando trasladar al Himalaya sus impresionantes encadenamientos y ascensiones relámpago en los Alpes. Desde Benoît Chamoux a Marc Batard pasando por Christophe Profit , Jean Christophe Lafaille o Pierre Béghin, la inclinación francesa por la economía de medios siempre ha sido relevante.

El galo Benjamin Védrines acaba de escalar otro peldaño para establecer un récord de velocidad en un ochomil sencillamente alucinante: 7 horas y 28 minutos desde el campo base hasta la cima del Broad Peak (8.047 m) para salvar un desnivel de 3.147 metros a una altitud en la que solo caminar resulta un desafío.

En 1957, el mismo Hermann Buhl estuvo entre los cuatro alpinistas austriacos que firmaron la primera ascensión del Broad Peak: alcanzó la cima a duras penas, muy cansado y preocupado por las congelaciones sufridas en el Nanga Parbat y que aún le torturaban. Fue, tras el sherpa Gyalzen Norbu (Makalu, 1955 y Manaslu, en 1956) el segundo hombre en lograr dos primeras a un ochomil, y su leyenda sigue siendo inmensa, quizá porque desapareció días después en el vecino Chogolisa. Fritz Wintersteller, Marcus Schmuck, Kurt Diemberger y él mismo firmaron un ascenso futurista, prescindiendo de sherpas, de oxígeno embotellado y avanzando en estilo alpino y, aunque fijaron con cuerdas los tramos más delicados, su manera de proceder vanguardista señaló el camino a seguir para las generaciones futuras.

Benjamin Védrines, durante su ascenso récord.
Benjamin Védrines, durante su ascenso récord.Sébastien Védrines

Benjamin Védrines y Charles Dubouloz son hijos lejanos de aquella ascensión, dos que firmaron, el pasado otoño, una impresionante apertura en el Chamlang (7.319 m), en un terreno tan técnico como comprometido. Védrines anunció entonces que pasaría el invierno y la primavera entrenándose… como un poseso. Tenía en mente el récord de ascenso al Broad Peak, oficialmente en poder del polaco Kryzstof Wielecki desde 1984: 15 horas y 40 minutos, es decir, una velocidad media de ascenso de 198 metros positivos por hora. “Pero no, no era su récord el que perseguía porque en realidad dicho récord estaba en posesión del español Jorge Egocheaga, quien en 2006 paró el cronómetro en 10 horas y 30 minutos”, explicaba en sus redes sociales Védrines a su regreso de Pakistán.

450 metros positivos a la hora

Nadie mejor que el francés Rodolphe Popier, analista de las ascensiones en el Himalaya, para poner en perspectiva el logro de Benjamin Védrines: “Es el ser humano más rápido en términos de velocidad media de ascenso a una montaña de más de 8.000 metros”, asegura. “Hace poco descubrí el tiempo de Jorge Egocheaga en el Broad Peak, lo que le colocó a la cabeza del ranking con una velocidad media de 320 metros positivos a la hora, pero hay que decir que tuvo que abrir él solo la huella desde los 7.300 metros. Con huella hecha, hubiera invertido un tiempo similar al de Védrines, puesto que su velocidad en la parte baja de la montaña es muy parecida. Después, el segundo más rápido era Denis Urubko, quien en 2001 escaló el Gasherbrum II (8.035 m) a una velocidad de 298 metros positivos a la hora”, recuerda Popier. “En cambio, Védrines, con la huella abierta hasta la cima, ha hecho explotar todos los registros hasta alcanzar los 450 metros positivos a la hora. Una barbaridad”, señala.

Benjamin Védrines, en la cima del Broad Peak.
Benjamin Védrines, en la cima del Broad Peak.B. V.

Cabe preguntarse de dónde viene este impresionante récord. La respuesta más obvia es el entrenamiento sistemático aplicado durante años y perfeccionado estos últimos meses: Védrines atravesó el macizo del Mont Blanc con esquís de montaña en 20 horas y 5 minutos, sumando 70 kilómetros de recorrido y 7.000 metros de desnivel positivo, la Meije oriental en los Écrins en menos de dos horas para cubrir 2.211 metros de desnivel y, cabe recordar, que batió en el Monte Rosa uno de los récords de velocidad del desaparecido Ueli Steck.

Sin piolet y tirando de cuerda fija

Védrines es un atleta, y esto es decir mucho, puesto que muchos de los grandes alpinistas de la historia jamás se entrenaron a conciencia. Además, las altas temperaturas registradas este verano en Pakistán le permitieron usar botas mucho más ligeras de lo habitual, ropa más apropiada para correr y el hecho de tener un depósito de material a 6.600 metros explica que partiese del campo base con apenas un par de barras energéticas y litro y medio de agua. Otra botella llena le esperaba en el depósito donde se colocó las botas y la ropa, descansó 45 minutos y partió hacia la cima sin piolet, con dos bastones y tirando de cuerda fija en los lugares más expuestos. Para moverse rápido, necesitaba la mayor ligereza posible en su atuendo.

También fue de ayuda conocer la ruta, puesto que apenas tres semanas antes había escalado la montaña en estilo clásico, pero esta vez no bajó caminando sino en un parapente de menos de dos kilogramos de peso. Nadie había bajado de tal guisa del Broad Peak. “Está claro que comparar récords de épocas tan diferentes puede no ser pertinente, pero así es este juego. Habrá otros que subirán más rápido que yo, con materiales más ligeros y con mejores condiciones y lo tendré que asumir. En los 80 había mucho dopaje en el Himalaya y era algo que se asumía. Yo, al menos, no me dopo”, declaró Védrines a Montagnes Magazine.

En excelente forma, Védrines se trasladó días después al campo base del K 2, ubicado apenas a dos horas de marcha, con una idea fija: establecer en la segunda montaña más elevada un nuevo récord de velocidad. El asunto casi acabó en tragedia: a 8.300 metros, alcanzado por una fatiga descomunal, empezó a perder el equilibrio. Ni siquiera recuerda cómo abortó el intento, pero sabe que un escalador mexicano y su sherpa le dieron oxígeno artificial y otro alpinista polaco le ayudó a anclarse a la cuerda fija para rapelar. Después le ayudaron unos italianos y cuando se sintió a salvo, a 7.400 metros, despegó con su parapente. Cree que pudo sufrir un principio de edema cerebral: su sangre, tan rica en glóbulos rojos, parecía una mermelada de arándanos. Nunca antes del Broad Peak había pisado una montaña de más de 8.000 metros.

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