Almagro (Ciudad Real)

Los otros colores de la vida en la llanura manchega

Este vivo pueblo conocido por su festival de teatro ofrece más razones para visitarlo: un sorprendente paisaje donde el rojo del suelo contrasta con los campos de olivos y de pistachos y un monasterio convertido en parador en el que ver arte y ver pasar el tiempo

Mariano Ahijado

El prime time en Almagro se alcanza al atardecer, cuando se va el sol y cuando se va al teatro. Los alrededores de este pueblo manchego de 8.907 habitantes ofrecen en las últimas horas del día una mezcla de colores que sorprende al que solo tiene en su imaginario un campo plantado de cereales de secano. La visita a un olivar ecológico, una actividad que organiza el parador, permite saberlo todo sobre el zumo de aceitunas y descubrir el suelo rojo almagre de la zona, que contrasta con el verde roto de los olivos y el azul pulposo del cielo que se va apagando. Ese mismo rojo ocre, que sirvió a los árabes para darle nombre al pueblo, tiñe las 54 columnas de madera del corral de comedias de Almagro, el único que conserva su arquitectura tal como era en el Siglo de Oro. Cuando ya se pone el sol en primavera, a las 21, empiezan cada sábado las representaciones de obras clásicas. Antes y después del espectáculo, los ocho patios con los que cuenta el parador de la localidad sirven para la previa o para la última.

Dentro del parador

Un convento franciscano del siglo XVI

El parador se ubica a 300 metros de la plaza Mayor de Almagro, que pertenece a la comarca de Campo de Calatrava (Ciudad Real). Cuenta con 14 patios repartidos en 14.000 m2 de superficie. Se inauguró como hotel en 1978. En la imagen, su fachada.

El patio de las Higueras

Los visitantes se mueven entre los diferentes espacios abiertos, como el de este patio, en busca del sol en primavera y cuando cae la noche, en verano. El hotel cuenta con piscina de temporada, refugio de los asistentes al Festival Internacional de Teatro Clásico, que se celebra en julio.

Tierra de vinos

Un matrimonio toma el aperitivo al lado de cinco tinajas decorativas, en la cafetería. Esas enormes vasijas de barro de una sola pieza se prolongan hasta la planta baja, donde se sirve un cocido de la zona el sábado a mediodía.

Al fondo de la recepción

El primero de los ocho patios habilitados como zonas comunes para clientes alojados y no alojados. Varios cuentan con mesas y sillas, una prolongación de la cafetería.

Un Jesús de este tiempo

Una representación del siglo XVIII del Cristo de Burgos con un faldellín, que cambiaba de color en función del tiempo litúrgico, decora una de las paredes del refectorio, convertido en el comedor del hotel. El artesonado de la sala más grande es original y pertenecía a la antigua universidad de Almagro. El parador cuenta también con mobiliario de gran calidad y obras destacadas de temática religiosa.

Decoración castellana

Tapices y muebles antiguos decoran las 54 habitaciones con las que cuenta el hotel. Algunas de ellas corresponden a las celdas de los monjes.

Lilian Ferral

La directora del parador, nacida en Vigo, delante de una puerta de madera original del siglo XVI. El hotel también conserva una escalera de piedra de cuando existía el convento.

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Todo se hace al aire libre en Almagro y en La Mancha. Incluso el Corral de Comedias, hoy cubierto con un toldo para su protección, acogió siempre obras a la intemperie –constituía parte de su esencia, pues era una corrala–. La plaza Mayor, donde se ubica este teatro para 281 espectadores, tiene una extraña forma rectangular para la zona, explica la guía turística Belén Bautista, que no para de hablar de representaciones y conduce al visitante por todos los edificios que acogen en julio, desde 1978, el Festival Internacional de Teatro Clásico. A este acontecimiento, que atrae a profesionales y aficionados de todo el país, se le suman desde hace un año las salidas al campo que ofrece el parador como una forma de conocer en profundidad la comarca de Campo de Calatrava y sus gentes, una razón más por la que desplazarse a Almagro.

Jugo natural de aceitunas

Petri Villaescusa lidera una de estas actividades. Cuenta en su finca de 70 hectáreas que la aceituna se recoge verde del árbol, en octubre, para que el aceite (lo llama zumo porque solo se somete a tratamientos mecánicos y no se le aplica apenas temperatura, como el que se exprime de una naranja) ofrezca todo su sabor y olor y porque es la forma de que conserve todas sus cualidades, que lo convierten en el emblema de la dieta mediterránea.

Una solitaria encina en una llanura propiedad de Petri Villaescusa y su marido, donde cuentan con un olivar ecológico y unos viñedos. Al fondo, los montes de Toledo.
Una solitaria encina en una llanura propiedad de Petri Villaescusa y su marido, donde cuentan con un olivar ecológico y unos viñedos. Al fondo, los montes de Toledo.Andrea Comas

Como en todas las visitas, el cliente marca el nivel de interés o curiosidad y Villaescusa responde. La excursión puede convertirse en una clase universitaria de nutrición y biología o en un placentero paseo por el campo, donde el único elemento de dimensiones más propias de la ciudad es una encina majestuosa que gobierna la llanura. Este ejemplar, cuya copa mide 21 metros de ancho y 17 de alto y “que ya era así de grande hace al menos 150 años”, afirma la propietaria, da cobijo para la degustación de aceite y productos de la zona con la que termina la visita. Villaescusa, que trabajaba en banca hasta que en 2018 empezó a comercializar aceite bajo la marca Almagre, repite las expresiones que se escuchan en cualquier oficina el día previo al inicio de unas vacaciones: “La gente busca tranquilidad. Paz. Salir al exterior. Desconectar”.

Un matrimonio canadiense ya jubilado está de visita en Almagro por eso mismo, por la tranquilidad, y también por el valor del edificio donde se ubica el parador. “No pensamos en Europa como un lugar para ir a la playa. Tenemos el Caribe más cerca para eso”, asegura ella a media tarde con un ejemplar de El Quijote encima de la mesa de uno de los patios del parador. “Hemos venido a este hotel por lo antiguo que es. Tenemos ya una edad que nos lleva a interesarnos más por las cosas con historia”, explican. A la hora de la cena se acercan a pedir información sobre las cinco tinajas de barro que decoran el bar del hotel. Se sorprenden de que estén fabricadas en una sola pieza pese a medir dos metros. Al día siguiente prosiguen su viaje por España. Se dirigen a Sevilla en ave desde Ciudad Real, que se encuentra a media hora de Almagro, lo que facilita que lleguen turistas de Madrid o de Andalucía.

Raúl, Nieves y Rafael te recomiendan

Por el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel se puede completar una ruta circular en bicicleta en unas dos horas. Se rueda por asfalto y el trazado es asequible. Hay mucha afición en la zona gracias al que fuera sprinter profesional Lolo Sanroma.

Raúl Paz

Jefe de Mantenimiento 25 años en Paradores

Hay una tienda en Almagro en la que se puede ver a una chica joven hacer encaje de bolillos, una artesanía con la que decorar juegos de cama o visillos. También es habitual ver a mujeres encajeras por las tardes en las puertas de su casa cuando hace buen tiempo.

Nieves Cruz

Gobernanta 30 años en Paradores

Recomiendo una visita al palacio del Marqués de Santa Cruz, en el Viso del Marqués, a 40 minutos en coche del parador. Puro renacimiento italiano en La Mancha. Alberga el archivo de la Marina y se pueden ver maquetas de barcos.

Rafael Gutiérrez

Recepcionista 9 años en Paradores

Una grasa verde de mucho valor

Otra de las excursiones que triunfa en la zona es la visita a una plantación de pistachos, un cultivo que en Castilla-La Mancha representa el 85% de la superficie nacional, según la Consejería de Agricultura, Agua y Desarrollo Rural del gobierno autonómico. En una finca de tres hectáreas al lado de Manzanares (a media hora de Almagro) esperan Ángela Pedrazo y su marido Pepe Pérez, que compaginan este negocio que han llamado Pistachos’ Queen con la gestión de la cafetería de dos institutos: “El parador de Almagro resulta fundamental para que hayan aumentado las visitas”, asegura Pedrazo, que lidera las explicaciones de forma torrencial –su marido se encarga de las puntualizaciones.

Un vaso de una bebida vegetal elaborada con pistachos, azúcar y canela. Dos cuencos de pistachos: los de la izquierda son sin tostar y los de la derecha son tostados y salados en el horno, en Pistachos’ Queen.
Un vaso de una bebida vegetal elaborada con pistachos, azúcar y canela. Dos cuencos de pistachos: los de la izquierda son sin tostar y los de la derecha son tostados y salados en el horno, en Pistachos’ Queen.Andrea Comas

Reciben al visitante con una horchata de pistachos y cuentan que el árbol se poliniza en torno al Día del Libro (23 de abril) y da frutos en octubre. “La gente tiene ganas de campo y de aprender cosas”, afirma Pedrazo mientras destapa un tarro con manteca de pistachos, una crema para untar en pan en el desayuno o para poner una anchoa encima y preparar un aperitivo.

Naturaleza para los sentidos

Actividades y excursiones en el entorno de Almagro

El parador impulsa estas actividades y responde al interés por el teatro de los clientes con la organización, un viernes al mes, de cenas teatralizadas. El hotel siempre ha tenido una relación muy estrecha con el festival. “Durante mucho tiempo las oficinas de este evento cultural estaban en el parador”, recuerda Lilian Ferral, la directora, que alerta de lo fácil que resulta perderse por este monasterio debido a la cantidad de estancias que tiene. Y en cierto modo es la gracia. Los días son largos y el hotel, en el centro del pueblo, permite mezclarse con clientes y vecinos, salir y entrar con facilidad. Tan pronto uno está viendo una exposición en la barroca iglesia de San Agustín, de titularidad municipal, como el renacentista Almacén de los Fúcares, propiedad en el siglo XVI de los Fugger, unos banqueros alemanes prestamistas de Carlos V.

Una ruta por las lagunas de Ruidera

Almagro se encuentra muy próximo a tres espacios naturales de gran valor. El Parque Nacional de Tablas de Daimiel, el Parque Nacional de Cabañeros y el Parque Natural de las Lagunas de Ruidera. En este oficia Jesús Pozuelo, un antiguo estudiante de ingeniería agrícola que lleva 23 años investigando en la zona y contándoselo a todo aquel que le quiere acompañar en una ruta a pie o subirse a su furgoneta.

Jesús Pozuelo se sirve de un telescopio en una de las 15 balsas de agua que forman el Parque Natural de las Lagunas de Ruidera para identificar un tipo de ánade.
Jesús Pozuelo se sirve de un telescopio en una de las 15 balsas de agua que forman el Parque Natural de las Lagunas de Ruidera para identificar un tipo de ánade.Andrea Comas

Se ilusiona al ver un cormorán en la rama de un árbol con las alas desplegadas para secarse tras haber buceado en busca de comida en una de las 15 lagunas del parque. La alta concentración de carbonato cálcico crea unas barreras naturales llamadas tobáceas que apresan el curso del Alto Guadiana. Esos cristales de cal y el reflejo del sol explican el color turquesa de estas balsas de agua aptas para el baño: “No es un lugar para recibir un chute de adrenalina, pero sí se disfruta y aprende mucho”, afirma Pozuelo, que celebra cuando vienen familias con niños, algunos incluso con una guía de aves en la mano. Pero, por encima de todo, se queda con el público de en torno a los 60 años, por lo atentos que son, por la atención que prestan. Por valorar y entender dónde están. Por su forma de viajar.

Castilla-La Mancha, en 8 paradores


CRÉDITOS:

Redacción y guion: Mariano Ahijado
Coordinación editorial: Francis Pachá
Fotografía: Andrea Comas
Desarrollo: Rodolfo Mata
Diseño: Juan Sánchez
Coordinación diseño: Adolfo Domenech


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