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Resucita la única película que dirigió Josep Escobar, el padre de Zipi y Zape

‘Érase una vez...’ (1950) recupera sus colores originales y se proyecta siete décadas después de su desastroso estreno comercial, cuando chocó, al basarse en el mismo cuento, con ‘La cenicienta’ de Disney

Imagen de 'Érase una vez...'.
Imagen de 'Érase una vez...'.
Gregorio Belinchón

A pesar de que trabajó durante años en el mundo de la animación, quedan pocos rastros de esa labor de Josep Escobar (Barcelona, 1908-1994), el padre de personajes como Carpanta, Petra (criada para todo, advertía la coletilla que acompañaba a su nombre) y, sobre todo, Zipi y Zape, uno de los llamados cinco grandes de la Editorial Bruguera en los años cincuenta, uno de los autores de tebeos más famosos en España. Ni siquiera el mismo Escobar hablaba de ello años después, así que la restauración de su Érase una vez... (1950), largometraje del que solo quedaban vestigios en blanco y negro y que ha vuelto al color tras ocho años de trabajos, deviene en acontecimiento cultural. Érase una vez..., codirigida por Alexandre Cirici Pellicer, se ha proyectado en el festival de San Sebastián, posteriormente se verá el 27 de octubre en la Filmoteca de Catalunya, responsable de su renacimiento, y probablemente llegará a salas comerciales. Por fin, Érase una vez... disfrutará de un final feliz.

Imagen de la copia que quedaba en blanco y negro de 'Érase una vez...'.
Imagen de la copia que quedaba en blanco y negro de 'Érase una vez...'.

La historia de Érase una vez... está encadenada a las sombras del franquismo. El mismo Escobar fue un represaliado de la Guerra Civil. Con tan solo 17 años (ya trabajaba con 14), en 1925 aprobó unas oposiciones a Correos, lo que le dio una estabilidad económica que le permitió dedicar horas a su pasión: el dibujo. En la década siguiente colaboró en revistas como La gralla o L’Esquella de la Torratxa, además crear filmes animados, como La rateta que escombrava l’escaleta (1933), de los que no quedan rastro. Tras la Guerra Civil fue depurado por el poder franquista, condenado a seis años de cárcel —de los que cumplió uno— y perdió su plaza de funcionario. Así que en los cuarenta empezó de cero, lo hizo unos meses como animador de Hispano Grafic Films, donde ya había trabajado antes de 1936, y retornó a sus colaboraciones en revistas.

Imagen restaurada de 'Érase una vez...'.
Imagen restaurada de 'Érase una vez...'.

Así, que Escobar colaborara en la creación de Érase una vez... no tenía nada de raro. Si el primer largo de animación en color del cine español, Garbancito de la Mancha (1945), fue urdido por prebostes franquistas para exaltar los valores patrióticos del momento, el segundo, en cambio, se arma cinco años después por figuras catalanistas. Y en pantalla queda claro por los guiños innumerables a la cultura catalana. Empezada por Josep Baguñá, al acabarse el dinero en la producción entra Félix Millet Maristany, mecenas de la cultura local como promotor del Orfeó Català, juegos florales o espectáculos folclóricos. Millet involucra a su cuñado, Jordi Tusell, para que se haga cargo del filme de 80 minutos; de ahí que sea propiedad intelectual de Estela Films, que actualmente dirige su nieto Félix, y que ha colaborado con la restauración. En el equipo estaban, como jefe de producción, Josep Benet, historiador y futuro senador por la Entesa dels Catalans en 1977, y como director, Alexandre Cirici Pellicer, crítico de arte y publicista.

Si Escobar aportaba los dibujos e incluso novedades en los sistemas técnicos de animación, Cirici Pellicer proporcionó su sapiencia artística, “que queda reflejada en todos los fondos y los edificios, inspirados en el Renacimiento”, apunta Esteve Riambau, director de la Filmoteca de Catalunya. Érase una vez... incluye además una fascinante novedad: la inclusión de actores de carne y hueso en el metraje para, por ejemplo, secuencias de marionetas que bailan, por lo que aparece el Esbart Verdaguer, entidad que recupera las danzas tradicionales. “Es que es algo más que una película infantil, nos trae el eco de un trabajo artístico excelente y de la cultura catalana de la época”, explica el también historiador.

Imagen del Esbart Verdaguer en 'Érase una vez...'.
Imagen del Esbart Verdaguer en 'Érase una vez...'.

La carrera comercial del filme fue un fracaso a causa de la alargada sombra de Disney. El guion es una adaptación de La cenicienta y al coincidir en el tiempo con otra versión del cuento de Charles Perrault, la del estudio de Hollywood, deben cambiar de título. La cosa fue a peor: tras recibir la película un premio en la Mostra de Venecia, el choque con Disney provocó que su estreno se redujera a ocho copias. Filmada en los estudios Orphea de Montjuïc en Cinefotocolor, una modesta alternativa local al Technicolor, también se hicieron copias más baratas para colegios, parroquias, y ateneos en blanco y negro y en 16 milímetros. “Ese es el material que sobrevivió”, explica Riambau, “y en ese formato hubo un reestreno en 1960″.

Mientras, Escobar creó en 1953 unos cursos por correspondencia para aprender a dibujar, y se centró en los tebeos y en el teatro. Ahí enraizó su leyenda, pero nunca más volvió al cine como creador.

Minuciosa restauración

Érase una vez... habría muerto ahí, en el almacén de la Filmoteca de Catalunya, si no fuera porque por su valor histórico y artístico se inició su restauración en 2004. Un viaje de ocho años, en el que el color original ha vuelto a la gran pantalla a partir de las pistas ofrecidas por 100 fotogramas de 35 milímetros que sobrevivieron en una colección particular. “Ha sido un trabajo larguísimo, en el que también hemos resucitado su sonido, pero en pantalla el resultado es maravilloso”, afirma Riambau.

El baile de los caballos en 'Érase una vez...'
El baile de los caballos en 'Érase una vez...'

En pantalla se conjugan las indudables influencias de Disney, con secuencias que recuerdan poderosamente a los mejores momentos de Fantasía (1940) y Dumbo (1941), con mimo por la ambientación renacentista. “Fue muy moderna para la época”, cuenta el director de la Filmoteca, que ha contado en el equipo de reconstrucción con el reputado restaurador Luciano Berriatúa, Enric Giné en la recuperación del sonido y todo bajo la dirección de la conservadora Rosa Cardona. Berriatúa apunta en la documentación de esta nueva versión: “También existía un álbum de 158 cromos, pero sus colores habían sido añadidos por la editorial FHER a imágenes en blanco y negro, lo que suponía que estos colores no fueran muy fiables. Por último, encontramos unos pocos fondos originales. Pero el total de planos de la película era de 647, es decir, que había muchos planos de los que no teníamos ninguna información de color”. Aunque no aparecen así en los títulos de crédito, la Filmoteca firma ahora por igual a Cirici y al viñetista porque según Riambau “es un acto de justicia poética con la figura y la labor de Escobar”.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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