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La Feria del Libro de Madrid abre sus puertas sin la tradicional visita de la reina Letizia y bajo amenaza de mal tiempo prolongado

El ministro de Cultura y Deportes, Miquel Iceta, en representación del Gobierno, lideró la expedición de las autoridades por las casetas de editoriales y librerías

El ministro Miquel Iceta, el alcalde José Luis Martínez-Almeida, la vicealcaldesa Begoña Villacís, la consejera Marta Rivera de la Cruz y la directora de la Feria del Libro Eva Orúe en la caseta de la editorial Renacimiento, en la visita para autoridades de la inauguración, este viernes 26 de mayo.
El ministro Miquel Iceta, el alcalde José Luis Martínez-Almeida, la vicealcaldesa Begoña Villacís, la consejera Marta Rivera de la Cruz y la directora de la Feria del Libro Eva Orúe en la caseta de la editorial Renacimiento, en la visita para autoridades de la inauguración, este viernes 26 de mayo.Jaime Villanueva
Sergio C. Fanjul

En las barras ya preparan los crepes, las cervecitas y las patatuelas. Los curiosos comienzan a curiosear. Los influencers desenfundan sus cámaras. Las malas noticias: en la aplicación del smartphone salen nubecitas y gotas azules para todos los días de la semana, qué bajón. Y la reina Letizia ha declinado la habitual invitación, dicen que porque son elecciones y no es preciso mezclarse ahora con la clase política. Pero las autoridades, con más razón, sí que harán su paseíllo inaugural. Así que se enrollan las persianas de las casetas y aparecen los verdaderos protagonistas: los libros. Este viernes se ha inaugurado la 82ª Feria del Libro de Madrid. Los antiguos rituales vuelven a ponerse en marcha.

El ejercicio de la política es una forma de representación teatral de modo que, en presencia de las cámaras, los representantes públicos, sobre todo en campaña, se esfuerzan por entablar sesudas conversaciones con editores y libreros. Y algunos de estos, que no están acostumbrados a la vida mediática, se retraen, y queda raro. “Qué pasa, ¿queréis una foto?”, le dice el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, muy campechano, a una pandilla de adolescentes que le miran tímidas y risueñas. “Pues vamos a ello”, resuelve. Begoña Villacís, vicealcaldesa, parece muy puesta en libro infantil y se hace una selfi con un fan al que intercepta sacándole una foto de extranjis: “Hombre, vamos a hacerlo bien”. También consuela a otra sobre el resultado del domingo: “Ya verás, ya verás como sí salimos”. Muchos libros, y muchas fotos, en una retahíla de pabellones de tal institución o tal otra. Los políticos se acercan ahora a la gran estructura en forma de cerebro que ha montado el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), porque la ciencia es la invitada de la feria este año, lo que levanta la maliciosa hilaridad del pueblo llano: “A ver si se les pega algo”, dice alguien por ahí. Y los políticos se introducen en la materia gris, y no al contrario.

El ministro de Cultura y Deporte, Miquel Iceta, que ha venido en representación del gobierno, compra libros a ritmo de plusmarquista, hasta revienta las máquinas. “Qué nervios, no me funcionaba la TPV y no podía cobrar al ministro”, cuenta Christina Linares, de la editorial Renacimiento. El libro era sobre Melchor Rodríguez García, el anarquista conocido como El ángel rojo, que salvó tantas vidas de enemigos ideológicos en la Guerra Civil. Iceta también se lleva a Leonora Carrington o a Rafael Cadenas (en cuya entrega del premio Cervantes participó recientemente), entre muchos otros. “Siempre que vengo a la Feria, como en Sant Jordi, tengo un ataque de ansiedad compradora”, dice. Marta Rivera de la Cruz, actual consejera de Cultura, Turismo y Deporte de la Comunidad de Madrid, promete regresar a por la edición de En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, que saca la editorial Alba, y que pesa mucho. “Mañana vengo a por ella”, asegura.

Imagen de la jornada de inauguración de la Feria del Libro, el 26 de mayo de 2023.
Imagen de la jornada de inauguración de la Feria del Libro, el 26 de mayo de 2023.Jaime Villanueva

La directora, Eva Orúe, está contenta: esta feria se parece más a la feria que imagina. Empezó el año pasado y le tocó salir de una pandemia. “Noto cierta euforia, alegría, nos hemos modernizado”, explica al final del paseíllo institucional, que ha resultado más informal y caótico que cuando comparece la reina (que tiene fama, por cierto, de informada y rigurosa lectora). En esta edición hay celebradas novedades: una señalética más clara y la división de la feria en bloques, medidas que facilitan el tránsito por el recinto, y unos toldos para combatir ese sol violento que algunas tardes fulminaba a los lectores sin piedad. Ahora es un espacio “dermosaludable”, según la Fundación Piel Sana. También se prueban inéditas casetas en el espacio central, de menor visibilidad, pero con apertura hacia ambos lados, para llegar a esos dos ríos de paseantes que se forman en las dos riberas feriales. “Es método científico, prueba y error”, dice la directora. En la feria hay 361 casetas de expositores en línea y 24 en la zona central (entre las que se cuentan 277 editoriales y 113 librerías) y la presencia, de un modo u otro, de alrededor de 1.000 sellos editoriales,

En la feria del libro hay dos temas de conversación principales. Primero, los libros. Segundo, las condiciones meteorológicas. Y las previsiones son malas, al menos para la primera semana. “No es tanto por las ventas, es que se pone todo muy tristón”, dice Marcos Almendros en la caseta de su editorial, Ya lo dijo Casimiro Parker, mirando con un ojo los poemarios de Lawrence Ferlinguetti y con otro el amenazante cielo de panza de burro. “Quizás en vez de libros tengamos que vender paraguas”, dice, algo sombrío, Dani Álvarez, de Hoja de Lata. Según estos presagios, una crónica de color de esta feria, solo podría ser de color gris. Pero no es para tanto. La célebre librera Lola Larumbe, de la librería Rafael Alberti, además de miembro la comisión organizadora, es optimista. “En mi experiencia, y llevo viniendo desde 1980, la feria tiende a un equilibrio”, explica, “incluso en el caso de que haga mal tiempo la primera semana, la gente se reservará las ganas para venir la segunda”. Es como una ley física: la ley de conservación de las ganas de feria.

Para qué sirve una feria

“Estas semanas ayudan a pasar luego el trance del verano como de puntillas”, explica en su caseta Pepo Paz, de la editorial de poesía Bartleby, “pero, más que nada, es importante para compartir experiencia con los compañeros y para conocer a los lectores”. Durante estas dos semanas el mundillo editorial y literario se reconcentra en este paseo del Retiro, delante, dentro y detrás de las casetas, y en todos los eventos y festividades adyacentes. Bartleby va a cumplir 25 años y lleva 14 de feriante. Se ha emancipado: es la primera vez que comparece con una caseta no compartida con otra editorial, eso es más de lo que puede decir buena parte de la juventud española.

La editorial Demipage también lleva 14 años, pero cumple 20. “La feria es un buen momento para olvidarnos del embrujo de las novedades editoriales y el consumo impulsivo: aquí cada sello presenta todo su catálogo y los libros cobran sentido en su propio contexto”, explica el editor David Villanueva. Poniendo en valor el fondo, se pone también el valor del editor como demiurgo del propio sello. Y como celebración de aniversario, presenta el libro coral de relatos inéditos Veinte aullidos del pianista, con autores como Fernando Aramburu, Eloy Tizón, Pilar Adón o Blanca Andreu.

Ambiente en la inauguración de la Feria del Libro en el Parque del Retiro en Madrid, el 26 de mayo de 2023.
Ambiente en la inauguración de la Feria del Libro en el Parque del Retiro en Madrid, el 26 de mayo de 2023.Jaime Villanueva

También sirve una feria para hacer una muestra de eso que se llama bibliodiversidad, es decir, que libros y editoriales hay de muchos tipos. Si el infinito es aquello que, aunque parezca que se acaba, siempre ofrece más, esta feria parece infinita. Por mucho que uno conozca, siempre hay alguna editorial o alguna librería que ignora, y después otra. Comparecen las instituciones, lo histórico, lo literario, el cómic, lo mainstream y lo ultraespecializado.

Por supuesto, también lo infantil. Es el caso de la editorial Kalandraka, que delante de su caseta tiene una pequeña grada de madera para que los más pequeños pueda auparse para ver los libros como los adultos. Una particularidad del negocio infantil es que tienen venta en los momentos fuertes del feria, tardes y fines de semana, cuando acuden los adultos, pero también en esas mañanas algo aletargadas de los laborables, que es cuando comparecen con algarabía algunos colegios. “En algunos centros planifican las compras que se van a hacer, o planean gincanas, y luego los niños vienen con su propio dinerito, también a aprender a comprar un libro”, explican los editores Mónica Corral y David Lacal. “Hay familias que vienen todos los años a que les recomendemos libros: hay niños a los que hemos visto crecer y ya no reconocemos”, añaden.

Otra novedad de esta edición es la pequeña feria llamada Indómitas, donde se reúnen 25 editoriales pequeñas o minúsculas que operan por los márgenes de las vías comerciales y que no solo trajinan con libros, sino con fanzines, revistas, libros-objeto, libros de artista, revistas ensambladas, o, directamente, pequeñas piezas de artes. “Queremos representar a todas esas ferias de autoedición y pequeñas editoriales que suceden todo el año”, dice Pepe Olona, de Arrebato Libros, organizadores del festival Poetas y promotores de la iniciativa. Se trata de que el público vea que hay otra forma de concebir, producir y distribuir los libros, que muchas veces ni siquiera parecen libros. Proyectos como La más bella, Escrito a lápiz, Media Vaca, los neoyorquinos Ugly Duckling Presse o los peruanos Álbum del universo bakterial. Solo durante el primer fin de semana. “Somos una feria dentro de la feria. Somos una fiesta dentro de la fiesta”, concluye Olona.

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.

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