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El enigma de la niña enterrada en el Alcázar de Sevilla: no era de la Edad Media, sino de una familia rica del siglo XIX

El informe arqueológico desmonta la primera teoría sobre los restos infantiles encontrados hace dos años y abre nuevas vías de investigación sorprendentes hacia las élites de la ciudad

Parte de los restos óseos del cadáver de la niña hallado en el Alcázar en abril de 2021, presentados el jueves en Sevilla.
Parte de los restos óseos del cadáver de la niña hallado en el Alcázar en abril de 2021, presentados el jueves en Sevilla.Amalia Bulnes
Amalia Bulnes

Dos años después de un descubrimiento extraordinario, el del primer enterramiento encontrado en el Real Alcázar de Sevilla, que contenía los restos de una niña rubia de entre cuatro y cinco años, los resultados de la investigación arqueológica desmontan las hipótesis iniciales, que apuntaban a que la pequeña vivió en la Edad Media. El informe científico, presentado el jueves en la capital andaluza, ha determinado que se trata de una menor nacida en el último tercio del siglo XIX. Pero lo que podría parecer en principio una decepción, se ha convertido en un hallazgo tan valioso desde el punto de vista arqueológico como misterioso desde el histórico.

La investigación bien podría dar pie a una novela y como tal debe ser contada, al menos en su cronología. Abril de 2021: el equipo de arqueólogos que realiza las catas previas al proyecto de consolidación de los azulejos del siglo XV en el palacio gótico del Real Alcázar de Sevilla encuentra, a 20 centímetros de la cota de suelo actual, el cuerpo de una niña, con mechones de pelo rubio aún adheridos al cráneo, de entre cuatro y cinco años. La noticia es ampliamente difundida por su trascendencia: se trata del primer enterramiento humano hallado en el conjunto monumental sevillano en sus 10 siglos de historia, un pequeño sarcófago de plomo en cuyo interior se encontró un ataúd de madera casi desintegrada por la humedad y un esqueleto completo con restos textiles, cuero de los zapatos y dos botones de nácar. La hipótesis con la que comienza a trabajar el equipo liderado por Miguel Ángel Tabales, profesor de la Universidad de Sevilla y director de la actividad arqueológica en el Alcázar, es que vivió en la Baja Edad Media, entre finales del siglo XIII y el XIV.

El hallazgo fue tan extraordinario que se recluta, para su estudio, a un equipo de investigación formado por genetistas del departamento de Medicina Legal de la Universidad de Granada, así como expertos en Genética Forense de Santiago de Compostela, miembros del Laboratorio Molecular de la Universidad de A Coruña, del Centro Nacional de Aceleradores y el Instituto Andaluz de Geofísica. “Los mejores de España”, asegura Tabales.

Parte de los restos óseos del cadáver de la niña hallado en el Alcázar en abril de 2021, presentados este jueves en Sevilla.
Parte de los restos óseos del cadáver de la niña hallado en el Alcázar en abril de 2021, presentados este jueves en Sevilla.A. B.

Febrero de 2023: el equipo da por concluida la investigación con unos resultados que se apartan radicalmente de las hipótesis iniciales. Las tres dataciones mediante radiocarbono sobre los restos humanos, calzado y ataúd coinciden en señalar que la niña falleció y fue enterrada en la segunda mitad del siglo XIX, “con un límite por abajo” que el arqueólogo jefe sitúa en 1860, época del reinado de Isabel II.

La datación podría haber llevado al desencanto, pero la exhaustividad del estudio científico ha añadido un plus de interés y asombro a la historia. “Se trata probablemente de un enterramiento secreto, al menos semiclandestino”, depositado bajo el altar mayor de la capilla, a los pies de la Virgen de la Antigua, “presumiblemente basado en la devoción hacia la imagen”, asegura Tabales.

Una familia muy poderosa

¿Pero quién tenía acceso a la capilla gótica del Alcázar en esa época? Hay que recordar que el conjunto palaciego, declarado Patrimonio de la Humanidad, fue exclusivamente propiedad de la Casa Real española —sin acceso público ni abierto a visitas en una época en la que el turismo no existía— hasta que, en 1931, el Gobierno de la II República lo cedió, junto con sus jardines, al Ayuntamiento de Sevilla. “El marco donde se han hallado los restos es lo que lo hace excepcional: tuvo que ser sin duda una familia muy poderosa, con enorme influencia en el acceso al recinto”, y con mucho poder como para levantar el suelo de la capilla y colocar el féretro justo debajo del altar y de la imagen de la virgen, asegura el arqueólogo. “El lugar elegido y la calidad del sarcófago son incompatibles con una acción oculta para el personal trabajador del Alcázar en aquel momento”, que presumiblemente también acató órdenes y calló, como reconoce el equipo científico.

Patio de las Doncellas del Alcázar de Sevilla.
Patio de las Doncellas del Alcázar de Sevilla.PACO PUENTES

Pero aún más, el informe añade otro dato revelador: el estudio de su alimentación, a través de técnicas de paleodieta, demuestra que fue particularmente buena, “asombrosamente rica en proteínas”, un hecho totalmente infrecuente en la época. “Fue una niña colmada de atenciones, con una acomodación familiar de muy largo tiempo”, se atreve a aseverar el arqueólogo. Hay más indicios asombrosos —la botonadura encontrada, el material de la suela de los zapatos— que llevan a indicar un origen más que acomodado en la niña fallecida, en una ciudad que por aquel entonces estaba dominada por unas élites relacionadas con la aristocracia más que con la alta burguesía, y controlada por Antonio de Orleans y María Luisa Fernanda, duques de Montpensier, instalados en Sevilla desde 1848, donde primero se alojaron precisamente en el Alcázar de la ciudad hasta su traslado definitivo al palacio de San Telmo.

No obstante, el equipo científico multidisciplinar liderado por el arqueólogo Miguel Ángel Tabales ha indagado en todos los enterramientos reales, incluso el de los hijos bastardos; han consultado bibliografía y rastreado en archivos relacionados con las familias que vivieron en el Alcázar en esos años, pero de momento no han encontrado vinculación con los restos óseos de la niña hallada en el palacio gótico.

El gran obstáculo para “ponerle nombre y apellido” al cuerpo ha sido el estudio de ADN, que ha resultado negativo a causa de las circunstancias del enterramiento: “Nos hemos llevado dos años peleando con el ADN, hemos repetido los análisis en Granada y en A Coruña, con los mejores especialistas de España”, aclara el arqueólogo, pero nada se ha podido hacer a causa de la acción devastadora del plomo, la cal y el agua.

“En cualquier caso, no es una decepción, desde el punto de vista emocional ha sido mucho más gratificante”, asegura Tabales, que sitúa la causa de la muerte en una malformación cardiovascular intracraneal, “una enfermedad rara, de la que existe poca literatura médica”. Los trabajos siguen abiertos “aunque con pocas perspectivas”, reconoce el arqueólogo. El destino del cuerpo será devolverlo al lugar en el que fue encontrado: “Volver a enterrarla con dignidad, por respeto a esa decisión”.

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