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El gran día de la egiptología española: se abren al público en Luxor tras 22 años las dos tumbas del Proyecto Djehuty

El director de la misión, José Manuel Galán, da la palabra a su capataz egipcio en la multitudinaria y emotiva ceremonia de inauguración, a la que acudió Zahi Hawass

José Manuel Galán brinda explicaciones en la tumba de Djehuty.
José Manuel Galán brinda explicaciones en la tumba de Djehuty.
Jacinto Antón

José Manuel Galán, al que todos se dirigen con respeto como el mudir, el director, alza la vista y ahí están otra vez, en el cielo sobre el yacimiento de Dra Abu el-Naga, en el banco occidental del Nilo en Luxor (Egipto), los dos milanos negros, volando hacia la escarpadura tras la que se encuentra el Valle de los Reyes. Los milanos, es sabido, traen buena suerte, aparte de que los antiguos decían que su vuelo majestuoso purificaba el aire. “Isis y Neftis, las diosas protectoras, se encarnaban en milanos”, recuerda como para sí mismo Galán mientras camina seguido por el perrito mestizo Pepi el Bravo, un minúsculo Anubis, por la horadada colina trufada de secretos. Es cierto, así están representadas a los pies y a la cabeza respectivamente del lecho de Osiris en el templo del dios en Abidos. Y también adoptaba forma de milano la diosa Amentit… El egiptólogo madrileño sonríe, apenas una expresión pasajera en el rostro curtido que con los años se ha ido endureciendo como el paisaje desértico y austero de la necrópolis que excava. Hace 22 años que Galán, de 59, dirige aquí, uno de los lugares señeros del Antiguo Egipto, el Proyecto Djehuty, que a fuerza de brazo él y su equipo hispano-egipcio (con la colaboración puntual de científicos de otras nacionalidades) han convertido en el más importante en la actualidad de la egiptología española. Y hoy es su gran día.

Este mediodía, en medio de una celebración multitudinaria acorde con lo trascendental de la cita y que ha incluido autoridades, colegas, familiares y amigos y se ha desarrollado en una enorme jaima que parecía destinada a la momificación de un faraón y desentonaba flameando llamativamente en el ambiente sobrio del yacimiento, que estrenaba señalización, se han abierto oficialmente al público, cuidadosamente preparadas, preciosas, las dos tumbas de hace 3.500 años que están en el núcleo del proyecto: las de los nobles Djehuty (que le da nombre) y Hery. Quien las hubiera visto hace 22 años, oscuras y llenas de escombros, melancólicas y preñadas de misterios, no las reconocería: dos bomboneras luminosas en las que el Antiguo Egipto —con la ciencia y la tecnología modernas de comadronas— hace alarde de sus muchas maravillas.

El popular egiptólogo Zahi Hawass, con su inseparable sombrero (algo ajado: vendrían de excavar), ha estado entre los que no han querido perderse la inauguración y la ha respaldado con su faraónica personalidad. El acto, que ha empezado con mucho retraso (“dos dinastías”, como ha dicho un gracioso), ha estado presidido por el embajador de España, Álvaro Iranzo, la presidenta del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Eloísa del Pino, y el secretario general del Consejo Supremo de Antigüedades de Egipto, Mostafa Waziri, y ha estado especialmente dedicado a los trabajadores egipcios del yacimiento (hoy todos con la galabiya de los días de fiesta), hasta el punto de que Galán, saltándose el protocolo, le ha dado antes que a las autoridades la palabra a su capataz, el impresionante rais Alí Farouk, que le acompaña desde la primera campaña. Galán que parecía hablar citando el antiguo texto del Libro de la salida al día, se ha considerado un hombre afortunado por la calidad profesional y humana de su equipo. Han arropado a Galán y los suyos una amplia representación de la egiptología española e internacional y de otras misiones, como la “heracleopitana” Mari Carmen Pérez Die; Josep Cervelló, que excava en Saqqara y llevaba una gorra con cogotera como de oficial japonés, o José Ramón Pérez-Accino, que venía directamente de cerrar una exitosa campaña del C2 Project en el cercano uadi de la Cachette DB320, en Dehir el Bahari. De la categoría humana de Galán da fe que tantos colegas —y potenciales rivales en popularidad, patrocinio y subvenciones— hayan acudido a presenciar su gran momento de triunfo.

Colocación de indicaciones para las tumbas de Djehuty y Hery. Con el bastón, el capataz Alí Farouk.
Colocación de indicaciones para las tumbas de Djehuty y Hery. Con el bastón, el capataz Alí Farouk.

En primavera de 2000, Galán, científico titular del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) becado para un trabajo sobre las inscripciones relacionadas con el imperio egipcio en la dinastía XVIII, llegó en tren a Luxor en busca de un proyecto de investigación de largo aliento, importante y que pudiera ir creciendo con el tiempo. Fue en bicicleta al taftish, la oficina del Servicio de Antigüedades en la orilla occidental (donde se despliegan los templos funerarios y las necrópolis de la vieja Tebas), y le expuso su propósito al director, el legendario Mohamed el-Bialy (uno de los numerosos invitados hoy a la celebración). Juntos (en el coche del egipcio) recorrieron distintas tumbas hasta dar con la que sellaría el destino de Galán tanto como la de Tutankamón el de Carter: la de Djehuty, efectivamente.

Con Djehuty no es sólo que Galán —que tiene en Alí el mejor rais posible desde Ahmed Gerigar— haya topado con una tumba idónea, es que se ha encontrado con un alter ego. Alto funcionario de Hatshepsut, la famosa reina que reinó como faraón, Djehuty era, como es Galán, un apasionado de los textos y un hombre meticuloso y obsesivo al que le encantaban los retos intelectuales. Su tumba está llena de inscripciones y ha revelado formulaciones sorprendentes y hasta inéditas del canon funerario del Antiguo Egipto, incluidos himnos criptográficos. No es raro que el egiptólogo se enamorara a primera vista del recinto.

José Manuel Galán (con sombrero) accede a la tumba de Djehuty con el secretario general del Consejo Supremo de Antigüedades egipcio Mostafa Waziri y el embajador de España Álvaro Iranzo.
José Manuel Galán (con sombrero) accede a la tumba de Djehuty con el secretario general del Consejo Supremo de Antigüedades egipcio Mostafa Waziri y el embajador de España Álvaro Iranzo.

La tumba de Djehuty, oficialmente TT 11 (Tumba Tebana número 11), llevaba como premio añadido la anexa de Hery (TT 12), perteneciente a otro funcionario que vivió unos cincuenta años antes, y que ofrecía un potencial muy interesante también. Ninguna de las dos, aunque registradas por clásicos de la egiptología (en la de Hery estuvo nada menos que Champollion), había sido convenientemente investigada. En 2001 el Consejo Supremo de Antigüedades de Egipto concedió el permiso a Galán para arrancar su proyecto científico, cuyo objetivo final sería la consolidación, restauración y publicación de las dos tumbas, que deberían abrirse al público. A señalar que ambos oficiales, Djehuty, supervisor del tesoro, y Hery, supervisor del granero de Ahotep, esposa real (de Sequenra-Tao II) y madre del rey (de Ahmose), estaban al servicio de mujeres, y encantados de estarlo, destacan los egiptólogos con gran sentido de la actualidad.

Y aquí estábamos esta mañana a pie de obra a punto de entregar al mundo para que las disfrute, como pisos por estrenar (es un decir), las dos sepulturas. Ayer se podía ver a Galán feliz a su manera intranquila, con tantas cosas que supervisar, en la luminosa capilla funeraria de Djehuty (iluminada con paneles solares ocultos tras el pilono reconstruido de la tumba, una insólita aplicación del poder de Ra), al fondo de la tumba, con el techo estabilizado merced a un complejo sistema de enrejado metálico ideado por Nacho Forcadell y con las inscripciones y escenas en relieve de las paredes perfectamente visibles. Recordaba el mudir cómo tuvieron que entrar él y José Miguel Serrano en esta estancia con la linterna en la boca y reptando por encima de escombros, que se tardó años en retirar. Toda la aventura egiptológica cabe en la tumba de Djehuty, que hasta tiene arpista. Mientras hablaba Galán a sus pies podía verse la boca del pozo que conduce, 11 vertiginosos metros más abajo, a la cámara (no visitable, gracias a dios) donde descansaba la momia del propietario, que fue saqueada y quemada en la antigüedad. El egiptólogo se consuela de la pérdida con el fabuloso descubrimiento que hicieron en las paredes y techo de la cámara de inscripciones del Libro de los Muertos.

Relieve con la ceremonia de apertura de la boca a la momia de Djehuty, en su tumba.
Relieve con la ceremonia de apertura de la boca a la momia de Djehuty, en su tumba.

Las dos tumbas, que a partir de hoy pueden recorrerse previa la obtención de un tique, han tenido una vida agitada (aparte de que están comunicadas con otras). A Djehuty, no sabemos por qué, se le condenó a la damnatio memoriae y su nombre y su rostro (y los de su padre, que no era egipcio) fueron borrados en muchos puntos. Y ambas sepulturas fueron reutilizadas y convertidas en época posterior (siglo II antes de Cristo) en santuarios y catacumbas donde se enterraban momias de animales ofrecidas por los fieles, sobre todo de ibis (el nombre jeroglífico de Djehuty muestra una de estas aves asociadas con Toth y los escribas) y halcones, especies de las que en la tumba de Hery se calcula que hay hasta 70.000, pero también de pelícanos, búhos, musarañas y serpientes (de las que vivas, por cierto, está libre el yacimiento: no se ha visto ni una, aunque a un trabajador lo picó un escorpión). Estas momias se quemaban para reducir sus restos y poder meter más, lo que ha ahumado varias secciones de las sepulturas. En algunas paredes pueden verse grafitis de esta época en demótico que rezan “por este lado a la capilla de los dioses”, o “no dejes aquí tu momia, sigue andando”.

Las dos tumbas son la guinda y el emblema de un pastel que era inimaginable cuando arrancó el proyecto: en las dos décadas desde entonces el área de trabajo se ha ido expandiendo progresivamente al encontrarse otras sepulturas y estructuras relacionadas (y demolerse las casas modernas vecinas), y hoy lo que Galán y su grupo pluridisciplinar e internacional investigan y excavan (el equipo científico lo componen esta campaña 9 hombres y 15 mujeres) es una porción enorme de la necrópolis de Dra Abu el-Naga norte, que incluye hasta 40 pozos con capilla, y siguen apareciendo nuevos, pues el yacimiento está muy vivo. Y uno de los atractivos de visitar las tumbas será precisamente poder ver trabajar a la misión. El martes mismo se produjo un momento de gran excitación (“¡mudir, deberías bajar!”), por si no bastara la que había por la inminente inauguración, al descubrirse lo que parece una gran cámara en uno de los pozos que se excavan.

Miembros del equipo del Proyecto Djehuty, ante la tumba.
Miembros del equipo del Proyecto Djehuty, ante la tumba.

“Esto”, señala el egiptólogo con un ademán que llega hasta carretera tras la que se acumulan las tiendas de alabastro para turistas, “era una zona de enorme importancia política y religiosa, enfrente de Karnak, desde donde llegaban las procesiones cruzando el río”. Djehuty se hizo enterrar aquí, dice, porque era un lugar ya con tradición, donde se habían sepultado monarcas y grandes personajes de la dinastía XVII; había incluso pequeñas pirámides; y tras Djehuty, se enterraron otros, que a su vez querían estar donde estaba él. “Tenemos un arco temporal de dos mil años de historia del Antiguo Egipto y mucho está mezclado”. Para Galán, la arqueología del sitio es como un sudoku, la respuesta a veces no está en el cuadrado que rellenas sino en el de al lado. “Lo que estamos haciendo es trazar la historia completa de la necrópolis”, recalca.

El terreno que se extiende más allá y alrededor de las tumbas de Djehuty y Hery está sembrado de pozos funerarios de la dinastía XVII que a su vez llenaron huecos dejados por enterramientos anteriores, como la tumba de la dinastía XII (imperio medio, 2000 antes de Cristo) en cuyo patio apareció un jardín funerario único, uno de los objetos excepcionales de la excavación, del que se exhibe in situ una copia creada por Factum Arte, los mismos que han hecho el facsímil de la tumba de Tutankamón que se puede visitar a tiro de piedra, junto a la antigua casa musealizada de Howard Carter. Varios hallazgos del Proyecto Djehuty se han producido bajo los escombros que amontonaron los saqueadores o exploradores del XIX en sus búsquedas, o en sitios insólitos, como el ataúd del arquero Iker, una de las estrellas, con los arcos y flechas del tirador, de la exposición de “lo mejor de lo mejor” de las excavaciones del equipo de Galán que se inaugura esta tarde en el Museo de Luxor y que incluye, en un espacio de lujo, la tabla del aprendiz, el sarcófago rishi (con dibujo en forma de plumas de alas), las entrañables miniaturas de momias en ataúdes, los pendientes de oro hallados en la tumba de Djehuty o el ostraca en el que figura lo que parece un retrato suyo.

Cámara funeraria de la tumba de Djehuty.
Cámara funeraria de la tumba de Djehuty.PROYECTO DJEHUTY

Una momia con verruga y otra con ictus

Los invitados a la apertura de las tumbas no han podido ver el torso de momia humana (o como se diga ahora) que estaba estos días junto al camino que se recorre para llegar a ellas, tras pasar por la caseta del guardia. Se retiró antes de la ceremonia. “No era nuestra, la dejaron allí por si podíamos radiografiarla”, señala Jesús Herrerín, el antropólogo del equipo. El investigador, sin embargo, ha mostrado a un grupo en el que destacaba Candela Navarro, una niña muy valiente (no en balde su padre, Miguel Ángel, convivió semanas trabajando en la tumba de Hery junto a dos de pie), una momia impresionante con un aire a Seti I, del almacén de la misión (en total, sumando trozos, se han hallado un centenar de momias humanas en el yacimiento). La momia, denominada Angie originalmente hasta que al limpiarla se le reveló un notable sexo masculino circuncidado (“lo tiene todo fenomenal”, aseveró con disculpable entusiasmo de especialista Herrerín), conserva incluso una verruga. Del conjunto destaca una que es el primer caso conocido de ictus en momias.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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