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Edouard Louis: “Un negro acosado puede compartirlo con su madre; un marica, no”

El escritor francés que sacudió la literatura con el relato de su dramática infancia se interpreta ahora en la adaptación teatral de su obra

Edouard Louis, escritor e intérprete, en el cuartel de Conde Duque de Madrid. Juan Barbosa
Edouard Louis, escritor e intérprete, en el cuartel de Conde Duque de Madrid. Juan BarbosaJUAN BARBOSA
Berna González Harbour

Edouard Louis sacudió la literatura y la conciencia francesa al relatar el acoso y aislamiento que sufrió como niño gay en un pueblo industrial de la Francia profunda. La novela autobiográfica Para acabar con Eddy Bellegueule le convirtió con solo 22 años en un autor con una proyección internacional que hoy solo sigue creciendo. El escritor nacido en Somme hace 30 años se interpreta estos días a sí mismo en la adaptación teatral de su obra Quién mató a mi padre, que Thomas Ostermeier ha traído estos días al Centro Condeduque de Madrid. Está pletórico, luminoso y convencido de su misión.

Pregunta. El escritor salta ahora a escena. ¿Por qué?

Respuesta. En cuanto me lo pidió Ostermeier quise hacerlo porque todo lo experimental me interesa. Hubo una época en la que los escritores daban información, desde Zola a Sartre o Simone de Beauvoir, sobre cosas que la gente no conocía, como el trabajo en una mina o una fábrica. Hoy la misión ha cambiado. La gente conoce la desigualdad, sabe que hay niños trabajando para hacer teléfonos en Asia y mujeres que mueren a manos de sus maridos. Nuestro trabajo ya no es enseñar, sino confrontar a la gente con lo que sabe, pero no quiere ver.

P. ¿Por qué no lo quieren ver?

R. Porque eso les fuerza a ver lo que hacen y, sobre todo, lo que no hacen. Cuando te confrontan a esa violencia social estás obligado a preguntarte: ¿qué hago yo frente a ello? ¿Sigo pasivo? ¿Reacciono? ¿Tengo responsabilidad? Y eso hace a la gente sentirse mal. Es un mecanismo de protección.

P. ¿Personalmente qué le aporta la escena?

R. [Lo piensa un rato y al fin sentencia, sonriente] Me da un sentimiento de venganza al darme cuenta de que nadie habría escuchado la historia de mi padre, su clase social y su pobreza en un mundo en el que eso nunca iba a ser contado. Debe ser como el placer de un ladrón cuando consigue robar a un banco. Cuando hago teatro tengo la impresión de estar robando un banco, de tomar de los demás algo que nunca me iba a pertenecer. Sí, tengo la alegría del ladrón cuando estoy en escena.

P. ¿Qué ha fracasado en la Francia de la libertad, la igualdad y la fraternidad para que haya tanta exclusión como usted describe?

R. Esas palabras, “libertad, igualdad y fraternidad”, han permitido esconder la verdad de lo que pasa en Francia. Siempre ha habido desigualdades, los pobres mueren antes que los ricos o no hay igual acceso a los alimentos, pero ese discurso ha permitido reproducir la violencia al esconder la realidad. Al esconderla no la cambias. Para mi padre, una decisión política es tan íntima como la primera vez que hizo el amor o abrazó a alguien. Recuerdo cuando Sarkozy anunció el fin de la financiación de ciertas medicinas. Mi padre tenía un problema de estómago y eso supuso enfermedad. Por eso la política para mí es íntima. Yo no sabía lo que era izquierda o derecha, ni el Parlamento, pero supe que mi padre tuvo que hacerse barrendero cuando tenía la espalda rota para que no le quitaran todo. Como Yo, Daniel Blake. Por eso ha explotado la extrema derecha, porque la gente que se sentía protegida por la izquierda fue abandonada.

P. Usted huyó de adolescente por el rechazo que vivió al ser gay. ¿Ahora tiene buena relación con su padre?

R. Es una mezcla complicada entre los dos. Nunca podremos tener una relación excelente porque nos separan demasiadas cosas, pero ha cambiado mucho. Yo me fui porque soy gay, en mi familia odiaban a los gays y me llamaban marica todos los días en el colegio y en casa. Me convertí en un tránsfuga de clase no porque sea inteligente o más sensible que los demás, sino simplemente porque era un pequeño marica al que todos odiaban. No fui más libre que los demás, sino menos libre porque no tenía opción.

P. Pero sí ha conseguido la libertad.

R. Con el tiempo me di cuenta de que la huida me liberó, pero al principio no. Cuando era niño mi sueño era ser masculino, que no me llamaran marica, que mi padre no se avergonzara de mí. Solo más tarde, al leer libros de Sartre o ver películas de Almodóvar o Ken Loach, mi corazón se transformó y hoy cuando veo a mi padre hay un divorcio sociológico, pero no íntimo ni sentimental. Él, que decía que había que meter a los gays en campos de concentración y que había que desembarazarse de tantos árabes, ahora me pregunta si tengo novio, si estoy enamorado.

P. ¿La clase social le ha condicionado más que el hecho de ser gay?

R. No. La condición sexual ha sido más fuerte, es la que me ha arrancado de mi clase social. Mi clase social no consiguió cambiar mi orientación sexual.

P. ¿Cree que sigue siendo así para los niños de hoy?

R. Hay cosas que cambian, hay más espacios que antes no existían, como Internet. Cuando yo era niño vivía geográficamente encerrado en mi pueblo, creía que era el único gay del mundo y que estaba enfermo. Pero cuando hablo de mi libro en institutos me encuentro con chicos que viven lo mismo que yo viví. Hay una repetición de la estructura homófoba. La semana pasada se suicidó un chico de 13 años, Lucas, porque todo el mundo le llamaba marica en el colegio. La dificultad de la homofobia es que quienes la sufren a menudo no pueden contarlo en casa. Un negro que sufre racismo en el colegio puede compartirlo con su madre que también negra. Si eres marica, no puedes decírselo a tu madre, que no lo es. No quiero decir, por supuesto, que el racismo sea fácil, pero la homofobia es una experiencia diferente, un aislamiento total, un miedo a ser descubierto en cada instante.

P. Cuénteme un buen recuerdo de su infancia.

R. El baile. Bailaba mucho. Como muchos chicos gays, que se esconden por vergüenza y por tanto les fascinan esas divas que están bajo los focos, iluminadas, como Madonna o Lady Gaga. Estar tan escondidos todo el tiempo nos hace soñar con lo contrario. Y organizaba conciertos en mi cuarto en los que yo era el único actor y espectador [ríe]. Interpretaba a Céline Dion, Luz Casal, Britney Spears o la música de Titanic. Para mí mismo. Tenías la impresión de salir de la sombra.

P. ¿Tal vez ahí está el origen de su nueva faceta teatral?

R. Exacto. Era una forma de luchar contra la sombra y buscar la luz. Hacía coreografías de principio a fin, las repetía en mi cuarto de cuatro metros cuadrados, sucio y roto, pero yo me sentía actuando en la Superbowl [ríe].

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Sobre la firma

Berna González Harbour
Presenta ¿Qué estás leyendo?, el podcast de libros de EL PAÍS. Escribe en Cultura y en Babelia. Es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora en varias áreas. Premio Dashiell Hammett por 'El sueño de la razón', su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.

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