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Nuno Coelho, director de orquesta: “Hace 30 años un niño como yo no habría tenido la oportunidad de hacer esta carrera”

El músico portugués, invitado a dirigir la JONDE en su gira de los 40 años, considera que una orquesta tiene también una misión como “pegamento social”

Nuno Coelho, director de orquesta, en Lisboa, antes de dirigir a la JONDE en su gira de 40 aniversario.
Nuno Coelho, director de orquesta, en Lisboa, antes de dirigir a la JONDE en su gira de 40 aniversario.Mário Cruz
Tereixa Constenla

Llegó a la música de la mano de un colega de infancia y, con 33 años, se ha convertido en el director de orquesta portugués con más proyección internacional. Nuno Coelho dirigirá hoy en su ciudad natal de Oporto a la Joven Orquesta Nacional de España, que le ha escogido para una mini gira ibérica para celebrar sus 40 años. Vive en Austria, añora a su familia y a su país, pero está ya acomodado a la identidad de la Europa central y a esa vida errante de los músicos que un día dirigen en Helsinki y otro en Londres. Distinguido en concursos internacionales y becado por Gustavo Dudamel, en 2022 se convirtió en director titular de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias, a la que quiere dar identidad y compromiso. Tiene una visión comunitaria de su labor, como si una orquesta fuese “un pegamento social”.

Pregunta. Es usted más joven que la joven orquesta española con la que está de gira.

Respuesta. (Risas) Pero los chicos son más jóvenes que yo.

P. ¿A qué edad se deja de ser una joven promesa en la música clásica y se alcanza la madurez?

R. Depende de la calidad musical, no tiene que ver con la edad. También con una carrera continuada, no se trata solo de un evento aislado.

P. El año pasado se convirtió en el director titular de la Orquesta Sinfónica de Asturias, seleccionado entre 30 aspirantes. ¿Qué le gustaría dejar de especial?

R. Se está renovando la plantilla. Intento crear una identidad en las obras del periodo clásico que tocamos, también reflexionar sobre el papel de la orquesta en la sociedad, cómo contribuir a la comunidad y estar presentes en las vidas de las escuelas, los hospitales, la cárcel e instituciones para gente mayor y desfavorecida. Se trata de tener un papel de pegamento social. En ese momento del escenario, cuando toda la gente siente lo mismo con independencia del contexto de cada uno, es muy importante esta sensación de compartir.

P. Para usted es importante trabajar para la comunidad. De alguna manera, algo que puede contrariar la imagen a veces elitista de la música clásica.

R. Ya no es verdad que la música clásica sea elitista actualmente, lo que sí es cierto es que es una experiencia que necesita tiempo. Aunque también los conciertos pop duran dos horas, solo se trata de asumir que es una actividad que necesita concentración, tiempo y disponibilidad para escuchar y olvidarse de móviles y otras cosas del mundo. Eso sí que no es muy propio de nuestros tiempos. Intentamos que los precios no sean elitistas y hay un repertorio contemporáneo, aunque también nuestra misión es preservar el patrimonio cultural de la humanidad. Beethoven o Stravinski son compositores alemán y ruso, pero sus obras son de todos. Hay que continuar mostrándolos al público.

P. ¿Y cómo atraer a la gente joven, que considera la música muy importante pero que conectan poco con el repertorio clásico?

R. Es difícil. El primer paso es mostrar lo que hacemos. Mucha gente no tiene idea de qué es una orquesta o un concierto, lo imagina algo muy serio, y hay formatos más relajados y cortos. Es cuestión de crear un grupo de jóvenes que se interesen y darles apoyo e iniciativas propias.

P. ¿De niño decía que quería ser director de orquesta de mayor?

R. No, no, no. Ni tampoco músico, ha sido una casualidad. Tenía un amigo que tocaba el piano y me apunté a una escuela de música. A los 15 años comencé a tocar en una orquesta de jóvenes y ahí me despertó algo y decidí ser violinista. Me fui fuera a estudiar violín y a tocar en orquestas profesionales y poco a poco descubrí que la dirección era interesante. Por eso creo que puede ocurrirle a otra gente. Todos estamos preparados para disfrutar de la música clásica, solo tienen que encontrarse el público con los intérpretes.

P. ¿Qué le da la dirección de orquesta que no le dé el violín?

R. Es una visión más global de la música. Como director tenemos más tiempo para reflexionar en la estructura de la obra, en el análisis, la historia o el contexto del compositor. Piensas la música de una forma distinta a alguien que tiene que tocar las notas, practicar y hacer el trabajo más técnico. También me ha gustado la parte de liderar un grupo, que me ha venido de forma natural, es difícil pero muy interesante la motivación y el liderazgo. Y la parte más física de mostrar el sonido que queremos con las manos y el cuerpo, eso es muy fascinante.

P. ¿Qué siente cuando sale al palco, coge la batuta y hay esos segundos de silencio universal antes de que la orquesta empiece a tocar?

R. Concentración. El papel del director es el de focalizar la atención de todos, los músicos y el público, en lo que va a suceder. Es algo interior, de buscar la concentración en el mensaje musical. En el momento inicial hay nervios y atención.

P. ¿Deberían evolucionar los conciertos en algún sentido? ¿Siente que hay un muro, una distancia entre el público y los músicos?

R. Sí. Durante la pandemia, como no había programas de mano, comencé a hablar al público y ahora lo hago a menudo. Creo que es una buena forma de acercarse, escuchar la voz del director o de los músicos, de repente se establece un contacto personal, una relación más directa.

P. ¿Qué encuentra en la música que no esté en el mundo?

R. Idealismo. Justo ahora tocando la Heroica de Beethoven les comentaba a los chicos que no solo se trata de contrapuntos o juntar diferentes temas, es el idealismo de que algo muy diverso puede estar unido. En la música es una idea, en el mundo se intenta pero es difícil llegar a ello.

P. La política es uno de sus intereses. ¿Faltan buenos directores de orquesta y sobran solistas en la política internacional?

R. Bueno, también hay muchos directores de orquesta déspotas. Es importante recordar algo que decía Claudio Abbado cuando creó la Mahler Symphony Orchestra o cuando Daniel Baremboin creó la West-Eastern Divan [con músicos judíos y palestinos] es que una orquesta no funciona si no nos escuchamos, hay que escuchar a los compañeros y reaccionar a lo que está pasando. Eso falta ahora, escuchar a la gente que piensa de forma distinta sin bloquearse. Hay que llegar al final de la obra juntos, aunque no sea la interpretación que a mí me gustaría. Una orquesta es trabajar unidos para un resultado común, aunque no sea la visión de la primera trompa o el segundo violín, pero juntos construimos algo propio. El mundo está muy complicado para esto, pero escuchar y tener tolerancia es la clave.

P. ¿Cree que su generación vivirá peor que la de sus padres?

R. Según algunos estudios, sí. Hay cosas claramente mejores ahora que en tiempos de mis padres. Económicamente estamos mejor que hace 30 años, hay que mantener algún optimismo. El país que es hoy Portugal está mucho mejor. Hace 30 años un niño como yo no habría tenido la oportunidad de estudiar violín, de irse a estudiar al extranjero y de tener una carrera sin fronteras como tuve yo, o la oportunidad de tocar con orquestas del país y de escuelas de música. El mundo está mucho mejor, aunque tiene otros problemas. A pesar de luchar siempre para avanzar, hay que mirar atrás y ver que estamos mucho mejor.

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Sobre la firma

Tereixa Constenla
Corresponsal de EL PAÍS en Lisboa desde julio de 2021. En los últimos años ha sido jefa de sección en Cultura, redactora en Babelia y reportera en Andalucía. Es autora del libro 'Cuaderno de urgencias'.

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