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Barbara Rosenwein, pionera en el estudio de las emociones: “La tecnología intensificará las fantasías del amor”

La medievalista presenta su libro ‘Amor. Una historia en cinco fantasías’

La escritora Barbara Rosenwein, en la Residencia de Estudiantes en Madrid.
La escritora Barbara Rosenwein, en la Residencia de Estudiantes en Madrid.Andrea Comas
Nora G. Fornés

Barbara Rosenwein (Chicago, 77 años) espera sentada en la butaca de una amplia sala de la Residencia de Estudiantes de Madrid, donde coincidieron intelectuales españoles que, como Lorca, Buñuel o Dalí, dieron forma a las vanguardias más importantes de su país. Rosenwein, catedrática de estudios medievales, es otra pionera: en su caso, en el estudio de las emociones en la historia. Empezó su investigación con un tratado sobre las comunidades emocionales de la Edad Media que escribió en 2006 y este otoño ha publicado un nuevo ensayo en el que disecciona cómo se ha vivido el amor en la cultura occidental desde la Antigüedad hasta nuestros tiempos.

Titulado Amor. Una historia en cinco fantasías y traducido al español por Alianza Editorial, la relación entre Ulises y Penélope funciona como hilo conductor del libro, en el que Rosenwein argumenta que el ser humano define y perfila el concepto de amor a través de narraciones, que ella llama “fantasías”. La autora las clasifica en cinco, ilustradas por clásicos de la literatura, historias reales, películas y canciones: el amor como unión entre afines, como el que vivieron los escritores franceses Montaigne y La Boétie; el amor como una manera de trascender, que el abad Bernardo de Claraval practicó para acercarse a Dios a través de la mortificación personal; el amor como contrato que implica ciertas obligaciones, como la de sustentar a la familia para los hombres y criar hijos en el hogar para las mujeres durante en la Roma antigua; el amor como anhelo obsesivo, que el joven Werther sentía por Charlotte y que no pudo soportar más; y el amor como deseo insaciable, que personifica el mito del Don Juan.

Pregunta. En este libro no se plantea explicar lo que es el amor, sino lo que fue. ¿Por qué?

Respuesta. Esa es la clave de la cuestión. ¿Quién soy yo para decir lo que son las cosas? No tengo ni idea de lo que es el amor. Además, soy una criatura del pasado. Pero creo que los psicólogos no tienen en cuenta la larga historia de sentimientos en la que estamos inmersos. Así que lo que hacen es decir que los padres y el entorno nos enseñan sobre las emociones. Y es verdad que, cuando un bebé nace, no llega diciendo: “Mamá, te quiero”, sino que llora. La madre lo mece, lo arropa, le canta y le dice: “Mamá te quiere”. Hasta que los sentimientos internos y externos que recibe el bebé empiezan a tener cierta coherencia con esa palabra. Después van a la escuela, hacen amigos —que no tienen necesariamente las mismas experiencias vitales que ellos— y aprenden de ellos. En la adolescencia, se besan y se cogen de la mano. Y también absorben los mensajes del amor que ven en la televisión, que escuchan en las canciones populares y que leen… Pero nuestra familia, los amigos que nos influyen y la televisión sacan historias del pasado, de las cuales derivan ideas, normas y valores del pasado. Eso es lo que creo que los historiadores podemos añadir al hablar de lo que fue el amor en nuestra civilización.

P. ¿Qué nos aporta saber cómo amábamos en el pasado?

R. Nos permite ponernos a prueba a nosotros y a nuestros sentimientos frente a las muchas fantasías sobre el amor que han existido en sus diferentes formas. Y pensar en cómo nos ha formado el amor y qué queremos de él. Y para sacudir las ideas hechas de lo que siempre hemos creído que es el verdadero amor, para darnos cuenta de que existen muchas clases.

P. El libro está dividido en cinco capítulos y en cada uno explora una “fantasía” distinta de cómo se ha entendido el amor desde la Antigüedad. ¿Por qué necesitamos esas fantasías?

R. Todas las culturas necesitan narrativas en las que incrustar sentimientos que son demasiado dispares, caóticos e inexplicables. En el libro presento algunas de las historias más largas y duraderas de la civilización occidental. Tengo nietos que juegan con muñecos y los usan para crear historias sobre la escuela, la maestra, cosas cotidianas para ellos. Esto es una forma de contener y dar sentido a sentimientos que de otra manera no podrían manejar. Los adultos seguimos haciéndolo a través de nuestros sueños y del arte.

P. En el libro explora la evolución de las cinco grandes fantasías que han impulsado el amor a lo largo de la historia: la unión entre afines, la búsqueda de la trascendencia, la entrega desinteresada, el anhelo obsesivo y el deseo insaciable. ¿Hay alguna otra que le hubiera gustado incluir?

R. Encontré alguna otra, como la de enamorarse de una persona que morirá. En la novela de Stendhal Rojo y Negro, Mathilde de La Mole, una de las mujeres con quien se junta Julien, el protagonista, aspira a que su amor corra la misma suerte que el de la reina Margarita de Navarra, cuyo amante fue decapitado. Esta fantasía es extremadamente idiosincrática, pero no fue duradera.

P. ¿Cree que todas esas fantasías se engloban hoy en la categoría del “amor romántico”?

R. No necesariamente. Algunas de estas fantasías, como la de la obligación en el amor o la de la trascendencia, se pueden aplicar hoy al amor de los padres por los hijos. El filósofo Simon May dice que la nueva forma de trascender a través del amor es a través de los hijos, a los que antes educábamos para que temieran a Dios. Hoy los educamos para que sean felices con ellos mismos y no los forzamos a que estudien Medicina o Derecho. May argumenta que ahora amamos a nuestros hijos incondicionalmente, como antes hacíamos con Dios. Aunque creo que el amor romántico tiende a ser lo primero que pensamos cuando oímos la palabra, no es la única manera de querer.

Barbara Rosenwein, en un momento de la entrevista con EL PAÍS.
Barbara Rosenwein, en un momento de la entrevista con EL PAÍS.Andrea Comas

P. ¿Cree que habrá nuevas fantasías sobre el amor en el futuro o que alguna de estas desaparecerá?

R. Espero que esas fantasías permanezcan y sean elaboradas de nuevas maneras. También creo que, debido a la globalización, las nuevas fantasías derivadas de otras culturas se injertarán en una especie de nuevo conjunto globalizado de fantasías. Hasta ahora, lo que veo que ocurre es que la visión occidental domina en otros lugares, pero esto puede cambiar, y probablemente ya lo esté haciendo.

P. En el libro menciona que las mujeres tuvieron un papel secundario a la hora de definir y contar estas fantasías. ¿Opina que esto está cambiando?

R. Sí, aunque he tratado de sugerir que las mujeres ya fueron muy influyentes en las ideas del amor de las que hablo, pero que no se mencionan o que las hemos pasado por alto. Me llamó particularmente la atención el hecho de que Platón en El banquete introduce la noción de la “escalera del amor” a través del personaje de Diotima, una mujer. Creo que ellas han sido muy importantes en la elaboración de las fantasías del amor en Occidente, y ahora estamos obligados a reconocerlo.

P. Dice en el libro que la idea de que el amor no tiene obligaciones es un mito. ¿Por qué?

R. Hasta hace muy poco tiempo se aceptaba que las obligaciones venían con el amor. Y de hecho, el amor mismo era una obligación según Pseudo Pablo, el autor de Epístola a los Efesios. Él escribió: “Maridos, amad a vuestras esposas”. Pero en la década de 1960 se populariza la idea de que lo único que se necesita en el amor es amor, con una canción de los Beatles, All You Need Is Love. Y quizá me pongo un poco moralista, pero pienso que es una locura. ¿Cómo puedes tener una relación a largo plazo en la que nunca tienes que pedirle nada a tu pareja porque lo hará todo espontáneamente porque te quiere? La gente que dice eso tiene amnesia histórica.

P. ¿Cómo va a afectar la tecnología a las fantasías del amor?

R. Yo creo que las intensificará y acelerará las cosas. Con las aplicaciones de citas, mucha gente cree que conoce a personas perfectas. “Él me escribe y me manda besos cada dos minutos. Es ideal”, piensan. Y esa es la fantasía de que esa persona está obsesivamente enamorada, del amor a primera vista. Y esto produce sueños y expectativas muy intensas. Creo que reconocer que es una narrativa y que no necesitamos estar encerrados en ella podría ser útil.

P. ¿Y las aplicaciones que se usan para tener relaciones sexuales esporádicas sin compromiso?

R. En ese caso es una fantasía diferente, la de tener sexo y nada más. Me pregunto si los seres humanos somos realmente capaces de disociar totalmente una experiencia física del amor. Puede que sí, yo no voy a decirle a nadie lo que siente.

P. En el espectro opuesto está la tendencia al mindfulness, a quererse a sí mismo y a ser autosuficiente. ¿Cómo afecta eso al amor?

R. Vivimos una especie de momento de aceptación de uno mismo. Hablo en el libro de una mujer que leyó sus propios votos para casarse consigo misma, el vídeo está en YouTube. No sé si esa mujer ha renunciado entonces a todas las nociones románticas o sexuales. Pero lo que ha buscado en este matrimonio es darse dignidad. Si eso le ayuda, tal vez sea una buena idea para ella. No lo condeno en absoluto.

P. ¿Por qué decidió estudiar la historia de las emociones?

R. Escuché a los historiadores decir cosas sobre la gente de la Edad Media que me escandalizaron, como que sus emociones estaban fuera de control, que eran impulsivos, que no experimentaban emociones sensibles como el amor. Me parecía tan erróneo… Y pensé: “Eso no es cierto. Y alguien tiene que demostrar que no es así”.

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Sobre la firma

Nora G. Fornés
Redactora de la sección de Cultura y Televisión desde septiembre de 2022. Licenciada en Filología inglesa por la Universidad Sorbona y máster de enseñanza por la INSPE de París. Antes de incorporarse a EL PAÍS, trabajó como profesora de secundaria de inglés. Cursó el máster de Periodismo UAM-EL PAÍS en la promoción 2021-2023.

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