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Veinte años después de su muerte, Cela yace aún en el purgatorio literario

La vigencia del escritor, reeditado ahora en varias colecciones, viene lastrada por el personaje histriónico, machista y desagradable en que se convirtió en los últimos años, y que continúa como el mayor enemigo de su obra

Camilo José Cela, en 1999.
Camilo José Cela, en 1999.RICARDO GUTIÉRREZ
Antonio Jiménez Barca

Una regla no escrita advierte de que todo escritor, por muy célebre que sea, sufre un eclipse pasado un tiempo desde su muerte. Su figura se difumina, sus libros dejan de pronto de interesar y de leerse y su influencia en las siguientes generaciones merma o, simplemente, desaparece. En el caso de Camilo José Cela, el último premio Nobel nacido en España, en 1989, la desaparición resulta particularmente larga, honda y llamativa. Desde los años cincuenta y hasta su muerte, en enero de 2002, el autor gallego fue uno de los escritores más conocidos, adulados, citados y premiados de la literatura española. También, sobre todo en sus últimos años, uno de los personajes literarios más antipáticos, aborrecibles y denostados del mundo cultural español. La editorial Debolsillo, del grupo Penguin Random House, ha publicado recientemente buena parte de su obra, en ediciones nuevas, revisadas y, con frecuencia, agrupadas de manera inédita. También la pequeña editorial Ediciones 98 acaba de reeditar una vieja colección de viajes. Es decir: veinte años después de su muerte, y en una España y un mundo completamente diferente al que Cela conoció, el Nobel regresa a las librerías. ¿Significa eso que vuelve a tener lectores? ¿Vuelve Cela?

Domingo Ródenas, catedrático de literatura española en la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona y crítico literario, considera que aún no ha pasado tiempo suficiente para que Cela salga del purgatorio en el que languidece, a pesar de ser dueño de obras literarias memorables: “No es fácil que un escritor tenga varias. Y Cela las tiene: La familia de Pascual Duarte, La colmena, Mazurca para dos muertos, Cristo versus Arizona, San Camilo 1936 y Madera de boj, sin olvidar Oficio de tinieblas 5. Esta última es una exploración descarnada de la conciencia, de su propia conciencia de escritor, es un libro radical, en el que por medio de una técnica extrema y novedosa, se le ve buscando algo de verdad”. Los volúmenes citados por Ródenas se levantan gracias a una prosa virtuosísima, atravesada de violencia, expresividad y lirismo. Pero no bastan, según este especialista, para aupar al escritor del hoyo en el que aún sigue inmerso: “Ya no está él para sostener su obra. Su obra tiene que sostenerse sola. Pero la antipatía que suscitó su persona ha contaminado su obra y va a costar trabajo que se le rehabilite de la manera en que Antonio Muñoz Molina contribuyó a rescatar a Max Aub o Andrés Trapiello a Manuel Chaves Nogales. Un obstáculo es su machismo, otro, la colisión de su obra con la corrección política que impera ahora. Y no solo por el machismo, sino por el desprecio al diferente, al débil. Hay que añadir también su impiedad hacia los personajes, su visión inmisericorde hacia ellos, a los que trata muchas veces como muñecos. Eso choca con la sensibilidad actual. En mis clases, cuando leemos a Cela, los alumnos, y en especial las alumnas, se incomodan. Por eso creo que va a ser difícil recuperarlo para las futuras generaciones”.

En 1942, con 26 años, tras algunas incursiones poéticas, Cela irrumpió en la narrativa española con La familia de Pascual Duarte. Nueve años después, en 1951, publicó La colmena. Y en 1953, Mrs Caldwell habla con su hijo. Un comienzo fulgurante y original de una carrera literaria que, con altibajos, iba a mantenerse a lo largo de los años.

Paralelamente, atesora en su biografía más de un episodio deleznable: es conocido que en 1938 se ofreció como delator al bando nacional durante la Guerra Civil, que trabajó de censor en la posguerra y que se avino a escribir en 1953 por 50.000 dólares (una fortuna de la época) una novela, La catira, por encargo expreso del dictador venezolano Pérez Jiménez. También quedó demostrado que plagió para hacerse con los 50 millones de pesetas del Premio Planeta de 1994. En sus últimos años, además, fatigó por las televisiones y los periódicos un personaje faltón, soez, despreciativo, histriónico y soberbio. Todos los especialistas coinciden: este personaje ha sido el peor enemigo del Cela escritor. Entre los que lo piensan está Adolfo Sotelo, uno de los mayores expertos sobre el escritor gallego. Sotelo, catedrático de Literatura Española de la Universidad de Barcelona (UB), acaba de hacer público un manuscrito del que sería futuro premio Nobel, el poemario Pisando la dudosa luz del día. También prepara una monumental biografía de Cela que saldrá, seguramente, en 2025. Tiene ya redactada la parte que va desde el nacimiento de Cela a la muerte de Franco. Sotelo recuerda que este escritor “es mucho más complejo de lo que parece”. “Es alguien con muchos más matices que, por ejemplo, guardó 100.000 cartas, suyas y de sus destinatarios, a lo largo de su vida. A alguien así no se le puede reducir fácilmente”.

Camilo José Cela, en su casa de Palma de Mallorca, en 1961.
Camilo José Cela, en su casa de Palma de Mallorca, en 1961. Gianni Ferrari

Su hijo Camilo José Cela Conde también es consciente de que su padre “se convirtió en un ser repelente desde la concesión del Nobel”. Y aunque carece de datos sobre las ventas de las nuevas ediciones, cree que la tendencia se ha invertido y que su padre, paso a paso, está saliendo del olvido. “Hace unos años se publicó una magnífica edición de la RAE de La colmena que pasó completamente inadvertida. Ahora, se están comentando más. Es pronto para asegurarlo y hay que ser prudente, pero yo creo que hay un pequeño cambio de tendencia”, asegura. Para el hijo de Cela, el tiempo juega a favor del escritor y en contra del personaje. “Ahora lo único que cuenta es la calidad literaria. Lo otro se irá olvidando. Si tuviera que aconsejar un solo libro de mi padre simplemente diría: abra cualquier libro, lea al azar cualquier párrafo y siga leyendo. Entonces va a apreciar su calidad”.

Jesús Blázquez, editor de Ediciones 98, acaba de rescatar primorosamente Páginas de geografía errabunda, publicado en 1965, nunca hasta ahora reeditado, y que agrupa relatos y escenas de viajes hechos por el escritor por diversas zonas de España. La tirada es minúscula: 1.000 ejemplares. “Y a ver cómo se venden”, señala Blázquez, para quien Cela es un escritor “injustamente arrinconado” y del que tiene la intención de poner en circulación varias obras poco o nada conocidas más del escritor gallego.

“Clásico indiscutible de la lengua”

Ignacio Echeverría, crítico literario y editor, se ha encargado de prologar, seleccionar y agrupar los 19 libros de Cela que Debolsillo ha publicado en ediciones asequibles y modernas. Echeverría considera que la razón de publicar ahora a Cela responde a “que es un clásico indiscutible de la lengua, un prosista magistral y uno de los grandes novelistas del siglo XX en cualquier lengua”. Y su vigencia es “la de los clásicos, por mucho que aún le quede por atravesar el purgatorio a que le condenaron su personalidad más bien bronca y tantas actitudes y manifestaciones no siempre afortunadas”. Y añade: “Cela se mantuvo en la vanguardia de la narrativa española durante más de medio siglo, y más acá de su fama como personaje público, muchos de sus libros están por descubrir y por apreciar, también por parte de quienes, en su despiste, piensan que han leído a Cela porque leyeron en su día —por lo general en la escuela— La familia de Pascual Duarte y Viaje a la Alcarria”.

Anna Caballé, escritora, crítica literaria y profesora universitaria, al pensar sobre Cela, se hace esta pregunta: “¿Qué hacemos con su obra?”. Y responde: “Hay libros como Izas, rabizas y colipoterras, que son fruto de un machismo ahora mismo inconcebible, y el descrédito intelectual de sus últimos años tampoco ayuda, pero hay un Cela fundamental, con novelas como La familia de Pascual Duarte, La colmena o Mrs. Caldwell habla con su hijo, que contienen un mundo propio originalísimo y además muy experimental”. Y agrega: “Si quieres enseñar a alguien a escribir bien el castellano no hay más que darle a leer Viaje a la Alcarria, su puntuación es perfecta. Fue un gran escritor que acabaría perdiéndose a sí mismo, tal vez por puro agotamiento profesional. A mí, sinceramente, a partir de Mazurca para dos muertos dejó de interesarme, casi veía su cansancio a la hora de construir una historia. Y no es fácil que los escritores jóvenes le lean en una clave que resulte estimulante para ellos. Cela habla de una España muy distinta y muy sórdida”. Y concluye: “Estamos obligados a rescatar el gran Cela de sus buenos libros. Sin él no podemos explicar nuestra literatura del siglo XX. Con el tiempo iremos olvidando sus lamentables equivocaciones”.

Mientras, ajenos a estas polémicas, los profesores de instituto siguen enseñando a Cela como se ha hecho en los últimos 50 años. En el instituto Leonardo da Vinci, de Puertollano (Ciudad Real), Paloma León incluye como lectura de cuarto de la ESO La familia de Pascual Duarte. “Les gusta. No se meten a discutir la estructura o la calidad literaria, simplemente les gusta”. Ana López García-Mohedano, otra profesora de Ciudad Real, añade: “Una alumna de cuarto me comentó hace poco: ‘Cuéntales a los de segundo esa historia del Pascual, que ahí hay tela”.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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