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Más oportunidades y una mejor adaptación: las exigencias de los sordos al mundo audiovisual

A pesar de los avances, las personas con discapacidad auditiva todavía cargan con importantes dificultades para trabajar en el cine y la televisión, así como para disfrutar como espectadores

El cineasta sordo Domingo Pisón, en Madrid.
El cineasta sordo Domingo Pisón, en Madrid.Olmo Calvo

“Este es nuestro momento”. Así se pronunció el pasado mes de marzo Troy Kotsur en su discurso de agradecimiento tras ganar el premio Oscar al mejor actor por su papel en CODA, película que gira en torno a una familia de sordos en la que solo la hija es oyente. Con su declaración, el intérprete quiso recordar a todas las personas con discapacidad auditiva que por fin tenían la oportunidad de ser vistos y escuchados dentro de una industria en la que su representación ha sido históricamente mínima. A pesar de los avances en esta materia, el mundo del cine y del audiovisual sigue siendo un territorio dificultoso para las personas sordas, tanto para quienes quieren trabajar en el sector como para las que simplemente aspiran a disfrutar de una película o una serie en una sala de cine o en casa.

Domingo Pisón (Madrid, 31 años) es parte de la reducida comunidad de cineastas sordos en España. Su historia tiene un distintivo: fue el primer estudiante de su condición en estudiar en la facultad de ciencias de comunicación de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, donde se formó en audiovisuales. “Al no tener experiencia previa, los profesores no sabían cómo lidiar con una persona sorda. Para analizar los fragmentos de las películas yo necesitaba subtítulos en castellano. A veces me los buscaban, pero no siempre. Con el cine español ya era inviable”, explica Pisón en una cafetería cercana al cine Ideal de la capital, uno de los espacios que frecuenta para ver películas subtituladas. Su pasión por el séptimo arte viene de lejos y tiene un origen concreto. “Aprendí lo que es el mundo gracias a las películas. Cuando era pequeño, mi madre pausaba las películas de Disney y me preguntaba cosas como qué tenía Blancanieves en la mano. Yo le tenía que responder con precisión. En cierto modo, me he querido dedicar al mundo audiovisual como una forma de agradecimiento”, comenta.

Como director y guionista, Pisón conoce bien lo que supone trabajar detrás de las cámaras siendo sordo. Su primer producto profesional, un cortometraje denominado El despertar de una mariposa (2014), con el que ganó dos premios, lo realizó cuando estaba terminando sus estudios universitarios. “Como guionista no he tenido ninguna dificultad por ser sordo, pero como director, sí. Al estar coordinando un equipo de oyentes tengo que comprobar todo lo que están diciendo y eso supone un pequeño retraso en la comunicación. Puede pasar que digan luces y que yo no me entere”, relata el cineasta.

Una de las cosas que lamenta Pisón de ese cortometraje es el hecho de que la protagonista, una mujer sorda atrapada en una relación de maltrato, tuviera que ser interpretada por una intérprete de lengua de signos oyente. “A tres días del rodaje, la actriz sorda no pudo venir a trabajar por una baja de salud. Si hubiera sido un proyecto solamente mío no me habría importado esperar, pero como estaba pendiente de una subvención y tenía unos plazos limitados, no me quedó más remedio que seguir adelante”, argumenta el director. Sin embargo, asegura que la mujer hizo un buen trabajo dadas las circunstancias, hasta el punto de que muchos pensaron que era sorda de verdad.

Quien sí es una profesional del mundo de la actuación con discapacidad auditiva es Ángela Ibáñez (Madrid, 33 años). Actualmente reside en París, pero su trayectoria comenzó desde muy joven en España, donde se apuntó a una pequeña compañía de teatro aficionado organizada por la Asociación de Padres y Amigos de los Sordos de Madrid (ASPAS). Si bien estudió Derecho y en un inicio no tuvo intención de dedicarse profesionalmente al teatro y al cine, un proyecto del Centro Dramático Nacional lo cambió todo para ella. “La verdad es que no he encontrado muchos desafíos como actriz, ya que, por fortuna, siempre he trabajado con gente preparada para acoger a una persona sorda”, explica Ibáñez por correo. Sí destaca, igualmente, que convendría tener más profesionales con conocimientos sobre el valor de la lengua de signos en el mundo audiovisual. “Muchas veces se le da a un actor sordo un guion en castellano sin adaptación a la lengua de signos. Es como si le dieras a alguien que solo habla español un texto en inglés. También harían falta más coaches que sepan trasladar el texto al lenguaje de signos, ya que, por ejemplo, no es lo mismo interpretar a un sordo de nivel cultural bajo que a uno con estudios universitarios”, razona.

Tanto Ibáñez como Pisón coinciden en que, tal y como hacía afirmó Kotsur en su discurso de los Oscar, se está abriendo el camino para una mayor representación de la comunidad sorda en el cine y la televisión. Más allá de CODA, que es un remake de la francesa La familia Bélier (2014), la presencia de actores y personajes sordos o con sordera se ha hecho notar en películas de los últimos años como A Silent Voice (2016), Wonderstruck. El museo de las maravillas (2017), Un lugar tranquilo (2018), Sound of Metal (2019), Un lugar tranquilo 2 (2020) y Eternals (2021). Mucho antes fue Hijos de un dios menor (1986), coprotagonizada por Marleen Matlin, referente del colectivo que también aparece en CODA. Pisón insiste en que este creciente interés por integrar a la población sorda en el ámbito audiovisual debe traducirse en algo más que una oportunidad anecdótica. “En 2016 salió en España la película Secuestro, en la que aparece un niño sordo de verdad, Marc Domènech. Es la primera vez que esto pasaba en una ficción española. Desde entonces han pasado seis años y no se ha vuelto a hacer nada más con él”, critica el cineasta.

Sesiones de cine y programas de televisión

Por mucho que las historias de la gran pantalla sean cada vez más inclusivas, las salas de cine debidamente adaptadas a las necesidades del colectivo sordo son todavía una rareza en España. Muy a menudo tienen que conformarse con el visionado de películas subtituladas, que en la gran mayoría de los casos son producciones extranjeras en versión original. Desde la asociación AG Bell International, dedicada a la atención de personas con discapacidad auditiva, se especifica que para una adaptación adecuada la proyección en los cines debería contar con “la instalación de un aro o bucle de inducción magnética” en las salas para que aquellos que dispongan de audífonos o un implante coclear puedan seguir mejor las historias. En cuanto al subtitulado, se recomienda el uso de un panel que lo refleje bajo la pantalla para no interferir en el visionado del resto del público, así como el empleo de un código de colores que permita asociar cada diálogo a su personaje correspondiente.

En cuestiones de accesibilidad se mete de lleno la nueva Ley General de Comunicación Audiovisual, que entró en vigor el pasado 9 de julio. El artículo 101 del texto establece que los prestadores de servicios audiovisuales están obligados a “garantizar que la incorporación de contenidos signados se realice observando los criterios de calidad recogidos por el Centro de Normalización Lingüística de la Lengua de Signos española”, al igual que “el cumplimiento progresivo de los requisitos de calidad del subtitulado”. En el ámbito de la televisión comercial, la ley fija en su artículo 102 que un mínimo del 80% de los programas deberán contar con subtítulos (antes era el 75%), y que por lo menos cinco horas de emisión semanales tendrán que contar con traducción en lengua de signos (anteriormente dos horas). Para la televisión pública, el porcentaje de subtitulado se mantiene en 90 y el número de horas semanales de contenidos signados pasa de 10 a 15.

Pero en el ámbito del cine, la pandemia hizo mucho daño también en la adaptación de las salas al público sordo. El análisis realizado en 2021 por el departamento de la Agenda Cultural Accesible del Centro Español del Subtitulado y la Audiodescripción (CESyA) determinó que las sesiones de cine accesible habían caído en un 88,72% en 2020. Ángela Ibáñez es bien consciente de esta carencia. “En una ciudad grande como es Madrid tan solo conozco un cine que ponga películas españolas con subtítulos. Por eso nos conformamos con plataformas como Netflix o HBO, pero ahí no le añaden al texto ninguna información adicional, como los efectos de sonido o el nombre de la canción que esté sonando”, señala la actriz. Que no se olviden de ellos es el principal reclamo del público sordo. A nivel laboral, Domingo Pisón pone en claro lo que necesitan: “Que no nos juzguen por nuestra sordera antes que por nuestras cualidades. Que no tengan miedo, que confíen y que nos den más oportunidades reales tanto delante como detrás de las cámaras”.

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