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Naipes, webs, mapas, vinilos: las otras colecciones de la Biblioteca Nacional

La institución no solo conserva y archiva libros, sino todo tipo de materiales que parecen ahora no tener especial valor pero que en el futuro pueden servir para documentar una época

Colecciones Biblioteca Nacional
Una muestra de los vinilos de colores que guarda la Biblioteca Nacional de España.Biblioteca Nacional de España (BNE)
Sergio C. Fanjul

Cuando se escucha la palabra biblioteca se piensa automáticamente en un montón de libros. Y cuando se piensa en la Biblioteca Nacional de España (BNE), aparece en mente la mayor biblioteca, en el mayor montón de libros, en todos los libros que se publican. Es una imagen correcta, pero no completa: en la BNE se recogen, en efecto, los libros. Pero no solo. Entre sus colecciones se encuentran etiquetas de naranjas, mapas, dibujos, partituras, programas de mano de cine, memes, videojuegos, felicitaciones de Navidad, naipes y hasta una de las colecciones de discos de vinilo más grandes del país, con más de 300.000 ejemplares. En estos tiempos digitales albergan un proyecto que suena alucinado: guardar internet.

“Aquí hay todo tipo de documentos y de cualquier tema que a uno le pueda interesar”, explica José Luis Bueren, director técnico de la BNE, “todo lo que se considere producción cultural española, y no solo nos referimos a la alta cultura, cabe en la Biblioteca Nacional”. Esta entidad es un curioso lugar desde el punto de vista temporal y una de las pocas instituciones largoplacistas que existen: opera en el presente, investiga el pasado, pero trabaja para el futuro, cuando muchos objetos de los que ahora se recopilan cobrarán un nuevo sentido. Es imposible saber lo que nos parecerá relevante dentro de unas décadas.

En la imagen, la bibliotecaria Isabel Ortega frente a un archivero de láminas grandes del siglo XVIII.
En la imagen, la bibliotecaria Isabel Ortega frente a un archivero de láminas grandes del siglo XVIII.MOEH ATITAR

Papeles que fueron de usar y tirar

“Yo ya estoy aburrida de tantos años explicando a la gente que en la Biblioteca Nacional hay otras cosas”, bromea Isabel Ortega García, jefa del servicio de Dibujos y Grabados, “por ejemplo, todo tipo de material gráfico para difundir la cultura y vehicular el conocimiento”. Sobre la mesa de su departamento, lleno de armarios y cajones que albergan incontables maravillas, muestra un programa de mano de los que se daban en las proyecciones de la película Han robado una estrella (Javier Setó, 1963), protagonizada por la niña artista Estrellita y el actor Espartaco Santoni, cuyo cartel ilustró el célebre Jano.

También envoltorios de chocolate Elgorriaga de mediados del XX o etiquetas de naranja Fontana Hermanos de finales del XIX, destinadas a la exportación. Todos ellos materiales que no se pensaron para durar y que cuesta imaginar, a priori, que tengan su lugar en una institución como la BNE. Pero resulta que tienen su importancia. “A este tipo de material se le llama ephemera”, explica Ortega, “aunque no fueron diseñados para ello, ahora reflejan la situación del país en otras épocas, la cultura pasada”. Piénselo cuando vuelva a tener entre las manos el envoltorio de un chicle, un afiche de compro oro o el folleto del supermercado.

La BNE, dependiente del Ministerio de Cultura y Deporte, no se dedica a reunir cada una de estas piezas individualmente, sino que ejerce a modo de metacoleccionista: adquiere colecciones de interés a otros coleccionistas que se dedican a rastrear por mercadillos, páginas web o ferias. Hay quien colecciona por obsesión personal y hay quien colecciona, precisamente, para vender sus colecciones, como una inversión. No todo cuela: la institución es muy selectiva en sus adquisiciones. En cuanto a la colección de dibujos e ilustraciones, es otro cantar: son piezas artísticas que se adquieren de una en una. Ya son palabras mayores, más allá de la cultura popular; en su nutrido fondo, uno de los más importantes del país, se encuentra obra de Fortuny, Goya, Velázquez o Murillo. En torno a 200.000 dibujos. También se custodian dos millones de fotos.

Carteles restaurados en los talleres de la Biblioteca Nacional de España.
Carteles restaurados en los talleres de la Biblioteca Nacional de España.Biblioteca Nacional de España (BNE)

¿Qué se guarda en la BNE y qué no? ¿Cómo se decide? Por un lado, hay una ley de depósito legal que obliga a depositar en la institución toda la producción cultural que se genere en el país. Todo lo editado: discos, libros, películas, etc. “Esto es lo que identifica a las bibliotecas nacionales de los diferentes países”, dice Bueren. Si se sumara el archivo de todas, se podría reunir, al menos teóricamente, toda la producción cultural de la humanidad. Luego están las otras colecciones, las más curiosas, que tienen un carácter más histórico y azaroso. “Eso depende de la historia particular de cada biblioteca”, añade el director. Por ejemplo, esta institución se funda como Biblioteca Real por Felipe V y a partir de ese momento ha ido recopilando las diferentes colecciones documentales hasta la actualidad, según los intereses de los artífices, de las épocas, o según las oportunidades que aparezcan. Cualquier expresión cultural relacionada con España es de interés. Desde este año los videojuegos se incluyen en el depósito legal; antes la BNE ya había hecho un llamamiento a la ciudadanía para completar los títulos que faltaban en su archivo de videojuegos, sobre todo de los años 80.

En la imagen, menús de bodas antiguos recopilados por BNE.
En la imagen, menús de bodas antiguos recopilados por BNE.MOEH ATITAR

Los guardianes de internet

Pero, ¿guardar internet? ¿Cómo se guarda internet? “La generación de información diaria es brutal, así que tenemos que hacer una selección de webs variada y relevante desde diferentes puntos de vista”, explica José Carlos Cerdán, jefe del servicio de Gestión del Depósito de Publicaciones en Línea. Desde 2009 la BNE recopila páginas web y todo tipo de documentos publicados en internet que nunca se imprimirán en papel. “Guardar internet como patrimonio documental tiene un interés y un valor cultural, social y científico innegable”, señala Cerdán.“Las sociedades contemporáneas son difíciles de entender sin las webs que generan”. Pero es una tarea inabarcable, no solo por la cantidad, sino por el constante burbujeo de webs que aparecen y desaparecen: todo es efímero en la Red. Muchas webs desaparecidas (como Wikispaces) ya solo se pueden consultar en esta biblioteca. El resultado en el Archivo de la Web Española.

En una sala de techos altos, en algún lugar de ese inextricable laberinto que es la BNE (al menos para el visitante ocasional), varios bibliotecarios surfean y conservan internet y Cerdán muestra algunas de las webs que guardan con celo. Tienen diferentes formas de guardar: las recolecciones masivas, en las que se recogen todas las páginas del dominio .es (unos 70 terabytes anuales), o la recolección temática, más selectiva, hecha a mano, o, mejor dicho, a golpe de click. Por ejemplo, todo lo relacionado con el estallido social del 15-M, el fin de ETA, la proclamación de Felipe VI o, por supuesto, la pandemia. Colecciones de feminismo, videojuegos, gastronomía o cuestiones LGTBI. “Aquí hay que dejar fuera las posiciones ideológicas de cada uno: se trata simplemente de cubrir el tema”, dice Cerdán. Es posible, por ejemplo, consultar el aspecto que tenía este mismo periódico en línea en diferentes días de su historia, comparar los diferentes diseños y navegar por sus secciones como si fuese hoy. Como el cambio de internet es muy gradual, la visión de webs prehistóricas (es decir, de hace 15 años) revela un mundo más austero y pixelado. El Archivo de la Web ya ocupa más de un petabyte de memoria (mil millones de megabytes).

Digitalizar las colecciones

“La Biblioteca Nacional tiene un volumen de colecciones enorme, estimamos que tenemos 35 millones de documentos de todo tipo”, explica José Luis Bueren en su amplio despacho, decorado con hermosas plantas (“no son mérito mío, sino de las personas que las cuidan”, avisa). Por el camino, por cierto, hemos pasado por delante de otra curiosa colección que no pertenece en rigor a los fondos, pero que cuelga en los pasillos: la colección de retratos de los ganadores del Premio Cervantes, cada uno realizado por un artista a elección del retratado. Gerardo Diego por Pelayo Ortega. Jorge Luis Borges por Dis Berlin. Paco Umbral por José Díaz.

El escritor Eduardo Mendoza en el ingreso de su retrato en la BNE, como premio Cervantes, en presencia de la retratista Leticia Feduchi.
El escritor Eduardo Mendoza en el ingreso de su retrato en la BNE, como premio Cervantes, en presencia de la retratista Leticia Feduchi.

Para lidiar con el enorme volumen de información de la BNE lo fundamental es tenerlo bien descrito y catalogado, es decir, saber lo que se tiene y dónde se tiene. La institución dispone de espacio de almacenamiento con las condiciones adecuadas de humedad y temperatura en su propia sede central, pero también en su delegación en Alcalá de Henares, un edificio compuesto por seis torres con enormes depósitos en los que operan lo que podríamos llamar robots bibliotecarios. Y se planea la construcción de nuevos espacios de almacenamiento físico. Eso sin contar los numerosos servidores informáticos, porque la BNE, como todo, migra a la nube, aunque la nube no sea una entelequia digital, sino una cosa muy sólida hecha de cables, lucecitas y pequeños artefactos de silicio.

“Ahora estamos haciendo un gran esfuerzo de digitalización masiva, retomado gracias a los fondos europeos, que permite no solo la difusión del material a través de internet, sino también la propia conservación”, señala Bueren. Son los objetivos de la institución: preservar y difundir. La difusión a través de internet aumenta muchísimo el uso, del orden de los cien mil préstamos en sala al de los 10 millones de accesos en línea. El hecho de que algo esté digitalizado también ayuda a su preservación, porque se desgasta menos físicamente con las consultas. Eso sí, con todo este proceso, por otro lado inevitable, se pierde algo del aura romántica de la Biblioteca Nacional: muchos curiosos e investigadores ya no tienen que emprender aquella peregrinación a Madrid para visitar el vetusto edificio neoclásico del paseo de Recoletos.

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.

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