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Many Moure hace bailable a Nicolás Guillén

El músico vigués aborda los poemas del escritor cubano en su nuevo disco

El musico Many Moure.
El musico Many Moure.SAMUEL SÁNCHEZ

La culpa de casi todo la tiene el amor, y la del nuevo disco de Many Moure, también. El músico gallego se encontraba en plena crisis existencial cuando se acercó a la obra del poeta cubano Nicolás Guillén. “En esa época estaba despistado, no me aclaraba, esperaba la inspiración divina. Para curarme, una amada mía me ponía cada mañana un poema, y cuando volvía ya estaba el poema con su música”. Lo que empezó como un juego ha acabado dando forma a Poesía bailable, un álbum muy alejado de su trayectoria rockera y de su otro proyecto, Los Toreros Muertos. “Lo que es imposible, el amor lo hace posible”, sonríe.

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Nadie hubiera previsto que la obra del cubano, abordada ya por Pablo Milanés en 1975, fuera el eje central del nuevo disco-libro de Many Moure. Pero el vigués se vistió de crooner bizarro para enfrentarse a las formas clásicas desde su atalaya vanguardista. Pasó de musicar a Pablo Carbonell a hacer lo propio con el poeta mestizo sin demasiados problemas: “Es muy fácil ponerle música, el poema te orienta”. No ha tenido que limar las letras, “porque con Guillén no hace falta”, y la selección fue muy natural: “Los poemas se eligieron solitos. Entran a la primera, es como ir de compras: si compras, compras a la primera. Si sigues dando vueltas, ya no compras. O compras mal”.

Sí tardó algo más en darle luz verde a este proyecto, cuyas primeras maquetas grabó en 2007. Abandonadas durante años, las retomó hace poco y las rodó en directo durante muchas noches en su bar, La Mourería: “En mi caso la canción tiene que respirar, ir cogiendo forma. Está hecho a fuego lento”. En la cocción definitiva destaca la labor de Miguel Marcos Fernández, productor que equilibra y asienta al carismático Many. “Me llevó al rollo cubano, es la primera vez que hago música con tendencia latina, con los Chocolatinos, con el son, con el danzón, hay chachachá…”. Una sonoridad nueva para el músico, que reconoce una fuerte influencia del eléctrico Santana: “Ahí encontré el tumbao, los matices”.

Entre sus 10 canciones están Bares, donde aparece el clásico Juan Nadie; Barlovento, que narra cómo llegó el chapapote a la selva, o Agua del recuerdo, sobre la trata de blancas. Sensemayá se adentra en las invocaciones de los poblados para mantener fuera a las serpientes y Madrigal le recuerda a “la mujer de magia negra de aquel disco de Santana, Abraxas”. En todas encuentra una historia que le interesa, y en Nada, un mensaje que aplica a su forma de vida: “Guardé mi pena en el 'penario', guardé mi alma en el 'almario'. No hay que darle tanto bombo a las cosas”.

Pero es El secuestro de la mujer de Antonio, un poema de 1931, el que le da pie a contar una vivencia surrealista, cuando la familia Montoya contrató a Los Toreros Muertos para tocar en un cumpleaños. “Nos tuvieron tres días en una mansión, no podíamos conectar con España para no decir dónde iba a ser la fiesta. A mitad de la actuación aparecieron helicópteros, pensaron que llegaban los militares y los capos desaparecieron. Un manager de allí lloraba pensando que nos iban a matar, cogió el fajo de billetes y lo tiró todo por la furgoneta. Cuando nos dimos cuenta de que no venía nadie, volvimos a por los fajos y terminamos en una suite secando todos los billetes mojados”.

Moure, que tiene prohibido aburrirse, ya trabaja en el próximo disco y en sus otros proyectos paralelos. “Toreros estamos haciendo un nuevo hit, Bicicleta estática”, canturrea. “Estamos en un momento tremendo de creatividad”. Y seguirá caminando en dirección contraria a la que le indicaba su padre: “Él decía que un hombre que no tiene coche ni reloj, ni es hombre, ni es nada”. De momento, viaja con la muñeca desnuda y coge taxis. “No soy un outsider, lo que me interesa del sistema, lo cojo, pero libremente. Libertad ante todo”. Así ha llegado a la poesía, y no sabe dónde encaminará sus próximos pasos. “Renovarse o morir… y por ahora quiero dar guerra”.

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