Billy Corgan: “Smashing Pumpkins nunca fue una democracia”
El líder de la influyente banda de rock de los años noventa, habla del nuevo disco
“El público de hoy ya no escucha”. Es la sentencia que Billy Corgan repite a lo largo de una entrevista destinada paradójicamente a promocionar el nuevo proyecto musical de los Smashing Pumpkins, la banda de Chicago cuya agitada singladura lidera desde hace más de dos décadas, y que en los últimos tiempos viene reconquistando un espacio en el panorama del rock alternativo que la aupó en los noventa. El lanzamiento del álbum Monuments to an Elegy, seguido de una segunda entrega del material a finales del próximo año, explicaría esa desoladora radiografía del panorama de la música.
¿Significa eso que el disco ha sido seccionado por meras necesidades del marketing? Sí y no, es la ambigua respuesta del ya veterano artista (Chicago, 1967). “El sonido de Monuments to an Elegy es menos oscuro y más tonificante de lo que la gente identifica con un álbum de Smashing Pumpkins, por eso creo que sorprenderá, mientras que los temas del segundo disco (Day for Night) tienen un tono más introspectivo, incluso poético. Pero escribí las canciones en un mismo tiempo, son gemelas que encarnan las dos caras de la luna, y el motivo para no compilarlas en un doble álbum es que resultaba demasiado arriesgado”. Corgan vaticina una regresión de la industria musical hacia los años 50, la era del single, porque “la gente no tiene hoy tiempo ni paciencia para escuchar 10 canciones, y no digamos veinte”.
El regreso a escena de los Smashing Pumpinks, grupo nacido como cuarteto y artífice de álbumes tan exitosos como Siamese Dream o Mellon Collie and the Infinite Sadness, se ha reducido al actual dúo de Corgan y el guitarrista Jeff Schroeder y se nutre de colaboraciones externas. “Ya no hay banda. Somos un concepto que no necesita presentarse como grupo, y creo que a la mayoría del público no le importa. Somos un colectivo que suma las partes necesarias”, dice.
La presencia como invitado estelar del batería Tommy Lee (de los Mötley Crüe) destaca en el nuevo disco, sobre cuyos nueve cortes Corgan no tiene empacho en afirmar que buscó “un sonido sencillo y edificante, porque por muy artísticos que sean tus objetivos si no atrapas al oyente la primera vez ya no va a escucharlo más”.
Con la salida al mercado de Monuments to an Elegy, y nueve meses después de Day for Night, concluirá un proyecto iniciado en 2010 que, bajo el título Teargarden by Kaleidyscope, engloba a modo de macroálbum sus últimas 44 canciones.
“Los Beatles me demostraron que puedes hacer calidad y a la vez ser comercial”, subraya sobre esa ecuación que apenas asoma hoy en una industrial que, “sobre todo en Estados Unidos, busca alimentar las necesidades infantiles del público”.
Lo que vende “es barato y es fácil, pero no es arte, es pornografía musical”, apostilla. El papel de la música en la cultura a su entender se ha devaluado y está al servicio “del beneficio comercial de la tecnología, es una herramienta del marketing: la guitarra solía ser el dios del rock, pero hoy lo es el teléfono móvil, que sustituye al artista”.
Hombre de inquietudes tan diversas como su tienda de té en Chicago o la promoción de la lucha libre, Corgan lleva tiempo inmerso en la escritura de sus memorias, que serán “más espirituales que musicales”.
El único miembro original que permanece en Smashing Pumpkins asegura que las publicitadas diferencias entre sus antiguos miembros fueron fruto de la invención periodística. Admite, sin embargo, que la banda “nunca fue una democracia, aunque teníamos una regla de oro: el poder estaba en manos de quien escribía la canción”.
Babelia
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