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Doñana se seca por completo

Desaparece la última laguna dulce permanente que resistía a la sequía y a los pozos ilegales en el emblemático parque nacional

Doñana sequia
Vista aérea de la laguna permanente de Santa Olalla, en Doñana, seca por completo este viernes. ESTACIÓN BIOLÓGICA DE DOÑANA (CSIC)
Javier Martín-Arroyo

El último humedal que sobrevivía a la tremenda sequía que asola Doñana ha desaparecido esta semana. Ya no hay agua dulce natural en el espacio protegido más emblemático de España, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Se ha secado la laguna de Santa Olalla, la más grande de las permanentes, que colma la sed de miles de aves migratorias y mamíferos, y esto significa que el resto de humedales también están secos. Es un símbolo de los estragos por la falta de lluvia que daña a centenares de especies de fauna y vegetación, algunas de las cuales pueden desaparecer.

“Ya se supone que no hay nada de agua en todo el parque. En dos meses he visto el deterioro y cómo iban concentrándose las aves y la laguna estaba a tope de flamencos, hasta que de pronto todos desaparecieron”, cuenta con tristeza la bióloga Carmen Díaz, investigadora de la Estación Biológica de Doñana. Santa Olalla llegó a cubrir 45 hectáreas. “Hoy queda un charquito de un metro por dos metros”, relata.

La laguna de Santa Olalla solo se ha secado antes en dos ocasiones, en 1995 y 1983, tras varios años de sequía, desde que hay registros. En 2004, un sensor aeroportado AHS cartografió Doñana e identificó 2.867 cuerpos de agua al margen de la marisma del río Guadalquivir. Casi dos décadas después, toda esa agua se ha esfumado. La sequía, pero también el expolio masivo provocado por los pozos ilegales para la agricultura intensiva de las fresas y el consumo humano de la macrourbanización de Matalascañas, con 150.000 veraneantes, han secado de forma paulatina Doñana, templo de la biodiversidad. Su acuífero está ahora bajo mínimos y el Gobierno lo declaró “sobreexplotado” hace dos años para acelerar actuaciones urgentes que ayuden a recuperar el nivel freático de antaño.

Vista aérea de la laguna Santa Olalla, en 2003.
Vista aérea de la laguna Santa Olalla, en 2003. HÉCTOR GARRIDO (EBD, CSIC)

La falta de lluvias recientes se ha notado este invierno de manera especialmente cruda en el espacio protegido y apenas ha llovido la mitad de lo esperado. Entre el 1 de septiembre de 2021 y el pasado 31 de mayo solo se midieron 282 litros por metro cuadrado en la estación del Palacio de Doñana, cuando la media anual es de 540 litros registrada los últimos 40 años. Especies protegidas como el lince ibérico, el águila imperial o la tortuga mora sufren esta carestía de agua. El director de la Estación Biológica de Doñana, Eloy Revilla, previene del necesario cambio de mentalidad que muchos sectores posponen: “Doñana sirve como centinela, primero pasa en las zonas más frágiles, luego en la marisma, donde ya las cosechas son muy malas, y luego vendremos los humanos. El cambio climático nos impone menos agua disponible y tenemos que adaptarnos ya, no esperar a que lleguen las calamidades y poder evitar con tiempo una reconversión traumática de la agricultura y la industria”.

Los biólogos e hidrogeólogos han alertado desde 1988 de los efectos directos que causa Matalascañas, a menos de un kilómetro de las lagunas más al norte de la reserva, y los pinchazos para pozos ilegales que hasta 2019 la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir apenas persiguió. Sin embargo, sus avisos cayeron en saco roto. El enorme acuífero de 2.409 kilómetros cuadrados tiene grandes zonas huecas, como demuestra el espejo de las lagunas desaparecidas en la superficie.

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“La fauna de macrovertebrados se sustenta con las lagunas, pero si no hay refugios se van más lejos o se mueren. Es una pérdida de biodiversidad para toda Europa. Todo lo estrictamente acuático se ha muerto, incluida la anguila, que está en peligro de extinción, otras especies de peces como cornillejas o salinetes y los insectos acuáticos. Las plantas y los anfibios puede que resistan, pero no tanto tiempo”, subraya Díaz, del departamento de Ecología de Humedales de la Estación Biológica de Doñana (perteneciente al CSIC). El único reducto artificial este verano para los mamíferos son los zacallones, unas pequeñas zanjas excavadas por los técnicos ambientales para garantizar que puedan beber.

Santa Olalla se ha convertido en un barrizal peligroso para las aves, que buscan agua, pero se hunden y se quedan atrapadas. Díaz cuenta cómo un compañero intentó recientemente salvar un pollo de flamenco en el fondo de la laguna, pero tuvo que abandonar el rescate porque él mismo se hundía en el lodo. Mientras, un potro se había quedado atrapado y los buitres le atacaron. Además, su salinidad es muy alta: hace un mes contaba con 38 milisiemens por centímetro (la unidad empleada por los expertos), cuando lo normal son 3 y el agua del mar presenta 50.

Laguna Santa Olalla, sin apenas agua en su fondo, el pasado miércoles 31 de agosto.
Laguna Santa Olalla, sin apenas agua en su fondo, el pasado miércoles 31 de agosto. ESTACIÓN BIOLÓGICA DE DOÑANA (CSIC)

Ante el deterioro progresivo de las lagunas dulces de la reserva y las alertas lanzadas, la Confederación Hidrográfica continúa el sellado de pozos ilegales en Almonte, Lucena del Puerto y Rociana del Campo, donde este verano ha clausurado 71 captaciones clandestinas. Desde 2018, los agentes medioambientales han cerrado 220 pozos por ejecución forzosa, pero donde cierran uno, los agricultores abren otro porque compensa: los beneficios económicos de la fresa superan la cuantía de las multas.

En paralelo, Matalascañas se abastece de cinco sondeos, que extraen 2,75 hectómetros cúbicos al año, y ahora la Confederación prevé cerrar los dos sondeos más cercanos a Doñana y abrir otros dos en el extremo más occidental, en dirección a la ciudad de Huelva. ¿Se ha reaccionado tarde? “No se ha actuado, en Matalascañas se sigue regando el césped y llenando las piscinas, no hay limitación de consumo”, censura Revilla. Díaz matiza: “Claro que las extracciones influyen, algo conseguimos porque se cerró el campo de golf, pero hay que insistir para que los políticos desistan de sus planes. No funciona la lógica, solo los votos y sus promesas”.

La bióloga se refiere a los planes del Partido Popular, que gobierna con mayoría absoluta la Junta andaluza y prevé aumentar el regadío de frutos rojos en 1.460 hectáreas al borde de Doñana con una proposición de ley que presentó en enero, decayó con las pasadas elecciones en junio, y ahora prevé repescar. Ello a pesar de la férrea oposición de la Comisión Europea -que amenazó a España con multas millonarias-, la Unesco, el Ministerio de Transición Ecológica, 25 sociedades científicas y 1.109 científicos, y 23 cadenas de supermercados europeos. Los planes del PP contravienen la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, que hace un año condenó a España por desproteger Doñana.

“Hay un compromiso clarísimo para que esa ley venga al Parlamento”, afirma el portavoz parlamentario del PP, Toni Martín, quien no obstante evita precisar una fecha. “No se sabe. Hay prioridades legislativas urgentes como la ley de Atención Temprana, la de Economía Circular, Policías Locales o Función Pública”, añade. El PSOE ha virado de posición sobre la ampliación de zonas regables en el entorno del espacio protegido: ha pasado de la abstención al “no más absoluto”, según dijo su secretario general, Juan Espadas, el pasado junio, informa Lourdes Lucio. Revilla alerta sobre este plan: “No podemos prometer a los agricultores que tendrán más agua y dejarles que luego quiebren como empresas”.

Díaz sugiere una solución para frenar los planes de la derecha andaluza y salvar Doñana del expolio masivo que provoca la fresa y Matalascañas: “Debería venir el presidente Juan Manuel Moreno a ver lo que hay. Los políticos solo vienen a Santa Olalla cuando está esplendorosa”. Revilla remacha: “Lo intentaremos”.

Laguna de Santa Olalla el pasado 22 de agosto, cuando aún quedaba algo de agua dulce.
Laguna de Santa Olalla el pasado 22 de agosto, cuando aún quedaba algo de agua dulce. ESTACIÓN BIOLÓGICA DE DOÑANA (CSIC)


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Sobre la firma

Javier Martín-Arroyo
Es redactor especializado en temas sociales (medio ambiente, educación y sanidad). Comenzó en EL PAÍS en 2006 como corresponsal en Marbella y Granada, y más tarde en Sevilla cubrió información de tribunales. Antes trabajó en Cadena Ser y en la promoción cinematográfica. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y máster de EL PAÍS.

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