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Elvan Böke, bióloga: “Se investiga mucho más la disfunción eréctil que la reproducción femenina”

La genetista acaba de recibir dos millones de euros para investigar por qué los óvulos no envejecen como el resto de las células del cuerpo

Elvan Boke
La bióloga molecular Elvan Böke, en el Centro de Regulación Genómica de Barcelona.Gianluca Battista
Nuño Domínguez

Elvan Böke (Karabük, Turquía, 36 años) es hija de una profesora de física y un ingeniero metalúrgico. Su vida ha estado marcada por dos hechos trascendentales; el primero, haber crecido viendo los dibujos animados de Las tortugas ninja en la tele. Echando la vista atrás, esta bióloga molecular se da cuenta de que ya a los cinco años le interesaban los animales mutantes, esenciales para la investigación científica.

A los 12 años, Böke supo que su madre se había quedado embarazada. Tenía 38 años; era un embarazo de riesgo. La pequeña acompañó a su progenitora muchas veces al médico y aprendió desde muy joven los riesgos de tener hijos a esa edad, como una mayor probabilidad de aborto espontáneo o defectos congénitos en el bebé.

También se le grabó a fuego un hecho asombroso. Al nacer, las mujeres —al igual que la inmensa mayoría de mamíferos— llevan ya en sus ovarios todos los óvulos que tendrán para el resto de su vida: entre uno y dos millones, suficiente para poblar una ciudad mediana.

Al llegar la pubertad, esos ovocitos, u óvulos inmaduros, empiezan a madurar. En este punto quedan ya solo unos 300.000. Solo unos 400 óvulos maduros se liberan durante toda la vida fértil, normalmente uno en cada ciclo menstrual. Cuando ya solo queden 1.000 ovocitos, comenzará la menopausia y la vida reproductiva habrá acabado. Decenas de miles de ovocitos se pierden por el camino sin llegar a madurar y nadie sabe por qué.

“Cuando explico esto en conferencias repletas de biólogos, gente muy inteligente y de gran prestigio, me sorprende mucho que no lo sepan”, explica Böke. Dicho de otra forma: los humanos vivimos de espaldas a las fascinantes células que han hecho posible nuestra vida y la del resto de seres humanos del planeta.

Tras estudiar genómica en Turquía y doctorarse en Estados Unidos y Reino Unido, Böke dirige desde 2017 el grupo de biología del ovocito en el Centro de Regulación Genómica de Barcelona (CRG). La científica acaba de recibir una prestigiosa beca del Centro de Investigación Europeo de dos millones de euros para investigar la biología básica de los ovocitos y su maduración. Estas células son las únicas del organismo que durante décadas son inmunes al envejecimiento, y no se sabe muy bien cómo lo hacen. Conseguir entenderlo podría paliar el enorme problema demográfico que afrontan España y muchas otras sociedades desarrolladas: las madres son cada vez más mayores y cada vez nacen menos niños.

Pregunta. De todas las células del cuerpo, ¿por qué decidió centrarse en los óvulos?

Respuesta. Porque los ovocitos tal vez sean las células más interesantes del cuerpo. Son las encargadas de dar vida a la nueva generación, son las células más grandes del cuerpo y también unas de las más viejas; y además son verdaderamente preciosos. De hecho, creo que, junto a las neuronas, son las más bellas. A pesar de todo esto, están mucho menos estudiadas y como mujer me decepciona lo poco que investigamos y entendemos nuestra propia reproducción.

P. ¿Por qué sabemos tan poco de los óvulos?

R. Porque es difícil trabajar con ellos. En otros campos de la biología puedes cultivar células en el laboratorio, pero los ovocitos no se multiplican ni sabemos cómo crearlos de cero. Hay que sacrificar a un animal para extirparle los ovarios y conseguir esas células. Además, en cada animal no hay muchos ovocitos, no es como con el resto de células que se cuentan por millones, sino solo por unos pocos miles en un ratón. Históricamente, ha habido una escandalosa falta de fondos para este tipo de investigación. Ha sido un tema que no ha interesado.

P. ¿Por qué?

R. En 1980, en un país desarrollado como Estados Unidos, la mayoría de las madres tenía entre 18 y 22 años. En 2016, cada vez más mujeres tenían sus hijos a los treinta y tantos, y la tendencia continúa, las madres son cada vez más mayores. Durante mucho tiempo, a los gobiernos y los organismos que financian la ciencia no les parecía que este fuese un tema que mereciese mucha inversión, porque realmente no había un problema de fertilidad. Ahora sí lo hay. Esto ha dejado de ser solo un problema de salud femenina para ser una emergencia demográfica que nos afecta a todos.

P. Acaba de recibir dos millones de euros de la Unión Europea ¿Qué quiere estudiar exactamente?

R. Cualquier tipo de célula del cuerpo envejece, incluidas las neuronas, que muestran síntomas de desgaste con la edad. Si los óvulos acumulasen los mismos daños, básicamente nos extinguiríamos como especie en dos o tres generaciones. Pero lo cierto es que no acumulan defectos con la edad, no envejecen. De forma que, cuando una mujer tiene un hijo a los 38 años, ese niño no es diferente que el de una madre de 20, porque el ovocito del que procede no había envejecido. De hecho, hay estudios demográficos que apuntan a que los hijos de madres más mayores tienden a ser más sanos y alcanzan niveles de educación más altos.

P. ¿Se sabe por qué?

R. No está claro. En parte, las madres más mayores suelen tener un nivel educativo más alto. También puede ser que estén más pendientes de los primeros signos de enfermedad en sus hijos y sepan identificarlos mejor. [En 2016, un estudio del Instituto Max Planck de Demografía, en Alemania, argumentaba que, en el nivel poblacional, los niños nacidos de madres más mayores tienen mejor salud y más nivel de estudios. Por un lado, los embarazos en madres de 35 o más años tienden a tener más complicaciones. Pero, según el trabajo, los beneficios de tener hijos a edad avanzada compensan los riesgos].

Böke, en el Centro de Regulación Genómica de Barcelona.
Böke, en el Centro de Regulación Genómica de Barcelona.Gianluca Battista

P. Entonces, ¿tener hijos cada vez más tarde tiene sentido?

R. Claro. Yo tuve a mi hija a los 34 años. Primero quería terminar mi educación, labrarme una carrera, encontrar una pareja. Es lógico que estemos teniendo los primeros hijos cada vez más entradas en la treintena. Pero es importante que seamos conscientes de lo que conlleva. Conozco mujeres de mi edad o más jóvenes que se hacen tests de fertilidad y descubren que sus ovarios son los de una persona de 40 años; les quedan ya muy pocos óvulos. Una cosa que podríamos hacer ya como sociedad es tener un programa generalizado de análisis de fertilidad. Así, digamos que a los 18 años las mujeres podrían tener una idea aproximada de su fertilidad y planear mejor su vida.

P. ¿Cuándo empieza a deteriorarse la salud de los ovocitos?

R. Es gradual. Aproximadamente a los 35 años empieza un declive considerable, pero en realidad varía mucho. Las clínicas de fertilidad a veces lo explican como si hubiera una edad concreta más allá de la cual estás perdida y nunca podrás tener hijos, pero no es cierto.

P. Se puede medir la reserva ovárica, ¿no?

R. Sí, pero es una estimación. Los biólogos reproductivos descubrieron que los ovocitos que comienzan a madurar y a crecer liberan una hormona. Los niveles de esa molécula en sangre están relacionados con el número de óvulos que te queda. Este es el sistema que usan las clínicas de fertilidad para medir la reserva ovárica. Pero es importante saber que es una aproximación indirecta. No te indica lo que pasa en la reserva, que es donde están tus ovocitos sin madurar.

P. ¿Las clínicas de fecundación asistida explican bien estas limitaciones a las pacientes?

R. Yo creo que no faltan a la verdad, pero la adornan mucho. Un ejemplo es la congelación de óvulos. La tasa aproximada de éxito, es decir, que nazca un bebé sano de un óvulo congelado, es menos del 5%. No creo que muchas clínicas hablen de esto con sus pacientes.

P. ¿Se podría saber al nacer cuándo dejarás de ser fértil?

R. No, porque no hay datos para estimarlo con fiabilidad. Necesitaríamos datos de muchas mujeres al nacer. Incluso si comenzáramos a tomarlos ahora, el modelo solo lo tendríamos dentro de 60 años.

P. ¿Cómo consiguen los óvulos mantenerse jóvenes?

R. Es un descubrimiento que acabamos de hacer y que publicaremos en la revista Science pronto. En casi todos los otros tipos de células, este tema está estudiado desde hace muchas décadas, pero hasta hace poco nadie se había interesado en saber cómo los ovocitos generan energía. Lo que hemos visto en ratones es que estas células son especiales. Dentro del citoplasma de las células [la sustancia gelatinosa que hay en su interior] se generan muchas proteínas que hacen su trabajo y después se desechan y se degradan. Con la edad, estos mecanismos de limpieza dejan de funcionar bien y se forman agregados de proteínas deficientes. Esto es lo que sucede en las neuronas con el alzhéimer, por ejemplo. Lo que hemos descubierto es que los ovocitos también generan estos desechos, pero los guardan en un compartimento especial, como si fuera un cubo de la basura hermético que se mantiene aislado. De esta forma los desechos no les causan problemas ni envejecimiento. Y lo más interesante es que justo antes de ser fertilizados por un espermatozoide, los óvulos expulsan ese cubo de basura, probablemente para que no les cause complicaciones a la hora de formar un embrión.

P. ¿Por qué acumulan la basura hasta entonces?

R. Pensamos que es porque no quieren gastar energía.

P. ¿Y si pueden mantenerse jóvenes, por qué envejecen de repente llegada una edad?

R. Realmente no lo sabemos. Es como si se nos hubiera roto el coche. Sabemos que se ha roto, pero no por qué.

P. ¿Qué tipo de experimentos va a hacer para averiguarlo?

R. Mucho de nuestro trabajo se hace con ovocitos de animales. Los ovocitos humanos nos los aporta el Hospital Clínico de Barcelona. Vienen básicamente de mujeres a las que les tienen que extirpar los ovarios.

P. ¿Qué tipo de experimentos van a hacer?

R. El año pasado publicamos un estudio que demostraba que las mitocondrias, los orgánulos celulares encargados de producir energía, tienen que estar de alguna forma apagados para no generar residuos nocivos. Así que vamos a comparar ovocitos jóvenes y no tan jóvenes para ver cuándo se empiezan a estropear. Lo mismo haremos con esos nuevos compartimentos de agregados de proteínas. Veremos cuándo el motor empieza a gotear y a fallar. Porque es brutal que durante décadas se haya aceptado simplemente que pasados los 40 años el sistema deja de funcionar, sin más. El problema es que no conocíamos ni qué piezas tiene el motor.

P. ¿Todo este conocimiento básico podría permitir que las mujeres puedan tener hijos a edades más avanzadas?

R. A mí me basta con saber que esto puede ayudar a las mujeres a tener hijos en su cuarta década de vida. A los 60 aproximadamente las mujeres entran en la menopausia. Lo que sí creo que podemos hacer es que el declive de los óvulos hasta llegar a la menopausia sea más lento. De forma que en lugar de comenzar el deterioro a los 33, comience a los 42, por ejemplo. En España la edad a la que una mujer tiene su segundo hijo es de unos 37 años y ya entonces hay muchos riesgos de aborto, por ejemplo.

P. ¿Cómo cree que será la reproducción humana dentro de 50 años?

R. Soy optimista y me gustaría pensar que no cambiará mucho. Pero probablemente sí lo haga. Será mucho más tecnológica que ahora. El porcentaje de niños nacidos por fecundación asistida está disparado y probablemente dentro de 50 años sea mucho mayor.

P. Usted comenta otro dato sorprendente: una de cada cuatro mujeres es infértil y no sabemos por qué.

R. Exacto. No tenemos ninguna explicación médica. En hombres, la tasa es uno de cada diez. Y tampoco sabemos bien por qué.

P. ¿Y hay más investigación sobre problemas de fertilidad masculina que femenina?

R. Sí, mucho más. Si buscamos en el principal repositorio de estudios sobre biomedicina, en el año 2019, por ejemplo, el último año de ciencia normal antes de la pandemia, por así decirlo, se publicaron el doble de trabajos sobre esperma que sobre ovocitos. Si lo restringimos a estudios de esas células exclusivamente en humanos, la diferencia es siete veces más trabajos sobre esperma que sobre ovocitos. Estos últimos están representados por 28 estudios. Ese mismo año se publicaron 1.157 trabajos sobre disfunción eréctil. Se hace mucha más investigación sobre disfunción eréctil que sobre reproducción femenina. A pesar de esto, la situación está mejorando. Cada vez hay más gente estudiando este tema. Una cosa curiosa es que la inmensa mayoría de equipos los lideran mujeres. Hay honrosas excepciones, pero la mayoría somos mujeres. No sé por qué hay muy pocos hombres en este campo.

P. ¿Hay alguna relación entre la dieta y la fertilidad femenina?

R. Tanto la obesidad como la desnutrición reducen drásticamente la fertilidad femenina. Hemos visto que los ovocitos producen su energía de una forma diferente al resto de células. Y este método usa solo grasa y proteína para producir energía. Cero carbohidratos. Y esto probablemente nos diga algo sobre la dieta de la madre y su fertilidad.

P. ¿Por qué la mayoría de mamíferos nace ya con todos sus óvulos, qué ventaja tiene?

R. Nadie lo sabe. Yo creo que el útero es el lugar más seguro en el que puede estar una persona. Ahí estamos mucho más protegidos de cualquier interferencia medioambiental que una vez nacidos. Tiene sentido que desarrollemos las células más importantes de nuestro cuerpo, las que darán lugar a la próxima generación, cuando estamos más a salvo. Después gastamos mucha energía y esfuerzo para garantizar que esas células estén sanas durante años. Si las mujeres formásemos ovocitos de forma continuada y por ejemplo tuviésemos mucha fiebre o bebiésemos mucho alcohol, sería muy peligroso, porque los ovocitos ponen casi todo el citoplasma del futuro embrión. Los espermatozoides, en cambio, son muy numerosos y no contribuyen apenas al citoplasma.

La bióloga molecular Elvan Böke, en el Centro de Regulación Genómica de Barcelona.
La bióloga molecular Elvan Böke, en el Centro de Regulación Genómica de Barcelona.Gianluca Battista

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Sobre la firma

Nuño Domínguez
Nuño Domínguez es cofundador de Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo Científico por la Universidad de Boston (EE UU). Antes de EL PAÍS trabajó en medios como Público, El Mundo, La Voz de Galicia o la Agencia Efe.

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