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Climabar: “Greta no se va a poder ir de botellón nunca, ya tiene que ser santa toda su vida”

Carmen Huidobro y Belén Hinojar divulgan la ciencia del cambio climático con una cerveza en la mano, citas de Rosalía y un buen humor ecoconcienciado

Las instagramers del clima Climabar, Carmen Huidobro y Belén Hinojar (de negro).
Las instagramers del clima Climabar, Carmen Huidobro y Belén Hinojar (de negro).Claudio Alvarez
Javier Salas

“Las emisiones, como el perreo: hasta el suelo”, es uno de los lemas de Climabar, una pareja ecoconcienciada. Carmen Huidobro y Belén Hinojar, madrileñas de 27 años, se conocen desde la guardería y en lo peor de la pandemia, una en ERTE y la otra en paro, decidieron lanzar un proyecto para divulgar sobre la crisis climática con vídeos en redes. Pero con una cerveza en la mano, con buen humor y sin mensajes cenizos. Huidobro, formada en ciencias y política ambiental, e Hinojar, creativa, habían dado a luz una nueva forma de enterarse de la emergencia planetaria: “Está claro que hace falta un cambio de narrativa, que mezclemos los dos mundos y hagamos algo distinto. Y así empezamos a probar con Climabar”.

Pregunta. ¿Todavía hace falta divulgación? Da la sensación de que en vuestra generación lo tenéis más interiorizado.

Carmen Huidobro. No tanto, ¿eh? Comparado con otras generaciones, sí que hay más concienciación y al menos un conocimiento básico de ciertos temas. Pero yo creo que lo que sigue faltando son referentes y una manera de comunicarlo distinto. El cambio climático es un tema que se sigue polarizando por ideologías políticas, cuando es ciencia. Hay que enfocarlo como cualquier campaña de marketing: cuál es tu audiencia, qué mensaje quieres lanzar y cómo lo vas a hacer. No se puede mandar el mismo a todo el mundo, lo que se hacía normalmente en las campañas de concienciación. Por ejemplo, cuando el Papa habló de cambio climático, muchas personas cristianas de repente se abrieron a este mundo.

Belén Hinojar. Coño, mi abuela, mi abuela, yo llevo dos años haciendo esto y le ha dado igual, lo dice el Papa y ya de repente a la señora le interesa. Muy bien, muy bien [ríen].

P. ¿Y qué tipo de respuesta tiene esta forma de comunicar?

B. H. Tenemos muy pocos haters, aunque claro, somos dos tías hablando de crisis climática con alcohol, o sea, yo creo que somos carnecita para lo que tenemos un montón: mansplaining. Un montón de señores explicándonos cosas, eso les flipa. Más que hater, simplemente eso. Y luego que nos infantilizan un montón, en plan mira las niñas, qué graciosas en el bar.

C. H. Dentro de la propia comunidad eco de divulgadores y de algunos periodistas, incluso, se nos ha infantilizado mucho. Hablamos de este tema de una manera muy simplificada, como nunca se ha hecho. Eso les da miedo. Nos molesta cuando nos hacen mansplaining y nos infantilizan.

P. Siempre se ha criticado que los activistas asustan y Climabar usa un tono radicalmente distinto.

B. H. Muchas veces dicen que se simplifican demasiado las cosas, pero es porque si no, la gente no va a entender. O sea, ¿vamos a estar todo el rato mordiéndonos la cola? Nosotras además hemos metido lo del tema de los bares, las referencias a Rosalía, Bad Bunny… Y algunos se ponen de los nervios, se ven muy fuera. Pero es que no es mi objetivo hablar de este tema contigo, tú ya sabes de qué va toda esta movida. Le tiene que gustar al resto de gente, así que tampoco nos importa.

Belén Hinojar (de negro) y Carmen Huidobro.
Belén Hinojar (de negro) y Carmen Huidobro.Claudio Alvarez

P. ¿Hay un hueco que los medios no saben cubrir?

B. H. Hay un montón de canales y fuentes de información, gente haciendo cosas muy guays. Tampoco es que estemos cubriendo ningún hueco, porque nosotras no somos periodistas ni pretendemos serlo, somos más una mezcla entre saber y entretenimiento. Dando un valor extra: no solo te cuento esto, sino que encima te lo voy a poner con un lacito.

C. H. Creo que estamos haciendo algo que los medios tradicionales no hacen, que es contar las cosas que de verdad vayan a enganchar con la audiencia. Es decir, no solo hablamos del IPCC [el panel de los expertos que asesora a la ONU sobre crisis climática], sino que todo lo relacionamos con algo que te importe. Porque tú dices que si los países de África van a sufrir no sé cuantas sequías al año, a muchos les da igual. Pero si te digo que la cerveza se va a ver más cara, que hay una crisis de los papeles de liar, que tu veranito en Ibiza se va a ver un poco afectado, te jodes. Y es lo que intentamos hacer. Cuando hablamos de temas un poco densos, como lo del IPCC, siempre intentamos no solo contarlo de una manera entretenida, divertida y corta, sino que también te quedes con algo que haga que te importe. Por desgracia el cambio climático es algo que nos afecta a todos, pero es muy raro trasladarlo a tu vida diaria todavía. Es algo tan progresivo y paulatino que no lo notas.

Tenemos un montón de ‘mansplaining’, señores explicándonos cosas, eso les flipa

P. Los medios hemos sido catastrofistas y no siempre funcionó.

C. H. Hay personas a las que el miedo sí que les ha funcionado y las ha hecho muy activistas. Pero hay otras a las que el miedo las deja paradas y lo ignoran. Al haber sido pesimistas durante tanto tiempo, ahora a la gente ya le da más igual.

P. Ustedes no le ponen el peso sobre los hombros a la gente, no le tiran la bronca a quien compra las camisetas en Zara.

B. H. Claro, cariño, no te las voy a coser yo, eso te lo aseguro. Muchas empresas de marcas han tendido a poner toda la presión encima del individuo. Por ejemplo, toda la movida de la huella de carbono: que venga una petrolera, o una marca de refrescos con botellas rojas, a decirte que recicles sus botellas, a mí me parece muy fuerte. Cuando te imponen lo de tu huella de carbono, tú te paralizas. Dices, ¿qué coño hago? Puedes hacer un montón de cosas, no te agobies, intenta lo que tú puedas. Hay un montón de puntos intermedios entre ser Greta y no hacer absolutamente nada.

C. H. Hay una descompensación entre los mensajes individuales y la acción colectiva, y eso es un poco lo que intentamos combatir también. No queremos criminalizar a las personas porque ya hay tropecientos mensajes de: calcula tu huella, haz esto, lo otro. Nosotras no queremos ser parte de eso, porque poco se habla de que las petroleras como Shell y Exxon taparon que venía la crisis climática desde los años setenta. Y eso es de lo que deberíamos estar hablando. Esos son los verdaderos culpables. No me importa que tengas que comprar en Inditex porque no te da el dinero y tienes que hacerte tápers los domingos.

P. ¿Y cómo ven el fenómeno Greta Thunberg?

B. H. Te da una pena que te mueres porque esa niña no se va a poder ir de botellón nunca, no va a poder hacer nunca nada. Ya la niña tiene que ser santa toda su vida [ríen]. Para mí, sinceramente, me parece una putada que a la niña se le esté poniendo toda esta presión, y luego hay por ahí señoros que son dinosaurios que tienen el 100% de las acciones de empresas que están gastando una millonada en joder el planeta, y a esos no se les dice ni pío. Pero vamos a por la niña, vamos a mandarle mariachis para hacerle bullying [ríen].

P. ¿La lucha contra la emergencia climática es una cosa ya de cielas contra señoros?

C. H. Cien por cien. Greta es un claro ejemplo de “¿para qué voy a seguir con mis estudios, si se están cargando mi futuro?”. Fue una manera muy guay de poner claro que no es el planeta el que está en juego, es nuestro futuro como especie. Cuando ella se dio cuenta, empezó todo.

El cambio climático es algo que nos afecta a todos, pero es muy raro trasladarlo a tu vida diaria

P. ¿De verdad existe la ecoansiedad en su generación?

B. H. Yo la ignoro bastante, en plan lalala [con las manos en los oídos]. Pero es fuerte. Hay gente que lo ha pasado mal, yo tengo amigos que se plantean no tener hijos por esto.

C. H. Yo me lo planteo, no porque contaminen, que eso me parece absurdo. Pero qué futuro les voy a dar. Es que si vienen las guerras del agua, mis genes no están preparados para que mi descendencia sobreviva [ríen]. Les voy a traer al mundo para que luego tenga que ser una especie de juegos del hambre. Sí que existe esa ecoansiedad.

P. ¿Es un problema generacional? ¿De jóvenes reprochando a los mayores el mundo que les han dejado?

C. H. A nuestros padres se les enseñó que el progreso era sinónimo de tener varios coches, tener una casa en la playa, tener una casa grande aunque tengas que moverte en coche, viajar, aire acondicionado, comer mucha carne, porque antes era un lujo. De repente se empiezan a democratizar ciertas cosas, como acumular muchos bienes, que durante la época de nuestros abuelos no pasaba. Y cuando tú ahora llegas a nuestros padres y les dices que está mal todo lo que ellos pensaban que estaban haciendo bien, se produce el choque y el rechazo. Todo lo que han comprado era para mí y ahora les estoy diciendo que lo están haciendo todo fatal y que se están cargando mi futuro.

P. Porque pones en duda la identidad de la gente, su modo de vida.

B. H. Es que es muy violento, no puedes coger el modo de vida de alguien y empezar a juzgarle. No se puede. Son cosas muy personales, elecciones de cada uno, y nunca puedes exponer la vida de alguien y decir, esto está mal. Es importante conseguir que te abran un poquito la mente para al menos escuchar.

P. ¿Y de verdad hace falta explicárselo a quienes deben tomar las decisiones?

C. H. Saben que esto va a petar. Estamos viendo como empresas grandes están cambiando sus inversiones, tienen en cuenta la crisis climática, pero están estirando el chicle hasta ver hasta dónde pueden llegar. Es el cortoplacismo, aunque está más que demostrado que cuanto más tarde actuemos, más caro va a ser.

P. ¿Optimistas?

B. H. Siempre, que el pesimismo no nos ha llevado nunca a nada. Es como la vergüenza: no pasa nada interesante estando triste y teniendo vergüenza.

C. H. Optimistas, porque las soluciones están ahí, sabemos lo que tenemos que hacer. No es como si tuviéramos que inventar una tecnología para salvarnos. Ya está. Todo lo que necesitamos, lo tenemos. Es cuestión de actuar.

B. H. ¡Mueve el culo, coño!

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Sobre la firma

Javier Salas
Jefe de sección de Ciencia, Tecnología y Salud y Bienestar. Cofundador de MATERIA, sección de ciencia de EL PAÍS, ejerce como periodista desde 2006. Antes, trabajó en Informativos Telecinco y el diario Público. En 2021 recibió el Premio Ortega y Gasset.

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