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CRECIMIENTO ECONÓMICO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Administrar pobreza?

El Banco Central estima un crecimiento tendencial para Chile en el período 2025-2034 de 1,8%, situación que de darse tendría efectos nefastos en términos materiales y sociales

Residentes caminan por un asentamiento irregular en Alto Hospicio, provincia de Iquique, Tarapacá, Chile
Residentes caminan por un asentamiento irregular en Alto Hospicio, provincia de Iquique, Tarapacá, Chile, en 2023.Tamara Merino (Bloomberg)

En el navegador Google, el primer resultado que arroja la búsqueda “manejo de expectativas” corresponde a una visión general creada por IA que en sus primeras líneas señala: “el manejo de expectativas es importante porque las expectativas pueden influir en nuestro comportamiento y llevarnos al éxito o a la frustración”. La respuesta que da el browser es mucho más completa, pero con este retazo basta para poner en perspectiva lo que a estas alturas se perfila como un generalizado ambiente de frustración en materia económica.

Ni las cifras o fotografías de punta de cada mes ni la película de los últimos años han dado pábulo a un estado de ánimo distinto y, de hecho, en los últimos sondeos a economistas que realiza el Banco Central ya empieza a percibirse un punto de inflexión hacia un entorno atmosférico cargado de nubes grises. La verdad sea dicha, no es que esta depresión de ánimos sea una sorpresa o un cambio en 180º respecto de lo apreciado en meses previos, aunque sí representa un deterioro tanto por la corrección a la baja de las estimaciones promedio, como por la aparición de escenarios más negativos.

Un indicador mensual de actividad que marcó cero (0%) en el noveno mes de 2024 y una variación de precios que para octubre arrojó un salto de 1% en el costo de la vida (alza que se sabe que en Chile es mayor para los grupos más vulnerables y los adultos mayores) han terminado dando dolorosamente la razón a quienes hace unos días eran tildados de agoreros, al conformar un cuadro que resulta mortalmente parecido al de estancamiento con inflación.

Las consecuencias de este estado de cosas son inabarcables, aunque pocos rebatirán que la actual situación sin duda se expresa en una calidad de vida deteriorada, mayor estrés y ansiedad de los grupos más vulnerables, informalidad laboral, estrechez fiscal, incapacidad del sistema ya no de crear bienestar, sino que de reponer la natural depreciación de los bienes públicos, y un largo etcétera. En pocas palabras, una situación de frustración y caída de expectativas, con alcances muy domésticos, como el de personas que se ven forzadas a salir del sistema escolar, personas que salen a buscar rentas en la economía negra, jóvenes que son absorbidos por las crecientes redes criminales y, a la luz del debate epistolar de los últimos días en El Mercurio, también en una fuga de talentos al exterior.

La descomposición de los ánimos sociales puede ser resultado de una situación de shock o producto de un desgaste o decadencia sostenida que, como una gota de agua que cae insistentemente en la frente y termina por desmoronar a las personas. En la historia reciente de Chile es posible identificar fenómenos de ambos tipos, pero el que ha sido más persistente y tóxico es el segundo, y que se podría decir está en pleno desarrollo.

Comentando el cero crecimiento y el aumento de precios más alto de los últimos dos años que se registró en octubre, el ministro de Economía dijo estar convencido de que estos datos puntuales no amagarán lo que a su juicio será un cierre de período presidencial que entregará a los chilenos un país en mejores condiciones que el recibido por las actuales autoridades.

Relativo, por decir lo menos, aunque no faltará un cherry picking de cifras (la llamada falacia de la evidencia incompleta) que permita apañar esa afirmación. Con todo, nuevamente el tema es otro. El tema es si realmente se están produciendo cambios significativos y para mejor en las condiciones del país y, consecuentemente, en los ánimos de la ciudadanía. No se trata solo de lo que dicen las encuestas (donde últimamente las perspectivas para Chile muestran que el “empeorarán” vence al “mejorarán” y donde además habría que ver cómo se pueda catalogar el “se mantendrán”, dado el estado de cosas), sino que se trata de ver los datos objetivos en tantas dimensiones del país.

Hacia delante, y ‘ceteris paribus’, el crecimiento potencial no augura cambios significativos, lo que de por sí ya no es una buena noticia (importante subrayar eso de ceteris paribus, para no entrar en el modo ‘siempre puede ser peor’). En efecto, el Banco Central estima un crecimiento tendencial para Chile en el período 2025-2034 de 1,8%, que de darse es de suyo negativo, por ser insuficiente para cubrir las necesidades crecientes del país. Así, las preguntas del momento son si es posible cambiar esta fatalidad y cómo podemos lograrlo. Las respuestas son harina de otro costal, aunque como mínimo sí es posible echar mano a un poco de sabiduría popular y recordar a quienes tienen la capacidad de torcer este destino ese dicho que recomienda ‘desea lo mejor, pero prepárate (y trabaja para enfrentar) lo peor’.

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