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CHILE
Tribuna
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Día de los Patrimonios: el país que renace en cada generación

Chile se hizo independiente con apoyo inglés, pero los hijos de los patriotas miraron hacia la Francia liberal y sus nietos a la Alemania socialdemócrata. Así sigue hasta ahora, de ensayo en ensayo

El centro de Santiago de Chile en 2020.
El centro de Santiago de Chile en 2020.Marcelo Hernandez (Getty Images)

El centro de Santiago de Chile está marcado por el germánico Barrio Cívico. Sólido, sobrio, austero, parecía una imagen del país mismo destinada a perdurar. Pero, entre el estallido social y los migrantes indocumentados viviendo en carpas en la calle, hoy se le ve algo dañado, rayado, empobrecido. Ya no es la imagen solemne de los poderes públicos, tal vez porque ahora no se sabe muy bien dónde están alojados los poderes. Chile vive una nueva transición –otra más–, y a poca distancia todavía se observa la influencia de los liberales que se inspiraron en Francia, en varios barrios centrales de la capital chilena.

Hasta ella llegó Rubén Darío, el renovador de la poesía en castellano, pionero en la creación de una identidad americana, en sondear los patrimonios propios y en enriquecer nuestra lengua al introducirle hermosas palabras del Caribe, como huracán, hamaca, barbacoa, tiburón, caimán y caníbal.

Se fue a vivir a Chile en 1886, atraído por el sueño latinoamericano de Benjamín Vicuña Mackenna, mismo año en que murió este líder liberal que marcó a Santiago de Chile con sus inspiraciones francesas, pero también por revalorar lo indígena y lo español. Ambos pensaban que América Latina era el laboratorio social de la humanidad, el continente donde ya convivían blancos y pieles rojas, asiáticos y africanos, la tierra de todos. Aquí se gestaba el comienzo del futuro.

El propio Vicuña Mackenna inaugura la cultura patrimonial para conectar a Chile con sus raíces, algo nada fácil por entonces, porque evoca lo indígena –cuando ya se habían iniciado las campañas para ocupar La Araucanía-, y también lo español –cuando la Armada hispana había bombardeado y destruido medio Valparaíso poco antes, en 1866–.

Chile ha sido terreno fértil para ensayar modelos, desde los patriotas lectores de la prensa inglesa e importadores de libros desde Londres. A sus hijos les parecería necesario hacer más profunda la democracia y vino el periodo francófilo, en que se construyen en Santiago más de 300 palacios y mansiones.

Luego, como se advierte en el entorno del palacio presidencial de La Moneda, que está rodeado de edificios cívicos que recuerdan el hechizo alemán de hace un siglo, una nueva generación –laica y masónica, hija de la educación pública- llegó al Gobierno. El solemne Barrio Cívico recuerda el momento en que la ornamentación francesa fue considerada innecesaria, lujo inútil, y se reemplazó por una estética germana y homogénea, uniforme, para confirmar que todos somos iguales ante la ley.

Sin embargo, hoy, en este país tan inventor de futuros, muy pocos días después de que muriera la fundadora del Día del Patrimonio –Marta Cruz Coke–, esta gran fiesta cultural, la más grande del país, vuelve a movilizar a miles de familias por todo Chile, especialmente por el casco histórico en la capital, para conocer muchos edificios con historia que habitualmente están cerrados al público, la mayoría testimonio de alguna de esas tendencias que intentaron llevar el país a un mejor futuro; los sueños de cada época, como estaciones de ferrocarril, bodegas de viñas, observatorios astronómicos, pueblos mineros abandonados, ahora son paseos para asomarse al pasado.

Eso sí, el patrimonio tiene un rostro nuevo porque todavía hay huellas de los incendios y murales y rayados que, en octubre de 2019, en el estallido social, dañaron múltiples fachadas. Ni siquiera se salvó el Museo Violeta Parra, creado en homenaje a la admirada artista popular, como si en lugar de renegar del pasado para iniciar un tiempo nuevo se hubiera querido borrarlo todo. Tal vez porque, aunque Chile figure en varios índices entre los países de mayor bienestar en la región, todavía persisten deficiencias en salud, educación, vivienda y pensiones. De ahí el espíritu refundacional de la actual generación en el poder, la del joven presidente Gabriel Boric, que se consolidó con la promesa de otro ensayo más.

¿Por qué, entonces, el éxito del Día de los Patrimonios, en un país tan obsesionado con un futuro siempre nuevo?

El casco histórico, con sus nutridos monumentos –en Santiago Centro y Santiago Poniente-, es un área menor dentro de la extensa metrópolis chilena, la que cuenta con una población que se acerca a los seis millones de habitantes. A su alrededor son amplias las periferias donde habitan miles de familias, hijas o nietas de campesinos, cuya cultura –derivada de los pueblos originarios y de los españoles–, subsiste en el subsuelo, siempre más conservadora o de centro, al margen de las innovadoras búsquedas de las élites. Son las que tienen raíces ocultas, las que se reconocen en un pasado mestizo que ellos no han olvidado, las que todavía admiran los hitos del pasado y jamás rayarían una fachada, las que consideran a Violeta Parra entre las grandes chilenas de la historia.

Con razón este Gobierno cambió el Día del Patrimonio por el Día de los Patrimonios. De variados orígenes étnicos y culturales, ellos reflejan la constelación de tendencias que han configurado a la cultura en el país.

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