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“Llegará el momento en el que el presidente Boric deberá elegir entre reforma o refundación”

Este sociólogo chileno, de pasado comunista y asesor clave del Gobierno del socialista Ricardo Lagos, dice que resulta indispensable un cambio de rumbo en Latinoamérica “si queremos influir en el siglo XXI”

Sociólogo y cientista político Ernesto Ottone
Fotografia del sociólogo y cientista político Ernesto Ottone, en la biblioteca de su casa en la comuna de Providencia.Cristian Soto Quiroz
Rocío Montes
Santiago de Chile -

El doctor en Ciencias Políticas y ensayista de centroizquierda Ernesto Ottone (Valparaíso, 1948) fue de los que rechazó la propuesta de nueva Constitución en el plebiscito del pasado 4 de septiembre, como el 62% de los chilenos. “Rechazo porque estoy convencido de que es el mejor camino para una buena Constitución”, dijo antes del referéndum a EL PAÍS. De pasado comunista hasta fines de los años setenta —fue líder mundial de sus juventudes—, el sociólogo fue asesor estratégico clave del Gobierno del socialista Ricardo Lagos (2000-2006). Es un intelectual que se asoma a lo público, más que un político que se asoma a los libros. En su última publicación, Crónica de una odisea, del estallido social al estallido de las urnas, describe el último trienio en Chile como un período “agitado, inestable y crispado, muy distinto a aquel que acompañó la marcha del país desde el retorno a la democracia”. En esta entrevista, realizada en su departamento de Providencia, en la capital chilena, en pleno verano con la ciudad vacía, analiza la escena política que enfrenta Chile este 2023.

Pregunta. ¿Qué ha pasado en Chile desde el plebiscito del 4 de septiembre donde un 62% de los electores, con mucha participación, rechazó la propuesta de nueva Constitución?

Respuesta. El 4 de septiembre no fue un triunfo del conservantismo sobre el cambio, como fue percibidos por algunos observadores desde fuera del país, sino que fue el regreso de la historia. El voto obligatorio mostró un Chile más completo, no solo el de las fuerzas movilizadas, y produjo ese resultado que dejó estupefacto al Gobierno.

P. ¿Cómo era el texto que fue rechazado?

R. El texto que la convención constitucional presentó al plebiscito de salida era una mezcla de texto constitucional y programa político partisano, que hería a la democracia representativa y a los equilibrios de poder y que exacerbaba artificialmente el tema de las nacionalidades. Ello no fue aceptado por los chilenos que quieren una nueva Constitución que refleje un Estado Social, moderno, democrático e inclusivo. Los chilenos no desean reemplazar las huellas autoritarias del pasado por nuevos peligros autoritarios.

P. ¿En qué pie quedó tras el referéndum el Gobierno del presidente Boric, que estaba por la alternativa que perdió?

R. El presidente Boric debilitó su autoridad y su función de Jefe de Estado al fusionarse con ese proyecto. En parte porque lo compartía parcialmente, creo yo, y en parte presionado por el grupo dirigente que lo rodea, que en verdad representa solo un sector hoy minoritario, me temo, de quienes lo llevaron al Gobierno, porque el resto fueron electores reformistas que en las presidenciales de 2021 votaron contra el candidato de extrema derecha. Hoy el Gobierno ha incluido sectores de izquierda tradicional, que ocupan cargos importantes que ayudan a contener los excesos de doctrinarismo e impericia, aunque no siempre lo logran.

P. Chile lleva adelante un segundo intento para una nueva Constitución. ¿Lo considera necesario?

R. Sí, por supuesto. Los chilenos rechazaron un texto, no la idea de una nueva Constitución que tenga una mayor legitimidad que responda a los desafíos del siglo XXI, que enmarque un Estado Social y que proteja las libertades individuales y aliente una mayor inclusividad. Creo que el recién iniciado nuevo proceso, con mayor espesor institucional, podrá lograr una Constitución aceptable para la gran mayoría del país.

P. El 2023 será un año difícil para Chile, con recesión económica…

R. La situación es difícil para este año, no solo en Chile, sino en el mundo entero. Se requerirá mucha capacidad política, no se puede seguir dando un paso en una dirección y otro en la dirección contraria. Llegará el momento en el que el presidente Boric deberá elegir entre reforma o refundación.

P. El presidente tiene muy alta desaprobación, de un 66%, de acuerdo a la última Cadem. ¿Cómo se supera este mal momento de popularidad?

R. Solo podrá recuperarse de su alta desaprobación si su capacidad de Gobierno mejora, si genera amplios acuerdos en torno a los problemas económicos y sociales en el combate a la criminalidad, en el cambio del sistema tributario y en la mejoría del sistema previsional, en el funcionamiento del sistema educacional y el de la salud de manera no traumática. En fin, si en él predomina una vocación de Estado que hasta ahora aparece de manera intermitente.

P. Este año, Chile conmemora los 50 años del golpe de Estado de 1973. ¿Cómo encuentra a Chile esta fecha?

R. Chile no tiene espacio para aumentar sus conflictos internos y generar una situación más polarizada. La conmemoración del golpe de Estado de 1973 debe ser leída como una decisión nacional de no repetir jamás esa tragedia. Para ello se requiere en primer lugar una democracia que funcione bien. Debe conmemorarse de manera sobria, profunda e histórica. Debe estar presente el “nunca más” y el carácter republicano que marcó hace 20 años el 30 aniversario, en 2003, cuando Chile avanzaba en todos los terrenos.

P. ¿Es de los que cree que la ultraderecha se fortalece en Chile y que tiene opciones presidenciales?

R. Para que ello sucediera debería haber un desmoronamiento de la derecha tradicional y que predominara en su electorado aquellos que más añoran el autoritarismo. Debería fracasar el renacimiento de fuerzas de centro y de centroizquierda reformadoras y deberían predominar en la izquierda radical los sectores más extremos. Ello podría generar en el país una demanda autoritaria a cualquier precio, cabalgado por la extrema derecha. Espero que eso no se verifique, que los dioses no cieguen a los demócratas. Pero para evitar esas tendencias, se requiere realismo, generosidad política y convicciones democráticas profundas.

P. Mientras esto ocurre en Chile, ¿cómo observa usted, un sociólogo que hizo carrera en CEPAL, al resto de Latinoamérica?

R. América Latina es una de las regiones más golpeadas por esta fase triste y fragmentada de una globalización venida a menos. Ya no existe en América Latina una dictadura, sino tres. Hay países con una fuerte degradación democrática, otros con democracias inconsistentes, con poca distancia en el tiempo ha habido intentos de dos golpes de Estado y las instituciones democráticas se han debilitado en general.

P. Estamos en una región violenta…

R. Somos el 8,6% de la población mundial, pero un tercio de los crímenes del planeta –excluyendo los de guerra- se cometen en nuestra región. Terminado el período de bonanza económica, ntre 2003 y 2013, la economía comenzó a caer, los indicadores de pobreza e igualdad que indicaban avances en la buena dirección, comenzaron a retomar el mal camino. Esta situación será muy dura de revertir con el cuadro económico actual. Las demandas ciudadanas no tienen capacidad de respuesta y se extiende la fragilidad de las democracias.

P. ¿Estamos frente a un péndulo que marca a la izquierda, considerando el signo de varios de los gobiernos latinoamericanos?

R. Existe la ilusión de una marea rosa, pero es algo muy heterogéneo y probablemente volátil. En general, las elecciones tienden a ganarlas quienes están en la oposición. El peligro que se extiendan populismos autoritarios de distintos signos está a la vuelta de la esquina. Pero ello no es un destino inevitable como en las tragedias griegas. Se requiere, eso sí, un gigantesco esfuerzo.

P. ¿Hacia dónde debe enfocarse ese esfuerzo?

R. Retomar el crecimiento económico, generando una transformación productiva que agregue valor a nuestra base generosa de recursos naturales. Modernizar nuestros estados e instituciones democráticas, potenciar la cooperación entre lo público, lo privado y los societarios, reimpulsar el esfuerzo por mayores niveles de igualdad y reducción de la pobreza, estableciendo prioridades en las políticas públicas y generando un pacto fiscal de carácter progresivo. Combatir el crimen organizado a través de una inteligencia coordinada, evitando el desarrollo de la corrupción y con una mejor gestión de las mega ciudades. Lograr superar la invisibilidad de la región en el mundo, la ausencia de una voz única que plantee sus intereses, evitar la ideologización de los organismos regionales muchas veces ligados a discursos del pasado ajenos a la realidad actual.

P. ¿Observa cierto espacio para el optimismo?

R. Pese a todos sus problemas, América Latina tiene mucho para contribuir en un mundo en dificultades. El extremo occidente, como lo llamó Alain Rouquié, tiene un desarrollo medio, recursos ambientales decisivos en relación al cambio climático y recursos naturales que pueden aportar exponencialmente a la era de la información y la digitalización. Hacerlos contar requiere de una mirada larga y de capacidad estratégica que por ahora vemos poco en nuestros gobernantes. Es indispensable un cambio de rumbo si queremos influir en el siglo XXI.

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Sobre la firma

Rocío Montes
Es jefa de información de EL PAÍS en Chile. Empezó a trabajar en 2011 como corresponsal en Santiago. Especializada en información política, es coautora del libro 'La historia oculta de la década socialista', sobre los gobiernos de Ricardo Lagos y Michelle Bachelet. La Academia Chilena de la Lengua la ha premiado por su buen uso del castellano.

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