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El peruano que le “roba el agua al cielo” para dársela a las comunidades más pobres

Tras 20 años implementando sistemas de atrapanieblas en varios países de América Latina, Abel Cruz está ahora empecinado en regenerar manantiales y patentar un método natural de potabilización del agua

Atrapanieblas en un monte a las afueras de Lima
Atrapanieblas en un monte a las afueras de Lima.Cortesía Abel Cruz

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La noche en la que encontró agua empozada bajo el cerco de nailon que acababa de instalar en el perímetro de su propiedad, en el distrito de Ancón, a 40 kilómetros de Lima, Perú, Abel Cruz Gutiérrez supo que estaba ante una revelación. Este hombre que hoy tiene 56 años, calvicie incipiente y dejo indescifrable acababa de descubrir una tecnología sencilla pero poderosa para capturar el agua de las densas nubes que durante el alba se acumulan en las colinas áridas del desierto costero limeño.

Aquella noche, Abel se acordó de su infancia en un caserío diminuto en la ceja de selva de Cusco, cuando debía cargar cada día grandes baldes de agua de un riachuelo y llevarlos 600 metros arriba, hasta su casa, enclavada en lo alto de una pequeña montaña. “Desde niño, y a la fuerza, aprendí el valor del agua para una familia sin conexiones domésticas. Por eso, cuando descubrí las gotas de agua que había capturado la malla rachel, supe que había encontrado una forma de robarle agua al cielo”, explica Cruz desde la casa de sus suegros, en pleno monte, a donde se llega tras un serpentinesco e interminable viaje desde la ciudad del Cusco.

Abel Cruz Gutiérrez, presidente de la asociación Movimiento Peruanos Sin Agua.
Abel Cruz Gutiérrez, presidente de la asociación Movimiento Peruanos Sin Agua.Cortesía Abel Cruz

Han pasado 20 años desde aquella noche en la que Abel, ingeniero zootécnico y presidente de la asociación Movimiento Peruanos Sin Agua, decidió dedicar su vida a difundir un sistema de atrapanieblas, una tecnología capaz de dotar de agua a los más de dos millones de habitantes de Lima que carecen de acceso a agua corriente. Familias que dependen de camiones cisterna privados, los cuales venden el metro cuadrado de líquido a 10 veces lo que pagan los barrios de la Lima considerada moderna, con acceso a la red de suministro.

Lima es la megaciudad más seca de América. Una metrópoli donde nunca llueve, y en la que las extensas llanuras de tierra estéril, cubiertas de arena y sin apenas vegetación, son el paisaje recurrente de una ciudad que se extiende desde las orillas del océano Pacífico hasta las faldas de la Cordillera de Los Andes.

En este escenario, quienes más sufren de la escasez del agua son -como casi siempre- las comunidades y poblaciones más pobres, muchas veces migrantes de los Andes peruanos. Como Abel, quien debió migrar a la capital para estudiar una carrera universitaria.

Un atrapanieblas captura entre 200 y 400 litros de agua al día

El sistema de captación de agua que desde hace dos décadas viene impulsando Abel consiste en una tecnología sencilla, económica y altamente escalable. “Se trata de mallas tejidas con hilos de nailon de seis por cuatro metros que, colocadas en soportes de madera o aluminio en las zonas altas de los cerros, tienen la capacidad de capturar miles de gotas, las cuales se adhieren a las mallas y caen a un tubo que las conduce hacia un tanque a través de un sistema doméstico de distribución y acumulación”, refiere Abel, quien asegura que cada uno de estos atrapanieblas puede acumular entre 200 y 400 litros de agua al día, dependiendo de la densidad y acumulación de nubes en el ambiente.

Su proyecto tardó en madurar, pero una vez lo hizo, logró traspasar fronteras y captar la atención y admiración de medio mundo. Abel calcula haber instalado en dos décadas unos tres mil atrapanieblas, en el marco de proyectos desarrollados en el Perú, Ecuador, Colombia, Bolivia, México y Chile. Ha dado conferencias en Asia, Europa y Estados Unidos, y su ONG ha recibido dos veces el Premio Nacional Ambiental Antonio Brack Egg en Perú, fue finalista del premio CEMEX-Tec de México, que reconoce el desarrollo de proyectos de alto impacto en desarrollo sostenible en Latinoamérica, y ocupó el segundo lugar del Desafío Google, por encima de otros 2.300 proyectos sostenibles en el mundo.

Las mallas también son utilizadas en horizontal para apoyar el crecimiento de hortalizas.
Las mallas también son utilizadas en horizontal para apoyar el crecimiento de hortalizas.Cortesía Abel Cruz

Sin embargo, la curiosidad e ingenio de Abel van mucho más allá del reconocimiento internacional y el activismo ambiental. Durante los últimos años, ha venido desarrollando innovaciones a su proyecto original, y hoy revela a América Futura los frutos de una larga investigación.

“Uno de los problemas del agua capturada por los atrapanieblas es que se puede utilizar para el riego, aseo y tareas de limpieza doméstica, pero no es apta para el consumo humano. Así que hemos estado trabajando en técnicas naturales de potabilización, y hemos encontrado elementos de la naturaleza que se han utilizado desde hace milenios por los antiguos peruanos para transformar el agua turbia en agua potable”, explica Abel.

Se refiere a la moringa, también conocida como “árbol de la vida”, una planta originaria de la India y resistente a las sequías, cuya semilla tiene la propiedad de coagular el barro que contiene el agua, reducir su turbidez y combatir la actividad bacteriana del agua entre 98 y 99%. De acuerdo con la investigación de Abel, al combinar la semilla de la moringa con la raíz de la rata-rata, una planta medicinal de la selva del Cusco, es posible llegar a potabilizar el agua sin necesidad de agentes químicos.

Además, Abel viene desarrollando variantes de sus atrapanieblas tradicionales: un atrapanieblas inteligente, que lleva incorporado a su base un software que hace girar la malla de nailon en función a la dirección del viento; y un atrapanieblas tridimensional, que combina la tecnología de captura de agua de la niebla con otra, encargada de generar vapor y condensación a través del uso de aluminio y vidrio en el medio de estos paneles. “La idea es poder captar agua incluso en temporadas de poca lluvia y nubosidad”, refiere el ingeniero.

Abel Cruz explica el funcionamiento del atrapanieblas cerca de un asentamiento a las afueras de Lima.
Abel Cruz explica el funcionamiento del atrapanieblas cerca de un asentamiento a las afueras de Lima.Cortesía Abel Cruz

Sin embargo, Abel tiene claro que su proyecto definitivo es aquel en el que lleva trabajando más de un año. Una idea que pretende regenerar manantiales y lagunas que están predestinadas a secarse y desaparecer por la aparición de grietas naturales. “El proyecto ya está en marcha. Tenemos identificadas tres lagunas que se están desaguando en la sierra del Cusco, y estamos a punto de cerrar un trato con la cooperación internacional para comenzar con la implementación de esta infraestructura”, explica Abel, quien planea llenar las grietas de los manantiales con piedras e instalar una “cúpula” de atrapanieblas. “La idea es construir una estructura similar a la de un coliseo techado, y que el agua captada de las nubes regrese a estos ojos de agua”.

Abel sueña en grande. Quiere que todos los asentamientos pobres de Perú, la mayoría de los cuales se ubican en zonas altas y húmedas, puedan acceder a agua potable sin excepción. Por ello le entusiasma el ofrecimiento que ha recibido del alcalde de Lima, quien le ha propuesto instalar 10.000 nuevos atrapanieblas en la ciudad. E hincha el pecho al contar que la principal distribuidora de automóviles del país le ha propuesto instalar atrapanieblas en el trayecto de Pasamayo, vía conocida por la recurrencia de accidentes a causa de la poca visibilidad. “Estamos convencidos de que con los atrapanieblas podemos reducir entre un 70% y 80% de la densidad de las nubes, y con ello salvar miles de vidas”, relata, orgulloso.

Con su sombrero y su sonrisa perenne, Abel Cruz Gutiérrez ha sido distinguido recientemente por el Proyecto Especial Bicentenario de la Presidencia del Consejo de Ministros peruano. Pero su historia no termina aquí. “Son millones los que no tienen agua, y en poco tiempo serán muchos más”, dice con algo de frustración Abel, mientras divisa a lo lejos una montaña coronada por una nube blanca como una mota de algodón.


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