La pregunta envenenada de Alberto de Mónaco
Las dudas sobre la seguridad en Madrid formuladas por el jefe de Estado del Principado causan indignación en la delegación española
La delegación española reaccionó con estupor a la pregunta que dirigió Alberto de Mónaco, inminente monarca del Principado, tras la presentación de la candidatura de Madrid. Se acababa de cerrar el turno español y sólo faltaba comenzar las votaciones para la elección de la sede olímpica de 2012. La intervención española había sido brillante en todos los aspectos, con un discurso especialmente dirigido a los miembros del COI. Una ovación coronó el cierre español, pero inmediatamente después se produjo el anticlímax. Con un tono pausado y sereno, eligiendo muy bien las palabras, Alberto de Mónaco se preguntó por las garantías de seguridad después del estallido de un artefacto de ETA junto al estadio olímpico de La Peineta. El atentado, que no causó víctimas, se produjo el 25 de junio. Alberto Ruiz Gallardón, alcalde de Madrid, dirigió una mirada más que seria al futuro monarca y cedió la palabra al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, que garantizó la absoluta seguridad de los Juegos en el caso de que se concedieran a Madrid.
"Es inconcebible que se atreva a tirarnos con un asunto que es de carácter universal"
"La prioridad absoluta del Gobierno es la seguridad de los deportistas, del transporte, de todo el proyecto", declaró el presidente español. "Estoy totalmente convencido de que la evolución de aquellos que han intentado perjudicar nuestra candidatura va a ser de reducción y final", agregó. Zapatero manifestó que la garantía de seguridad "estaba avalada por la experiencia del elevadísimo número de acontecimientos internacionales que se han celebrado en España". El alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, calificó de "extraordinaria" la respuesta de Zapatero.
Preguntado por este asunto tras conocerse la designación de Londres, el presidente del Gobierno prefirió restar importancia al asunto. Alberto de Mónaco "estaba en su derecho de hacer esa pregunta", señaló.
Sin embargo, en la delegación española dominaba el estupor, la sorpresa y la irritación. Una de las personas más representativas del deporte español calificó a Alberto de Mónaco de "burro". Entre los políticos la indignación no era tanto por la pregunta como por su emisor. "Es inconcebible que un próximo jefe de Estado se atreva a tirarnos con un asunto que es de carácter universal, que puede afectar a cualquiera de las ciudades que se han presentado, como desgraciadamente ha ocurrido en los últimos años. Nadie está a salvo de este problema, y él debería ser el primero en entenderlo por la responsabilidad que tendrá a partir de ahora".
La pregunta pareció extemporánea. Fue la única sobre cuestiones de seguridad, a pesar de que el foro estaba integrado por cinco ciudades que han sufrido el terrorismo más sangriento. Alberto de Mónaco había intervenido antes para preguntar a los dirigentes de París por su posición sobre el dopaje, uno de los puntos que más enorgullecían a la candidatura de la capital francesa. Entre los presentes se interpretó esta pregunta como un pase al pie. La aspereza de Alberto de Mónaco con la candidatura española se analizó como una deuda amistosa con la candidatura francesa.
El tono de la pregunta chocó tanto con el clima de la sesión que varios miembros del COI se molestaron. En algunos corrillos se comentó que la pregunta del príncipe de Mónaco resultó perjudicial para los intereses de París, puesto que inmediatamente se creyó ver una maniobra de los franceses. Si no fue así, resultó igual. Es lo que interpretaron algunos dirigentes olímpicos.
"Cada uno pregunta lo que quiere, pero [Alberto de Móna-co] debería darse cuenta de la responsabilidad que ocupa", se quejó después el líder del Partido Popular, Mariano Rajoy.
Alberto de Mónaco será investido jefe de Estado en los próximos días, aunque la coronación oficial se producirá en noviembre. Durante las últimas fechas se había anunciado su ausencia de la asamblea del Comité Olímpico Internacional, debido al trajín de las jornadas previas a su investidura. Pero acudió a Singapur, con la convicción general de que su voto sería para París.
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